En términos de introducción a la
filosofía estamos confundiendo, o nos conducen a que confundamos, las nociones
de sujeto y predicado
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La extrema necesidad de tipificar la mala praxis política |
De un tiempo a esta parte, las
democracias occidentales, reaccionan ante la gravedad de sus males,
mediante el menos democrático de sus poderes, como menos público y publicitado,
el poder judicial, por intermedio de la supuesta cura, que la convierten en una
suerte de bálsamo milagroso, como lo es el procesamiento, el diligenciamiento y
el inicio de la penalización ante posibles y plausibles hechos de corrupción
perpetrados por otrora hombres en la cúspide del manejo de la cosa pública.
Esta radicalización, sacralización de lo
metodológico, mediante la acción punitiva o sancionatoria hacia quiénes
pudiese haber desfalcado al estado para beneficio propio, repetidas autómata
como maquinalmente, por medios de comunicación, no sólo que banalizan el mal
mismo, a decir de Arendt, sino que construyen un ideario social, en donde lo
único que importa son los sujetos, es decir los nombres y apellidos de los
punibles, más no así las acciones que puedan o debieran haber llevado ante el
manejo de lo público. Para traducirlo en una frase, a expensas de perder
concisión conceptual: desde lo normativo, hasta la consideración social,
construimos edificios enteros de regulaciones que apuntan a buscar sí alguien
compró tal bien u objeto, que se condice o no con su nivel adquisitivo (y
cuando lo sospechamos y no lo encontramos, vamos como manada, a buscar sus
testaferros, sus maniobras, en donde tiene tal suposición enterrada o
aquerenciada en qué paraíso fiscal) dejando escapar lo más importante, la acción pública mediante la cual pudo
haberse no sólo enriquecido, sino también, cometido el fraude intelectual de
haberse comportado equívoca y erróneamente, dando lugar a lo que es catalogado
para otras profesiones cómo mala praxis, en este caso política.