Sabores de Pompeya: la dieta antes del desastre del Vesubio

La dieta de los pompeyanos

Imagen meramente ilustrativa

La ciudad de Pompeya, situada al sur de la península itálica, ha capturado durante siglos la imaginación de arqueólogos e historiadores por la riqueza de su legado y la tragedia que la envolvió con la erupción del Vesubio, en el año 79 d.C. Más allá de las ruinas, que aún susurran historias de la vida cotidiana de sus habitantes, los vestigios arqueológicos nos revelan un aspecto fascinante: la dieta de los pompeyanos. Lo culinario no solo sirvió para alimentar sus cuerpos, sino también para narrar la interacción de los alimentos con el entorno y con el comercio del Mediterráneo.


Pan y aceite: la base de la alimentación

En Pompeya, el pan no solo era un alimento básico, sino una auténtica institución. Elaborado con harina de diferentes cereales, como trigo y cebada, los panes solían tener formas circulares, algunas veces marcadas para facilitar su división en porciones. Los hornos públicos, como los que aún se pueden ver en las panaderías excavadas, eran esenciales en la vida urbana. El pan se complementaba a menudo con aceite de oliva, un producto que simbolizaba la riqueza y la abundancia mediterránea.

El aceite no solo era empleado en la cocina, sino que su uso se extendía a rituales religiosos, prácticas cosméticas y hasta como combustible para lámparas. Pompeya contaba con prensas de aceite, que eran evidencias de que este oro verdoso no solo se importaba, sino que también se producía localmente.


Pescados y mariscos: sabores del mar

La proximidad al mar garantizaba un suministro constante de pescados y mariscos frescos. Anchoas, sardinas y calamares eran consumidos regularmente, pero quizás el mayor tesoro culinario era el garum, una salsa de pescado fermentado que alcanzó un estatus de lujo en todo el Imperio Romano. Pompeya exportaba esta exquisitez a través de ánforas, lo cual fue claro un ejemplo temprano de globalización alimentaria.

El proceso de producción del garum, aunque intensamente oloroso, era altamente sofisticado, y las recetas variaban según la región. Los frescos y mosaicos que se han encontrado en Pompeya ilustran escenas de pesca, y muestran no solo el gusto por estos alimentos, sino también la importancia económica que tuvo el mar.


La dulzura del vino y las frutas

En el mundo romano, el vino era omnipresente. Pompeya, situada en una región de fértil suelo volcánico, producía vinos muy valorados que eran exportados a todo el imperio. Sin embargo, beber vino puro se consideraba una práctica vulgar. Es por eso que los pompeyanos lo mezclaban con agua e incluso lo aromatizaban con hierbas y especias.

Las frutas también jugaban un papel vital en la dieta diaria. Uvas, higos, granadas y membrillos no solo se consumían frescos, sino que también se transformaban en conservas o se utilizaban como ingredientes para postres y acompañamientos.


Legumbres, verduras y carnes: la dieta variada

Las legumbres, como las lentejas, garbanzos y habas, constituían un pilar alimenticio para la mayoría de la población. De igual forma, las verduras, como las cebollas, puerros, lechugas y coliflor, eran muy consumidas. Los jardines domésticos, conocidos como horti, se cultivaban dentro de las casas para proporcionar alimentos frescos.

Por otro lado, las carnes, aunque no eran un lujo cotidiano, estaban presentes en la mesa pompeyana. Cerdo, cabra y aves domésticas, junto con la ocasional carne de caza como la de venado, formaban parte de los banquetes y celebraciones. La carne se preparaba con especias y hierbas que, en la Antigüedad, eran tesoros que conferían un toque de sofisticación a los platos.

La dieta pompeyana no solo revela un pueblo que celebraba los placeres de la buena comida, sino que también muestra cómo su cultura alimentaria reflejaba las influencias de un mundo en expansión. Pompeya, con su cocina anclada en la tierra fértil y el mar generoso, nos permite saborear un pedazo de Historia que permanece vivo en las tradiciones mediterráneas actuales.

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