Un viaje a la Ciudad Sagrada
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Cuando pronunciamos la palabra "Jerusalén", nuestros pensamientos se sumergen en un abismo de historia, misticismo y conflictos. Esta ciudad, situada en la encrucijada de tres continentes, ha sido testigo de innumerables eventos que han dejado una huella imborrable en la humanidad. Aunque hoy en día se asocia con tensiones políticas y religiosas, en los tiempos de Jesús, Jerusalén era un crisol de vida, fe y cultura.
La Jerusalén de antaño
En su apogeo, entre el año 1 a.C. y el 33 d.C., Jerusalén era una gigantesca metrópolis. Albergaba una joya arquitectónica de fama mundial: el Templo de Jerusalén, recientemente reconstruido. Este majestuoso edificio, con sus columnas y muros imponentes, se alzaba como un faro espiritual para los fieles. Cada peregrino que llegaba a Jerusalén se maravillaba ante su grandeza y se postraba en oración.
Pero Jerusalén no era solo un centro religioso. Era también un hervidero de comercio, cultura y política. Sus calles estaban llenas de vendedores, artesanos y viajeros de todas las partes del mundo conocido. Las lenguas se entrecruzaban en los mercados, y las monedas cambiaban de manos. La ciudad estaba viva con la energía de la diversidad.
El camino de Jesús de Nazaret
En el Evangelio según San Lucas, se relata la peregrinación de Jesús a Jerusalén durante su infancia. Aunque ya había visitado la ciudad en años anteriores para celebrar la Pascua, este adolescente de Nazaret, con solo 12 años, caminó maravillado por la nueva calzada romana hacia la entrada inferior del Templo. Aún hoy, podemos ver un tramo de esa calzada justo debajo del Muro Occidental. Sus dimensiones son majestuosas, aunque algunos bloques de piedra cayeron durante las múltiples destrucciones de la ciudad.
¿Cuánto conocía Jesús sobre Jerusalén? La cuestión no está resuelta, pero excavaciones en la cercana ciudad de Séforis sugieren que quizás Jesús era más urbanita de lo que se pensaba. Sin embargo, su Galilea natal no se comparaba con la grandiosidad de Jerusalén. Aunque importante, Galilea tenía una población de 80.000 habitantes, mientras que Jerusalén atraía entre 100.000 y 250.000 peregrinos durante las festividades judías.
El legado de Jerusalén
Jerusalén en tiempos de Jesús de Nazaret fue un crisol de historia, fe y conflictos. Su legado sigue resonando en el presente. Las piedras que pisó Jesús, los muros que vieron sus lágrimas y las calles que escucharon sus enseñanzas siguen siendo testigos mudos de su influencia. Aunque la ciudad ha cambiado y sufre las tensiones modernas, su esencia perdura en los corazones de millones de personas en todo el mundo.
Así, cuando pronunciamos la palabra "Jerusalén", no solo evocamos una ciudad geográfica, sino un símbolo de esperanza, redención y trascendencia. En sus calles, la historia se entrelaza con la fe, y los muros cuentan historias de amor y sacrificio. Jerusalén es más que una ciudad; es un puente entre lo terrenal y lo divino, un lugar donde la humanidad se encuentra con lo eterno.
Bibliografía recomendada
- "Jesús de Nazaret: Nacimiento e infancia en Galilea"
- "Jesús de Nazaret: Madurez y actividad como profeta"
- "Jesús de Nazaret: Peregrinación a Jerusalén, muerte en la cruz y resurrección"
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