¿Quién no tiene "materiales cerámicos" en su casa en el olvido y se habrá preguntado… qué gestas deberá haber realizado o cómo y para qué tendrá esa forma?
El contingente cerámico o alfarero no deja de ser un instrumento destinado, en la mayoría de los casos, a dos metas principalmente:
- Una peculiar utilidad: la de servir de contenedor de alimentos y/o líquidos.
- Aquellos objetos agrupados en una compleja división para hábitos mixtos.
Todo ello sin olvidar que la alfarería responde a un cometido estructurado y fundamentado en unos principios propios, consolidados por su misma historia. El proceso de los enseres cerámicos necesita pues, entre otras no menos importantes síntesis, de un conocimiento adecuado de la profesión de alfarero que le sirve de mentor.
La mayoría de sus técnicas están formadas por diferentes pasos superpuestos de los cuales sólo el más externo es visible: el de la pieza final. Este examen patrimonial permite acceder a todas las capas que componen la Alfarería.
La preparación del estudio alfarero requiere de manera principal la introspección del local (desde el alfar familiar a las fábricas/factorías), de zonas representativas y no comprometidas de la creación. Es primordial la investigación de la sucesión de construcciones, su edificación, montaje y alojamiento donde se analicen los distintos componentes. Así se realiza:
El ejemplo de su distribución funcional fue mucho menos influyente en los talleres industriales de lo que fueron el resto de los locales familiares u obradores, en especial el primero, el modelo más imitado en los “laboratorios alfareros” de años postreros. Pero esa reflexión sobre su distribución va a ser fundamental para estar al corriente del tipo de partes presentes en algunos de los ejemplos más destacados de la alfarería del siglo pasado. Se hace referencia, en concreto, a la introversión sobre el tipo de rincones que ocupan un departamento alfarero. Hay que citar la obra del Ministerio de Cultura: Diccionario de materiales cerámicos (2002), que es quien más ha trabajado desde el punto de vista de la terminología referida tanto a denominaciones de objetos cerámicos, como a materiales y técnicas de elaboración de los mismos, así como descriptores formales especializados; pero desde unas ideas que suponen el abandono de los Espacios en sí. Sin embargo, esta dimensión está presente aun en casi todos los lugares más destacados en el engendro de los vestigios alfareros: sala de modelado, secadero, almacenes, pilas, hornos, arsenal de combustible y depósito de tierra.
En el caso del proceso de fabricación, una vez recopilada la arcilla en el medio natural, el transcurso tiene su comienzo más destacado en el uso de las “pilas” (Única, doble, comunicada o no, alternativa, etcétera). Allí, en realidad, lo que se hace es eliminar las impurezas de la arcilla y reducirla a sus características más esenciales: tenemos un espacio a todos los efectos que disuelve la arcilla en agua, que por un lado es esencial y por otro recibe un cuidado principal, pero ese paso -y tal es la característica más notable y sorprendente de toda la marcha- no se culmina aquí, sino que después viene el pisado, el sobado o el amasado, de manera que dan lugar a las “pellas”, a partir de las que se modelará la parte en cuestión.
El torno (sumido, semihundido o elevado, etcétera) lo que hace, en rigor, es llevar esa porción hasta sus últimas consecuencias funcionales, algunos arquetipos, de los que hay un sin número son: lebrillo, baño, bebedero, mortero, dornillo, conejera, o una simple teja o tubería.La decoración (incisa, digitada, vidriada, pintada, etcétera) está casi obligada, por el diferente uso que se le dé,-pues se asume que aparte de su empleo puede ser algo hermoso-de forma que el utensilio siga siendo, aun con una transformación muy profunda, el concepto de material cerámico. El otro proceso es el de los hornos, que no tiene ejemplos tan destacados como los de los alfares tradicionales, pero si algunos tipos o categorías que se recurren en su construcción y se refieren también a esa clase peculiar dependiendo de su forma exterior o interior (cilíndrico, cuadrado, poligonal, tronco piramidal, rectangular, etcétera). Sin embargo, la idea más interesante de la cocción en el horno la encontramos en las distintas etapas de la combustión: Humazo, Templado y Levantado.
Acabada la cocedura, el horno se tiene que enfriar, según su tamaño y según las características del elemento empleado (más o menos resistente al fuego), durante los días adecuados. Tras descargarse, las piezas están dispuestas para la provisión al concluir el proceso de fabricación en el Obrador de alfarero.
Si esa olla se consume en el ámbito de esa envejecida cocina de la familia o en el de algún campillo o corral, o en ambos, es lo de menos. En realidad, lo importante es que efectivamente se juzgue de forma continuada en el tiempo, desde y para la conservación del patrimonio alfarero y con la inclusión justa de los centros dedicados a esta tarea y sus profesionales en nuestro acervo patrimonial.
Bibliografía
CARRETERO, A.(1987): Técnicas alfareras andaluzas. Con Matilde Fernández Montes y Carmen Ortiz García. Revista de dialectología y tradiciones populares, ISSN 0034-7981, Cuaderno 42.
CASTELLOTE, E.(1978): Cerámica popular. Camporreal, Madrid.
HAMILTON, D. (1985).: Alfarería y cerámica. Ediciones CEAC. Barcelona.
PÉREZ, J. (1974):”La cerámica popular española”. Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore Hoyos Sanz. VI. 1974, p. 9-88.
Autor| Carlos Campelo Gainza
Vía| Ver bibliografía
Imagen| Pexels
Comentarios