La culminación de un nuevo orden social: el nuestro
Recreación de la antigua ciudad de Uruk |
A lo largo del 4º milenio a.C. se inició en el creciente fértil mesopotámico lo que conocemos hoy como Revolución Urbana, una gradual tendencia a abandonar el campo para concentrarse en núcleos urbanos, las ciudades. Esta transformación, un paso más allá de la Revolución Neolítica ocurrida milenios atrás, supuso un momento clave que trajo consigo toda una serie de cambios extraordinarios que afectaron la forma de cómo los humanos se organizaron y que, en definitiva, modularon lo que somos hoy como sociedad.
Según la visión tradicional de Fuestel de Coulanges, las ciudades antiguas se creaban de la nada, de golpe, con lo necesario para ello. Tan pronto como familias y tribus acordaban unirse y tener un mismo culto, fundaban la ciudad como santuario para su culto. Así pues, la ciudad y su fundación respondían básicamente a un acto religioso.
Para ello, toda ciudad-estado necesitaba de dos poderes complementarios, por un lado, el político, representado por el Palacio, y por otro el religioso, representado por el Templo.
Pero ¿qué entendemos como ciudad? Para muchos sociólogos, la ciudad es aquel sitio específico donde se proporciona un sentido a quienes somos, en un sentido de identificación individual; en un sentido de comunidad, al formar parte de un grupo, de un familia o barrio; en un sentido de un pasado o futuro, es decir, un lugar con una historia y con futuro; un modo de sentirse en casa, confortable. La ciudad como una experiencia más que un simple lugar.
Las ciudades se han caracterizado por ser unos espacios físicos con una alta densidad e interacción social entre su población habitante. En ellas empezó la progresiva diferenciación de roles y estatus socio-económico.
Con la ciudad, el trabajo se especializó y se convirtió, por primera vez, en una ocupación a tiempo completo durante todo el año. Dicha diferenciación no fue distribuida equitativamente entre los ciudadanos. Con el incremento de la riqueza, apareció una nueva división, la que separaba ricos de pobres, acentuada con la institucionalización de la propiedad.
Los excedentes agrícolas del campo servían de apoyo para los artesanos especialistas. Estas ganancias permitieron a algunos miembros de la sociedad a dedicarse en nuevos oficios como oficiales, escribas, administradores o sacerdotes.
En las ciudades, las familias vivían en gran proximidad las unas con las otras, siendo así mucho menos vulnerables que si vivieran esparcidos en pequeños pueblos.
La necesidad de defensa permaneció siempre como un tema prioritario.Las murallas de protección se erigieron respecto a potenciales ataques. Otras las construyeron para definir y preservar el espacio sagrado en el centro, o restringir su acceso a los ciudadanos que no pertenecieran a la élite.
Los primeros indicios que conocemos como civilización se encuentran en la incipiente Mesopotamia (Sumer), que surgió entre las orillas del Tigris y el Éufrates, durante el llamado periodo de Uruk entre el 3.800 y el 3.100 a.C.
¿Porqué estas prematuras sociedades urbanizadas emergieron en el sur de Mesopotamia y no en otros lugares, como el norte de Irak, Siria, que, si bien llegaron también a un nivel de complejidad organizacional, fue después del auge Sumerio. Una serie de importantes ventajas respecto a sus áreas vecinas, lo explican.
En primer lugar, una gran resiliencia, fruto de una gran variedad y concentración de recursos de subsistencia explotables. Esto facilitaba una fácil explotación de productivos ecosistemas complementarios al mismo tiempo.
La segunda gran ventaja se tradujo en un mayor y más fiable rendimiento agrícola. Como media, éste era el doble de productivo que en las sociedades del norte mesopotámico. Ello fue posible gracias un clima más benigno, húmedo, con cálidos inviernos y frescos veranos.
Además, el comportamiento del sistema fluvial del Tigris y el Éufrates tuvo también responsabilidad en el mayor rendimiento de sus tierras. La corta distancia entre las orillas de ambos ríos creó un complejo entrelazado sistema fluvial, cargando éste una mayor cantidad de agua. Finalmente, el propio Golfo Pérsico, reduciendo inundando importantes áreas cercanasa las respectivas desembocaduras de los dos ríos, hacía menos necesariala intervención humana en tiempos de desbordamiento.
La tercera gran ventaja fue la eficiencia en el transporte, creando un sistema de norte a sud, a través de los ríos y una amplia red de canales. Ello permitió transmitir información, capital, mano de obra y productos básicos de una parte a otra rápidamente y a bajo coste. Este mayor desarrollo sobre sus vecinos del norte y periferia, no fue nunca planificado, sino que fue fruto de un desarrollo continuado a lo largo del tiempo.
A finales del VI milenio, el acceso continuado a los recursos externos se convirtió en necesario debido a la necesidad de proveer una emergente, creciente y densa población urbana en el sur mesopotámico. Entre un 60% y el 70% de la población total vivían en ciudades. De todas ellas, la ciudad-estado de Uruk era la más grande del mundo.
El comercio exterior fue un dinamizador importante en la economía de las sociedades del sur, gracias al capital material y humano acumulado durante a lo largo de años de intercambio interno. Las élites sacaron provecho dela creciente oferta de trabajadores, maximizando sus ganancias, extendiendo su poder, contribuyendo a la estabilidad de un sistema social que se estaba transformando.
Como resultado de ello, aparecieron (y se sofisticaron) los primeros sistemas de escritura mesopotámicos, que, en sus inicios, tuvieron una utilidad meramente económica.
En definitiva, varios factores jugaron un papel importante como promotor de las ciudades.
Por un lado, la defensa y seguridad de los dirigentes y la población en general; por otro, las ganancias económicas que la producción artesanal proporcionaba; la promoción del estado religioso también tuvo su papel, así como la legitimización de las nuevas instituciones socio-políticas. Finalmente, la concentración de funciones, servicios y actividades diversas en los centros urbanos ejercieron de gran atractivo para mucha gente.
Autor| Víctor Bertran Cortada
Imagen| artefacts-berlin.de
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