La existencia de extremas desigualdades en el mundo es innegable
La existencia de extremas desigualdades en el mundo es innegable. Mientras que unos se convierten en millonarios de las formas más inverosímiles -vendiendo lipkits y subiendo fotografías a Instagram, por ejemplo- otros mueren, literalmente, del hambre y de enfermedades prevenibles. Los seres humanos somos, con toda seguridad, la especie animal con mayores niveles de desigualdad entre sus miembros. Por ello, en esta serie de artículos -que iniciamos con esta publicación-, abordaremos la relación entre la pobreza y los Derechos Humanos.
Según las últimas estimaciones del Banco Mundial, existen 767 millones de personas (10,7% de la población mundial) viviendo en los umbrales de la pobreza -definido como 1,9 dólares estadounidenses por día (World Bank Group, 2016). No obstante, habría que tener en cuenta que la pobreza está definida de una manera muy limitada, por no decir poco realista, ya que únicamente estamos considerando “pobres” a aquellos que viven con menos 1,71€ por día -lo cual son solo poco más de 50€ al mes. A este respecto, tal y como afirma Thomas Pogge (2013), habría que pensar que con esta cantidad habría que pagar comida, ropa, alojamiento, sanidad, agua y otras facturas y, entonces, cabría preguntarse si la vida que una persona podría permitirse con esos 50€ al mes sería una vida que cumpliría con los requisitos fijados por el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos:
“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.”
No habría que devanarse los sesos para entender que esta medición dejaría fuera a millones de “pobres urbanos”, muchos de ellos viviendo en países considerados “desarrollados”. Por otro lado, Pogge critica el ánimo celebratorio del Banco Mundial respecto a la reducción de la pobreza extrema en la última década, señalando que esta reducción del número de pobres no tiene en cuenta que muchos de estas personas viviendo en pobreza extrema han fallecido a causa de la misma. Se estima que cada año 18 millones de personas mueren por causas directamente relacionadas con la pobreza extrema: como enfermedades contagiosas exacerbadas por la malnutrición (idem). Estos 18 millones de muertes anuales constituyen un tercio de la totalidad de muertes humanas anuales (WHO, 2008).
Existe, además, un claro elemento de territorialidad, ya que la mitad de las personas que hemos establecido que viven en “extrema pobreza” viven concentradas en el África Subsahariana, seguidas por el 30% que vive en el Sudeste Asiático (World Bank, 2018). Esta clara demarcación territorial ha resultado en el uso de los términos -ahora muy discutidos y criticados- “Tercer Mundo” y “Primer Mundo”. Ahora bien, uno de los problemas del uso de estos términos es que proyectan la idea de la existencia de “mundos” separados, independientes. En realidad, todos formamos parte del mismo mundo, uno regido por relaciones de poder que han estado en funcionamiento durante siglos y que han modelado el paisaje actual -ignorar el papel del Colonialismo en la creación de estos “mundos” sería una falta grave de vigilancia epistemológica en términos bourdiesianos. De esta manera, la pobreza y el subdesarrollo no se deben a la falta de voluntad o capacidad de determinados países, sino que son el resultado del abuso sistemático y acoso económico que estos países han venido padeciendo. Incluso hoy en día, la Organización Mundial del Comercio (OMC, en inglés WTO) impone reglas claramente sesgadas contra los países más pobres (Joseph, 2011). A este respecto, el entonces Director General de la OMC, Pascal Lamy, declaró públicamente en 2006 que la descolonización política tomó lugar hace varias décadas pero que la descolonización económica no habría comenzado aún.
Por este motivo, es vital reconocer que el fenómeno de la pobreza tiene raíz en la injusticia estructural y no en la incapacidad de los pobres de “progresar”. Lamentablemente, unos nacen siendo mucho más afortunados que otros y los obstáculos que los más desafortunados tienen que enfrentar son, en muchas ocasiones, insuperables. No obstante, aceptando esta realidad: ¿Tenemos una responsabilidad, individual o compartida, de erradicar la pobreza? Abordaremos esta cuestión en la siguiente publicación.
Bibliografía
Asamblea General de la ONU. (1948). Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Joseph, S. (2011) Blame it on the WTO? A Human Rights Critique. Oxford University Press.
Lamy, P. (2006) “It’s time for a new “Geneva Consensus” on making trade work for development” (Emile Noel Lecture New York University Law School, New York, 20 octubre 2006. Disponible en: https://www.wto.org/english/news_e/sppl_e/sppl45_e.htm
Pogge, T. (2013). Poverty, Hunger, and Cosmetic Progress. In M. Langford, A. Sumner, & A. Ely Yamin (Eds.), The Millennium Development Goals and Human Rights: Past, Present and Future (pp. 209-231). Cambridge: Cambridge University Press.
WHO (2008) The Global Burden of Disease: 2004 Update (Geneva: WHO Publications)
World Bank Group (2016) Taking on inequality. Poverty and shared prosperity. International Bank for Reconstruction and Development/ The World Bank 1818 H Street NW, Washington, DC 20433
World Bank Group (2018) Where do the world’s poorest people live today?/ Disponible en : https://datatopics.worldbank.org/world-development-indicators/stories/where-do-the-worlds-poorest-people-live-today.html
Autora| Diana S. Díaz-Valdés Teran
Vía| Ver bibliografía
En colaboración| Diantropos
En Twitter| @DiAntropos
Imagen| Wikipedia
Edición| José Antonio Cabezas Vigara
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