Composición
y modalidades de ingreso en las galeras
Galeras españolas del siglo XVI |
La dotación de remeros de las galeras españolas estuvo
compuesta básicamente por dos grandes grupos: los esclavos y los forzados. A ellos habría que añadirles los
llamados “buenas boyas”, remeros libres que gozaron de sueldo y ración
alimenticia más abundante, pero que desde el siglo XVI fueron prácticamente
inexistentes, a pesar de que los administradores de galeras se empeñaran en
denominar así a los forzados que habían alcanzado el grado de “cumplidos” y que
por cuestiones utilitarias no se les otorgaba la libertad, pero sí el sueldo y
la ración de “buenas boyas”.
La evolución de los distintos grupos que componían la chusma de
galeras fluctuó en función de una serie de condicionantes históricos y
logísticos, tales como las presas realizadas o las largas campañas en el
extranjero, algo que afectó especialmente al sector de los esclavos.
Los
esclavos eran propiedad real y debían servir de por vida en galeras. Casi todos fueron capturados durante
la permanente guerra que España sostuvo contra berberiscos y turcos. Su función
principal consistió en realizar la boga, aunque también fue habitual que
aquellos, considerados de “confianza” y menor riesgo de fuga, se les
encomendaran otro tipo de servicios, tales como los de músicos, servidumbre
personal, limpieza y aprovisionamiento de leña, agua, víveres y otros
productos.
Entre los esclavos del
rey y los forzados, se situaron aquellos que eran propiedad de particulares y que fueron condenados a galeras por un
tiempo limitado, a cuyo término no podían ser puestos en libertad, pues debían
ser devueltos a sus propietarios, en el caso de ser reclamados por éstos.
En cuanto a los esclavos musulmanes conversos al
cristianismo y pertenecientes a propietarios particulares, se prohibió desde
1657 aceptarlos en galeras, circunstancia que fue reiterada en 1668,
especificándose taxativamente en esta ocasión, que sólo se podían aceptar
aquellos que eran “moros de profesión”.
El procedimiento más usual para
nutrirse de esclavos, procedió de la captura en combate, circunstancia por
la que fueron llamados “moros de presa”,
y entre los que se podían hallar todo tipo de esclavos considerados especiales:
arraeces y demás oficiales de las embarcaciones corsarias, mercaderes y
renegados. La mayor parte de ellos fueron capturados en combate naval o
sorprendidos una vez en tierra, tras dar al través en las playas peninsulares.
Una vez presos pasaban a ser propiedad
real al servicio del remo. Para ello, se reglamentó en 1600 la forma en que
se debía “recoger y aplicar” a las galeras, disposición que tuvo que reiterarse
en 1658, así como la orden de remitir los esclavos capturados por particulares
a cambio de una recompensa de diez ducados por individuo. Aun así, la caza de
estos “moros de presa” fue muy rentable para aquellos que obtenían sus correspondientes
patentes de corso.
El
sistema de aprovisionamiento de esclavos se completaba por medio de compras, una operación que normalmente se
realizaba cuando escaseaban los “moros de presa”. En estas ocasiones, los
funcionarios reales adquirían esclavos musulmanes a unos precios que estuvieron
normalizados durante los siglos XVI y XVII en torno a los 100 ducados por
cabeza.
Los forzados de galeras
podemos describirlos como reos convictos
por tribunales de justicia o por disposiciones generales del rey, que
debían redimir su delito mediante un servicio -en teoría siempre al remo-
adecuado a sus capacidades físicas.
El ingreso de forzados
en galeras dependió fundamentalmente del celo y aplicación de los diferentes
tribunales de justicia. Además, las circunstancias históricas, especialmente
las derivadas de situaciones bélicas, influyeron de forma decisiva a la hora de
un mayor o menor volumen de convictos rematados.
En cuanto a la edad de
los forzados, en distintas ocasiones se procuró fijar unos determinados topes
para ejercitar la actividad del remo, ya que el trabajo de la boga, por su
exigencia, hacía que jóvenes y ancianos no fueran aptos para servir como
remeros.
Andalucía fue la región que contribuyó con el mayor número de forzados
por ser la más poblada, y por tanto, la chancillería de Granada fue la que
remitió el mayor número de condenados. A continuación, a bastante distancia se
situó Castilla la Vieja y con valores muy cercanos, Cataluña, Valencia y
Castilla-La Mancha.
En cuanto a los sectores
sociales afectados por la pena de galeras, según se desprende de los asientos
de los forzados, casi en su totalidad
procedían de las capas más bajas de la sociedad, pues apenas es perceptible
la presencia de individuos que ostentaran al menos el tratamiento de don, lo
que nos hubiera permitido sospechar la pertenencia a un grupo social más
elevado.
Autor| Manuel
Martínez Martínez
Vía| MARTÍNEZ MATÍNEZ,
M., Los forzados de la escuadra de
galeras del Mediterráneo en el siglo XVII. El caso de los gitanos. En
Revista de Historia Naval, nº 30, pp. 87-110
Imagen| Chusma del Rey
Edición| José Antonio Cabezas Vigara
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