Una dieta extrema que le hizo perder
120 kilos en cuarenta días
Sancho I de León conocido como “el
Craso”, era hijo del rey Ramiro II y de la reina Urraca Sánchez. Fue rey de
León en dos períodos diferentes a lo largo del siglo X, se habla de dos
períodos distintos porque este rey fue rechazado y despojado de su trono por su
extrema obesidad. Al no poder montar a caballo ni empuñar un arma perdió el
respeto de sus súbditos, por lo que su tío lo destronó y nombró como rey, en su
lugar, a Ordoño IV.
Desolado por haber perdido su trono
se marchó a Pamplona con su abuela Toda a la que le contó lo sucedido y le
pidió auxilio. La opción militar no era viable ya que Sancho no podía ni mantenerse
en pie. Por lo que su abuela, decidió solicitar la ayuda del califa de Córdoba
Abderramán III, a lo que éste le contestó enviándole a su médico personal
Hasday Ibn Shaprut.
El médico, asombrado de su extrema
gordura, le aconsejó que se fuera a vivir a Córdoba para ser tratado in situ. Una
vez allí, pactadas las alianzas y los compromisos entre el califa y los
navarros, Sancho I empezó su dieta.
Cuando se asentó en la ciudad, lo
encerraron en una habitación, le ataron a la cama y le cosieron la boca dejando
tan sólo una pequeña abertura por la que sólo podía ingerir agua e infusiones a
través de una pajita para que no se deshidratara. También le obligaban a dar
paseos por los jardines del califato ayudado por los sirvientes que tiraban de
él con cuerdas para que continuara andando. Tras esto, le exigían introducirse en
baños de vapor para acelerar la pérdida de líquidos que había acumulado durante
años en su cuerpo. Y por si fuera poco, le hacían unos dolorosos masajes para
que la piel, tras la excesiva pérdida de peso, recuperara su firmeza. Después
de cuarenta días con esta “dieta” consiguió bajar la mitad de su peso.
Recuperado y con bastantes kilos de
menos, se montó en su caballo y emprendió, junto con Abderramán III, la
conquista de su reino. En el año 959 Sancho I invadió su reino y el rey Ordoño
IV no tuvo más remedio que huir a Asturias y posteriormente a Burgos para luego
ir a Córdoba a pedirle a Abderramán III que le ayudara a recuperar el trono. El
califa se mantuvo impasible y confió en el pacto que anteriormente había
firmado con Sancho I.
Poco después murió Abderramán III y
Sancho I consideró que no debía entregarle a su sucesor las fortalezas que le
había prometido a este rey como pago por su “dieta”, algo con lo que el sucesor
de Abderramán III no estuvo de acuerdo.
Definitivamente, la comida marcó la
vida de Sancho I puesto que murió a los 35 años envenenado por una manzana.
Pero gracias a la pérdida de peso consiguió tener descendencia y fue uno de sus
hijos, Ramiro III, quien le sucedió en el trono.
¿Conocías esta historia?
Autora| Rosa
Mª Huertas Franco
Vía| ABC
Imagen| El
Bierzo Noticias
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