A lo largo de su
carrera el pintor inmortalizó cerca de dos mil óleos de pequeño formato que
muestran su realidad más personal
Visitar el Museo
Sorolla de Madrid es encontrarse inmerso en el universo donde Joaquín
Sorolla daba rienda suelta a su ingenio. Donde hoy se sitúa el museo es el
espacio en el que el artista valenciano vivía junto a su familia y tenía su
taller, fusionando así su lugar de trabajo y su hogar con un amplio jardín.
De esta manera resulta una experiencia más que
gratificante el poder contemplar las obras de Sorolla en el mismo lugar donde
muchas de ellas fueron imaginadas o terminadas ya que el gran “pintor de la luz” gozaba de trabajar al aire libre,
siguiendo los principios impresionistas.
Su obra de madurez bien puede enmarcarse dentro de esta
corriente pictórica, el impresionismo, pero las creaciones de este genio tan
singular e irrepetible van mucho más allá: sus cuadros son como ventanas que
nos abre para conocer su intimidad,
su familia, su vida. Al ser un pintor tan personal y tan prolífico cada boceto
o cada dibujo descubre algo nuevo sobre él.
Puede que ese sea el motivo que ha llevado al Museo
Sorolla a mostrar en una exposición temporal 227 tablillas de muy pequeño formato para poder entender más en
profundidad su trabajo. Sorolla llegó a realizar hasta dos mil de estos
diminutos óleos, siempre al aire libre, a los que él mismo se refería como “apuntes”, “manchas” o “notas de
color”. Normalmente no tardaba más de media hora en pintarlos, pues se trataba
de recoger rápidamente lo que su ojo estaba percibiendo en ese preciso momento,
con una determinada luz.
No se trata de bocetos para obras de mayor envergadura
sino que estas reducidas tablas son independientes
por sí mismas, las guardaba en su estudio colgadas con alfileres o
enmarcadas. Aunque en un principio pudieron ser entendidos como cuadros
inacabados pronto se vio en estas creaciones uno de los mejores ejemplos de la
espontaneidad, el atrevimiento y la pincelada magistral de Sorolla.
Son estos trabajos los que nos permiten profundizar en su
personalidad, en su visión más subjetiva,
lo que nuestros ojos advierten es lo que
observaba el pintor en el momento de plasmarlo.
Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del artista y una de las
comisarias de esta exposición, asegura que se puede contemplar aquí un Sorolla muy moderno, una mirada
veloz, casi como si realizara una fotografía. Son muestras excelentes para
apreciar sus estudios de la luz, el
movimiento del agua, los diferentes reflejos y los juegos de color, pues con
estos óleos se siente completamente libre a la hora de reproducir la realidad
tal como la percibe.
Bajo el título Cazando impresiones. Sorolla en pequeño
formato, el museo presenta por primera vez en España estos tesoros que
el pintor creaba para dar rienda suelta a su creatividad, para estudiar, para
mejorar. La mayoría de las piezas pertenecen a los fondos del museo pero
algunos de ellos proceden de colecciones particulares, inéditas, por lo que se
trata de una oportunidad única para visitar en Madrid hasta el 29 de
septiembre.
Acostumbrados a sus lienzos de grandiosas dimensiones,
como los encargados por la Hispanic Society, sin duda esta exposición marcará
un antes y un después en el modo de
entender a Sorolla. Contemplar estas tablas que no llegan a medir veinte
centímetros es todo un cambio de perspectiva y, aunque esta es la primera vez
que se muestran en nuestro país, el pintor valenciano no dudaba de acompañar
muchas de sus exhibiciones con estos pequeños formatos.
En las diversas presentaciones que Sorolla realizó en
Estados Unidos presentó sus “notas de color” enmarcadas de manera individual,
dotándolas de un gran protagonismo y
dejando claro el papel esencial que juegan a lo largo de su carrera.
Es en estas obras donde se puede comprobar con mayor
certeza su madurez creativa, él
mismo afirmaba: “Ahora es cuando mi mano obedece por completo a mi retina y mi
sentimiento, ¡veinte años después! Realmente la edad en que uno debe llamarse
pintor: ¡después de cuarenta de trabajo!”
Sus “apuntes” de
los últimos años en las playas de San
Sebastián nos enseñan su inagotable deseo de experimentar con las formas, los
colores y los juegos de luz al aire libre. Una pasión que no cesó en ningún
momento hasta que en 1920 una hemiplejia le impide seguir pintando, falleciendo
tres años después.
Un artista único cuya producción no deja a nadie
indiferente, tanto las obras de gran formato como estas pequeñas joyas con las que podemos asomarnos a su universo
más profundo, a su propia mirada.
Autora| Begoña Ibáñez Moreno
Vía| Begoña Ibáñez Moreno
Imágenes| Museo Sorolla
Edición| José Antonio Cabezas
Vigara
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