Considerado el
padre de la pintura moderna, para artistas como Picasso fue un auténtico mentor
al que no llegó a conocer
Paul Cézanne, detalle de su Autorretrato, 1890-94 |
A pesar de ser una pieza fundamental en la transición
pictórica entre los siglos XIX y XX, durante toda su vida Paul Cézanne (1839-1906) fue un genio ignorado e incomprendido por
muchos de sus coetáneos, algo que le hizo desarrollar un carácter desconfiando,
aislándose de los demás para trabajar en sus obras.
Un artista que admiró profundamente el estilo de
Velázquez y Caravaggio, maestros que le marcaron profundamente al conocer sus
pinturas de primera mano en el Louvre. Rechazado para estudiar en la Escuela de
Bellas Artes de París, conoce a Camille
Pisarro en la Academia Suiza y, lo que nace siendo una relación
maestro-alumno se consolida como una amistad, trabajando juntos. El mismo llegó
a afirmar “todos provenimos de Pisarro”,
comenzando a utilizar tonos más brillantes y a plasmar paisajes rurales.
Paul Cézanne, Autorretrato, 1890-94 |
Dentro del mundo impresionista, las creaciones de Cézanne
nunca encontraron su lugar y, tras unos cuantos intentos fallidos de exponer
con el grupo, decide separarse
definitivamente de ellos. Aunque pintaba al aire libre, trata de centrarse
más en la forma que en la luz,
intenta tener una visión mucho más profunda de la realidad que percibe. Quería
que las formas de la naturaleza quedaran representadas de manera sólida y
firme.
En 1881 conoce a Gauguin en casa de Pisarro y ese mismo
año fija su residencia junto a su futura mujer Marie Hortense Fiquet y su hijo
en L´Estaque, en su Provenza natal,
región que ya solo abandonaría en raras ocasiones y a la que convertirá en
protagonista de sus cuadros. Allí recibía la visita de algunos compañeros, como
Renoir y Monet, que se reúnen con él tras la muerte de Manet, pintor
profundamente admirado por Cézanne.
Paul Cézanne, Bodegón con manzanas y naranjas, 1895 |
Pero su vida en Provenza le hace ser un artista completamente independiente de los impresionistas y su
foco de actuación, París. En 1886, habiendo muerto su padre y contraído
matrimonio con Hortense, consigue por fin la estabilidad económica gracias a la
herencia, aunque sin cambiar sus convicciones ni su aislamiento. Llega a romper
su relación con uno de sus pocos amigos de la infancia, el escritor Émile Zola.
Seguirá exponiendo sus obras de manera limitada, pero
acontecimientos posteriores harán que se
encierre cada vez más en sí mismo, sobre todo al empezar a padecer
diabetes, motivo por el que se aleja de su mujer y de su hijo.
Paul Cézanne, Los jugadores de naipes, 1892-95 |
Será en 1895 cuando exponga por primera vez en solitario
gracias al marchante de arte Ambroise Vallard.
A partir de este momento, sus obras empiezan a revalorizarse, se reconcilia con
Hortense e inicia la famosa serie de la
montaña Sainte-Victoire, convirtiéndola en el personaje principal de sus
pinturas. Aunque empieza a alcanzar la fama y muestra algunos de sus cuadros en
la Exposición Universal de 1900, sigue prefiriendo trabajar en soledad, quedándose en un estudio que se construye en
Provenza desde donde podía contemplar su querida montaña.
Para 1903, su obra ha alcanzado por fin todo el prestigio
que merecía y el año siguiente, el Salón
de Otoño le dedica una sala entera, exponiendo más de 30 de sus cuadros. Le
visitan una gran cantidad de artistas jóvenes que quieren aprender y recibir
consejos del maestro.
Paul Cézanne, Montaña de Sainte-Victoire, 1897 |
En el otoño de 1906, después de pintar varias horas bajo
una fuerte tormenta, cae enfermo y muere de neumonía el 22 de octubre, pensando
que abandonaba este mundo sin discípulos, sin
nadie que continuara su corriente. Pero no podía estar más equivocado.
La pintura de Cézanne rechaza el estilo impresionista en
favor de las formas, quiere pintar la
realidad tal como la ven y la entienden sus ojos, quiere buscar un
significado más profundo, un arte firme que no idealice lo que está
representado. Por este motivo, afirmaba: “Quiero hacer del impresionismo algo
sólido y perdurable como el arte de los museos”.
Para llegar a esa verdad, a esa realidad, observa los
objetos una y otra vez desde diferentes ángulos y puntos de vista. En
definitiva, la forma va a ser su
preocupación central y su obsesión: “Todo en la naturaleza se modela según
la esfera, el cono, el cilindro. Hay que aprender a pintar sobre la base de
estas figuras simples; después se podrá hacer todo lo que se quiera”.
Se detenía en cada detalle del paisaje que pintaba,
llegando a interesarse por sus cualidades geológicas, esa es la realidad que
quiere captar, valiéndose solo de la forma y el color: “Cada pincelada que doy
es como un poco de mi sangre mezclada con la sangre de mi modelo, en el sol, en
la luz, en el color”.
Paul Cézanne, Montaña de Sainte-Victoire, 1902-04 |
Una vez que tiene la forma y el color llega el problema
de la composición, consiguiendo captar los volúmenes desde varias perspectivas simultáneamente. Cézanne logra de esta manera
una nueva percepción de la profundidad,
una perspectiva diferente que rompe con los cánones renacentistas y que
alcanzará su punto álgido con el cubismo,
creando una dimensión del espacio completamente inédita, sin artificios.
A menudo se divide la obra de de este inclasificable
artista en cuatro períodos: un primer período
oscuro (1861-1870), mientras reside en París y que se caracteriza por el
uso de una paleta en la que predomina el negro; un período impresionista (1870-1878), a caballo entre Provenza y
París, donde se nota la influencia de Pisarro, los colores brillantes y la
pincelada fugaz para representar paisajes; un período de madurez (1878-1890), cuando fija su residencia
definitiva en Provenza, rompe con los impresionistas, realiza la serie de la
montaña de Sainte-Victoire y su evolución artística da paso al protagonismo de
las formas; y un período final
(1890-1905), en el que se centra en sus géneros favoritos: bodegones, retratos,
paisajes y estudios de bañistas.
Es este último período el que se considera el germen para la pintura cubista.
Cézanne logra solamente a través del color representar la luz y las formas,
consiguiendo volumen a través de unas pocas pinceladas. Su perfeccionismo era
tal, que nunca llegaba a estar satisfecho del todo y dejaba muchas de sus obras
inacabadas debido a su frustración de no lograr representar lo que quería.
Paul Cézanne, Las grandes bañistas, 1906 |
Pero eso no es lo que pensaban los jóvenes pintores que
tomaron su relevo pues, a pesar de que Cézanne murió pensando que no había
conseguido discípulos, sin él artistas
como Picasso, Braque o Léger no habrían podido continuar su labor y alcanzar
los ideales cubistas. Léger dijo en una ocasión: “A veces me pregunto qué sería
de la pintura actual sin Cézanne. Él me enseñó el amor por las formas y los
volúmenes y me hizo concentrarme en el dibujo. Entonces presentí que este
dibujo debía ser rígido y nada sentimental”.
Picasso afirmaba
que era su único maestro, que sus cuadros
le habían acompañado toda la vida y que lo había estudiado año tras año. Era
tal la admiración que el pintor malagueño sentía por su mentor que se compró el
castillo de Vauvenargues, situado en la falda de la montaña de Sainte-Victoire,
donde Picasso fue enterrado, mostrando la importancia y la estrecha relación
que llegó a tener Cézanne con su obra, además de la absoluta devoción que
sentía por el que consideraba que era “el
padre de todos nosotros”.
Artistas de la talla de Pablo Picasso sería el discípulo
con el que Cézanne llevaba soñando toda la vida, y su huella se puede descubrir en muchas de las obras cubistas más
extraordinarias de la Historia del Arte.
Autora| Begoña Ibáñez Moreno
Vía| Begoña Ibáñez Moreno
Imágenes| WikiArt
Edición| José Antonio Cabezas
Vigara
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