Las calzadas
romanas fueron una de las obras de ingeniería más importantes realizadas en la
Antigüedad
Imagen de la Vía Apia |
Las calzadas romanas fueron una de las obras de
ingeniería más importantes realizadas en la Antigüedad pues provocaron una
revolución en el transporte terrestre, hasta entonces relegado en un segundo
plano. Hoy en día, casi a diario transitamos por autopistas, autovías o
carretera, etc. son ejes fundamentales
para nuestro sistema socioeconómico y cultural. Esto no siempre fue así (de
fácil). En la Antigüedad el transporte terrestre representaba una auténtica
odisea, pues no había infraestructura alguna que lo facilitara.
No existían carreteras como tales, sino modestos caminos
vecinales o de ganado de poca importancia, que no estaban diseñados para
soportar un elevado tráfico de mercancías.
Si bien los Minoicos ya desarrollaron una incipiente red
de carreteras, en Creta, hacia el siglo XV a.C.; no fue hasta el auge de la civilización romana cuando se
crea una verdadera red viaria, planificada y ejecutada por el estado, a lo
largo de todo el territorio romano.
Se trataba de obras
de ingeniería que sirvieron como principal eje romanizador: la cohesión del
territorio, la vertebración económica y la difusión de ideales políticos,
artísticos y religiosos fluyeron por estas vías.
La principal motivación por la cual Roma diseñó todo un
sofisticado enjambre de calzadas respondía a una cuestión política. Se trataba de articular todo el territorio
para ser gobernado y controlado.
En definitiva, se trataba de que a lo largo de las calzadas
circularan las legiones, y las órdenes, con la mayor rapidez posible, en
especial, bajo una potencial amenaza extrafronteriza.
Esta misma motivación llevó a EE.UU. a construir su
extensa red de autopistas federales, en plena Guerra Fría, facilitando así el
transporte de sus tropas de un extremo al otro del país, en caso de un eventual
ataque por parte de la Unión Soviética.
Los romanos construyeron, desde el año 312 a.C., y
durante más de 700 años, más de 100.000 kilómetros de vías que interconectaban
todo su territorio de dominio, con Roma, y más concretamente con el Foro: el
epicentro del poder romano. Allí se encontraba el kilómetro cero y desde donde
partían todas las carreteras hacia los confines del imperio.
En tiempos del Imperio, se creó una especie de servicio
de correos bajo poder imperial, en el que, mediante puestos de control y
recambio de caballos y carruajes, los mensajes entre provincias y el emperador
viajaban más rápidamente que el resto de comunicaciones.
Encontramos tres tipos de vías romanas. En primer lugar, había
aquellas construidas y gestionadas por el Estado. Las llamadas vías públicas o militares. En sus
orígenes su función y uso era exclusivamente militar, para facilitar el tránsito
de las legiones. Una vez el territorio fue dominado y pacificado, pasaron a ser
también de uso civil y comercial, eso es, uso público. En segundo lugar, se
encontraban aquellas vías de menor longitud e importancia, que enlazaban zonas
rurales y pueblos. Sería un equivalente a las actuales carreteras comarcales. Finalmente,
había las vías dentro de una misma propiedad, eso es, interconectaban las
grandes extensiones de terreno de una villa. Se trataba de vías privadas.
Centrándonos en el primer tipo de vía, el más importante y
el de mayor calidad, los legionarios romanos cavaban un foso de unos 90 cm. de
profundidad que era rellenado con piedras grandes lo más comprimidas posible.
Sobre ellas ponían una capa de piedras más pequeñas, a menudo mezcladas con
mortero para impermeabilizarla. Sobre esta, colocaban una capa de grava
prensada lo más posible. Finalmente, en las calzadas más importantes (y las que
recibían mayor tráfico de vehículos y mercancías) colocaban piedras
perfectamente encajadas y niveladas.
Los ingenieros romanos siempre intentaban seguir unas mismas
pautas: intentar superar las montañas por el collado más bajo, por las laderas
más soleadas (para evitar problemas derivados de la humedad), y cuidando las
pendientes. Para salvar los obstáculos más difíciles, se proyectaban y
construían puentes, se excavaba en la roca, para los túneles y se desecaban
terrenos, cuando era necesario, y, sobre todo, se tenía una clara preferencia por la línea recta, siempre y cuando
fuese posible (en la Vía Apia, la calzada más antigua, se encuentran tramos de
hasta 90 Km. perfectamente rectos).
Como curiosidad, cabe destacar que los técnicos romanos
siempre respetaron una pendiente máxima del 8%. La construcción de carreteras se planificaba directamente desde Roma,
pues se trataba de un asunto de carácter estratégico de gran importancia. Las
autoridades locales no tenían ninguna potestad al respecto.
Las obras eran financiadas con recursos del erario
público mayoritariamente, aunque algunos tramos podían ser financiados con
fondos procedentes de particulares y personajes ilustres que actuarían como
mecenas, adquiriendo así prestigio y notoriedad, indispensable para progresar
en la carrera política.
Por las vías romanas circulaban todo tipo de vehículos,
unos lentos y pesados para el transporte de mercancías, otros rápidos y ligeros
para el transporte de personas. Para favorecer el descanso de los viajeros, los
romanos desarrollaron diversos tipos de establecimientos: las mutationes, destinadas únicamente al
descanso, avituallamiento y cambio de caballos, las tabernae y las mansio.
Éstas últimas eran lugares de descanso, controlados por la administración
romana, mucho más confortables, con otros servicios como los baños termales,
para cuya estancia era requerido un salvoconducto oficial.
Para medir las distancias, desarrollaron unos hitos de piedra de forma
cilíndrica (los miliarios). No solo
servían como señalización viaria, sino que también contenían otra serie de
información como la época de construcción, el nombre del emperador o las
reparaciones realizadas en la vía. Los Miliarios se colocaban cada 1480 m., que era la longitud
correspondiente a una milla romana. En una típica jornada se
podía cubrir una distancia de 16 millas (24 Km.).
Con la desarticulación del imperio romano, las carreteras, aunque con menor
medida, siguieron siendo utilizadas, pero ya sin ningún tipo de mantenimiento
ni gestión, por lo que aquellos tramos que requerían mayor inversión como los
puentes quedaron en ruinas.
No fue hasta el
siglo XVIII, cuando de nuevo, desde los diferentes estados en Europa, se
tomaron medidas para promover la construcción de nuevas vías.
Hoy en día, muchas
de las más importantes carreteras que cruzan Europa tienen su origen en una
calzada romana, así como numerosos pueblos y ciudades fueron originalmente
simples posadas o puestos de control o repuesto de importantes vías romanas,
que a lo largo de los siglos fueron desarrollándose y creciendo.
Paralelamente, como prueba de su calidad constructiva y
resistencia, una parte importante de tramos de calzadas siguen siendo
utilizadas aún hoy en día, con total normalidad, por el tráfico rodado, sobre
todo en zonas urbanas.
Autor|
Víctor
Bertran Cortada
Imagen|
Wikipedia
Edición|
José Antonio Cabezas Vigara
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