Los viajes en la Antigüedad

Los viajes en el mundo antiguo fueron mucho más habituales de lo que a menudo pensamos. Fueron varios los motivos que impulsaron a aventureros a emprender viajes, siendo los de carácter comercial, militar, político y religioso los más importantes, sin olvidar un incipiente tipo de viaje: el de placer o turismo.


Recreación del Periplo de Pitheas

Hoy en día, en un mundo tan globalizado y en el que las distancias se han empequeñecido, no es tarea fácil imaginarnos el grado de aventura, riesgo, incomodidad, tiempo y coste que conllevaba cualquier viaje en la antigüedad. Los viajes comerciales son probablemente los más antiguos, pues ya en la Edad de Bronce existían intercambios y desplazamientos de pequeños grupos que transportaban materias primas y productos confeccionados.

Las rutas terrestres, a lo largo de los grandes ríos europeos, eran una buena alternativa a las rutas marítimas, que tenían un mayor riesgo. Pronto, las civilizaciones minoica y micénica se fueron adueñando del comercio mediterráneo, erigiéndose como los primeros señores del mar.

Los egipcios también se interesaron por visitar países exóticos con motivaciones comerciales. Materiales como el incienso o la mirra atrajeron la atención de mercaderes ávidos por ganarse el honor y las ganancias ante el faraón. Con la llegada de los fenicios, las aventuras comerciales cobraron mayor envergadura. Fieles a su merecida fama de buenos navegantes y comerciantes, adquirieron conocimientos de las mejores rutas a seguir por el Mediterráneo, guardándolas en un estricto secreto para mantener su hegemonía y monopolio de rutas tanto hacia el oriente como el occidente. A partir del siglo VIII a.C., los griegos se lanzaron a la aventura de ultramar, amenazando así la hegemonía fenicia. En poco tiempo, el Mediterráneo se convirtió en un lago helénico. Una gran cantidad de expediciones continuadas fueron impulsadas desde Grecia.

Los mapas, a diferencia de hoy, tenían muy poca utilidad como guía pues suponían básicamente un reto a nivel intelectual para los filósofos griegos del siglo VI a.C. Es a partir de la Edad Media cuando adquieren su importancia. Debido al importante desconocimiento cartográfico del mundo conocido, los viajeros requerían de conocimientos prácticos, que fueron puestos por escrito en forma de “periplos”. Éstos eran relatos destinados a marineros en los que se describían los principales accidentes costeros y rasgos de los países respectivos de la ruta.

Las expediciones militares fueron también un importante factor que propició los viajes en la Antigüedad. De hecho, suponían una de las mejores ocasiones para viajar y conocer tierras extrañas. En este caso, la frontera entre una expedición militar y razzia de piratería era muy difusa. Por encima de todas, destacan las expediciones militares de Alejandro Mango en el siglo IV a.C. Se trató de una aventura que se convirtió en una experiencia vital inolvidable para sus componentes. Las Conquistas de Alejandro supusieron la apertura de nuevos horizontes geográficos que expandieron el conocimiento del mundo habitado.

Igualmente, las conquistas sistemáticas llevadas a cabo por las legiones romanas, a partir del siglo III a.C., en casi toda la Europa Occidental, hicieron accesibles a los viajeros y geógrafos griegos recónditos rincones interiores. Hasta el propio general Julio César, en sus conquistas en la Galia, aunó su genio militar con el talento literario y cierto sentido de la crónica.

Los viajes por actividades de gobierno de los grandes Imperios supusieron iniciar un juego diplomático de desplazamientos de embajadores y legados con carruajes a lo largo de las calzadas. Las culturas minoica y micénica dedicaron un gran esfuerzo en pavimentar cómodas vías terrestres, con seguros puntos de descanso y aprovisionamiento. Sin embargo, más avanzados fueron los persas, que instalaron albergues gubernamentales, formando un sofisticado sistema postal, sólo abierto a correos oficiales, a través de las vías anteriormente trazadas por los asirios.

La religión en el mundo antiguo estaba siempre presente, ya sea en el ámbito público como en el privado. En la Antigua Grecia, al deseo de acudir a las grandes manifestaciones panhelénicas que se celebraban en los grandes santuarios griegos, se añadía el de viajar en búsqueda de consejo que ofrecían los oráculos, sea en Delfos como Dodona.

Egipto, desde muy temprano, despertó la atención de propios y extraños, gracias a sus magníficas construcciones de piedra. Podríamos calificarlo como el inicio de los viajes turísticos. En casi todos los rincones del mundo antiguo la admiración por Egipto estaba presente, desde los comerciantes cretenses hasta los griegos helénicos.  No obstante, el viajar por placer es un tipo de viaje que sobre todo se da en la literatura griega, a diferencia del Antiguo Oriente.

Los grafitis en los monumentos, al igual que incívicos turistas de hoy, testimoniaban una intensa afluencia turística en Egipto. Las capitales culturales como Alejandría, Atenas o Roma acapararon también la curiosidad y admiración de muchos visitantes extranjeros.

Se considera a Heródoto como el autor viajero por excelencia, reflejando en su obra sus propias experiencias. Destaca la extensión de su obra, los detalles de sus viajes -en especial en Babilonia y Egipto-, la pasión y el afán de conocimiento plasmado en sus investigaciones, informando al lector, pero al mismo tiempo entreteniéndole.

A partir de ahí, aparecieron lo que podríamos calificar como las primeras guías de viaje, que recogieron lo que los poetas y novelistas griegos plasmaban.

Imagen| Wikipedia

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