Satanás, figura contrapuesta a Cristo
en el arte sacro medieval
El Diablo Sostiene el Misal de San Wolfang, Michael Racher, siglo XV |
Han
transcurrido más de 3000 años desde que se comenzaran a escribir las primeras
páginas de la Biblia y, desde entonces, el diablo, como encarnación del mal, ha
estado presente en el imaginario colectivo cristiano. El arte sacro medieval no
fue ajeno a la influencia “satánica”, alcanzando su máxima expresión durante el
siglo XII y en la representación del Juicio Final.
El diablo judío
En
torno al 200 a.C. los escritores del Apocalipsis Judío, influidos por los
persas seguidores de la religión dualística del Zoroastrianismo, comenzaron a
preocuparse profundamente por el problema del mal. Satanás era el nombre que más se prodigó en el Antiguo Testamento,
pero no era el único, otros nombres que encarnaban el mal fueron Belial,
Azazel, Masterma y Stanail. El término diablo llegó con las traducciones
griegas de las antiguas escrituras con el término “diabolos” (calumniador). En
el Nuevo Testamento el papel de Satanás es el de oposición al género humano y
al propio Dios.
El primer Satanás
Esta
imagen del diablo tuvo impacto en la mente de los artistas que se afanaban por
representar escenas bíblicas. Pero hay
que esperar hasta el siglo VI d.C. para encontrar una primera representación de
Satanás, concretamente en un mosaico situado en la iglesia de San Apollinaire Nuovo de Rávena. En
esta representación se presenta a Satanás vestido de rojo, parado frente a
Cristo. La elección del color rojo por parte del autor del mosaico de Rávena
tuvo gran influencia posterior. Posiblemente, tal y como destaca Jeffrey Barton
Russel, este color rojo fuera tomado
del dios egipcio Seth, símbolo de la sangre y el fuego, del desierto, de las
malas cosechas y del hambre. El rojo se convirtió, junto con el negro, en el
color del diablo.
Para
el artista medieval, el diablo tiene
forma grotesca, combinando la figura de un hombre de rostro malvado y la de
una bestia. Se trata de figuras inconfundibles, caracterizadas por una larga
cola, cuernos, piel negra y ojos oscuros. Otro rasgo habitual era la de tener un
segundo rostro, situado en la parte baja delabdomen, en el lugar que debieran
ocupar los genitales. Para el hombre medieval, el aspecto exterior refleja la
imagen del alma. No se conciben almas atormentadas con resto bello y afable ni
almas bellas con apariencia externa monstruosa o deforme.
El esplendor del siglo XII
Es
especialmente durante el siglo XII donde se aprecia un mayor interés por la
representación del diablo. Los artistas de la época tenían predilección por una
escena en concreto: la caída celestial
de Satanás y de los ángeles rebeldes. Conforme los ángeles y Satanás van
cayendo del cielo se van ennegreciendo y les van creciendo las zarpas y garras,
las narices se vuelven picos y las bellas alas angelicales se tornan alas de
murciélagos. Esta escena se prodiga en
las representaciones del Juicio Final.
Los
demonios son representados como antítesis de los ángeles, si éstos eran los
representantes de Dios en la Tierra, aquellos ejercían una función homóloga en
favor de Satán. Asimismo, los artistas del medievo se apoyaron en los Siete Pecados Capitales para demostrar
a los fieles cuál era el “modus operandi” de Satanás. Cada pecado capital se
representaba en contraposición a la virtud contraria.
El infierno
De
acuerdo con las Sagradas Escrituras, el infierno es el destino final de
aquellos que dejaron de lado en vida a Dios y a Cristo. Los artistas medievales
buscaban plasmar “el llanto y rechinar dedientes” del Evangelio de San Mateo.
La caldera del diablo aparece plagada de gusanos, monstruos y alimañas. El
infierno se representa como contraposición
al Paraíso, donde el sufrimiento extremo de los condenados contrasta con la
tranquilidad y la belleza de los rostros de los elegidos.
Autor| Óscar Hernández Hernández
Imagen| Opac
Edición|
José Antonio Cabezas Vigara
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