El mal de San Lázaro, enfermedad
física y social
La
lepra es una de las enfermedades conocidas más antiguas, existiendo numerosas
referencias a ella en el Antiguo Testamento. Se trata de la enfermedad medieval
por excelencia. Además de los terribles efectos físicos, los leprosos del
Medievo tuvieron que sufrir las no menos brutales consecuencias sociales y psicológicas
derivadas de la enfermedad.
La
enfermedad
En el imaginario
colectivo del medievo se atrincheran las terribles imágenes de los estragos que
causó una de las epidemias más mortales conocidas por la Humanidad, la Peste Negra, que asoló Europa en el siglo
XIV y que acabó con la mitad de la población.Pero esta enfermedad no fue la
única epidemia que azotó la Europa Medieval. La enfermedad medieval por
excelencia fue la lepra, también
conocida como el mal de San Lázaro,
una de las enfermedades más antiguas que se conocen, anterior incluso a los
tiempos históricos. Pero es en la Europa medieval donde adquiere su mayor
importancia histórica.
Desde el siglo XIX sabemos que la lepra es una enfermedad crónica causada por bacilo Mycobacterium
leprae. Se trata de una enfermedad poco contagiosa a la que sólo un
5% de la población está expuesta y cuyos
síntomas tardan años en manifestarse. Eso sí, estos hacen su apareció lo hacen
de forma cruel, a través de la deformación de articulaciones, la ceguera yla fascies
leonina (infiltración de la piel de la cara que recuerda a la de los leones).
El
castigo social
Para
la mentalidad medieval, la lepra era considerada algo sucio, un castigo de Dios, lo que provocaba que,
a los estragos propios de la enfermedad, el leproso debiera sumarle el rechazo
social y la carga psicológica de recibir un castigo divino por los pecados
cometidos. La enfermedad era la consecuencia de la maldad y la lascivia. En Francia se registraron casos de
acusaciones contra los leprosos por envenenamiento de pozos de agua que
culminaron en sacrificios en la hoguera, corriendo de esta forma los leprosos
la misma suerte que judíos y herejes.
Las
ideas medievales sobre la lepra llegaron de los escritos bíblicos, muchas veces
plagados de errores y de confusiones con otras enfermedades como el vitíligo.
Según el Antiguo Testamento, los
leprosos debían ser apartados de la sociedad. La Biblia influyó notablemente en
la concepción de la enfermedad en la Edad Media. La lepra se consideraba una
enfermedad incurable. En toda Europa se crearon más de 19.000 leproserías
durante los siglos más álgidos de la enfermedad (siglos X al XIII).
La
enfermedad era diagnosticada por un médico, un sacerdote o, incluso, por el
barbero del pueblo.El diagnóstico (iudicium
leprosorum) era un acto muy relevante por sus consecuencias para el enfermo,
pero, en ocasiones, el mero rumor de que una persona tenía la enfermedad, podía
ser motivo suficiente para que el enfermo fuera recluido en una leprosería.
Había varias formas de averiguar si la enfermedad estaba presente. La más común
consistía en pinchar con una aguja al enfermo o verter agua gélida sobre su
piel. La no reacción ante dichos estímulos era señal inequívoca de la presencia
de la enfermedad. También la disolución inmediata de tres granos de sal en la
sangre del enfermo era una señal indudable de la presencia del mal.
Miniatura medieval que representa a un leproso lisiado sentado con una campana |
La
atención a los leprosos y su curación se convirtió en una de las vías más rápidas
de acceso a la santidad. Entre otros, San Francisco de Asís y Santa Catalina de
Siena, labraron su camino hacia la canonización lavando y atendiendo a los
enfermos aquejados del mal de San Lázaro.
El
leproso no era sólo apartado de la sociedad, sino que también podía perder
todos sus bienes. La lepra incluso podía constituirse en causa de divorcio.
Además, a los leprosos, se les prohibía hablar con los sanos, entrar en
iglesias, mercados y plazas. Tampoco podían ser enterrados en cementerios
públicos. Estaban obligados a avisar de
su presencia haciendo sonar una campanilla a su paso. Asimismo, debían portar
una capa gris que les identificara en los caminos.
Las leproserías se convertían en una suerte
de muerte en vida para los leprosos. Las consecuencias psicológicas de la
marginación y el aislamiento podrían ser incluso más devastadoras que las taras
físicasasociadas a la propia enfermedad.
El
tratamiento
Uno de
los tratamientos principales contra la lepra era la aplicación de sanguijuelas sobre las heridas abiertas
por la enfermedad. También era muy común el uso de la flebotomía, consistente en practicar un corte de las venas para
“limpiar” el bazo y el hígado. La sangre extraída era utilizada para preparar
ungüentos para el propio enfermo. Siguiendo las enseñanzas de Avicena y Galeno,
también se utilizaba la carne de serpiente, atendiendo a la creencia de que un
veneno expulsa a otro.
Alrededor
de 1.400 la lepra comenzó a remitir, dejando paso a otras enfermedades
epidémicas tan mortales como la tuberculosis o la Peste Negra, que campaban a
sus anchas en el hacinamiento de las ciudades occidentales.
Amo Karlen expuso dos teorías sobre la relación
de la lepra con la peste y con la tuberculosis. La primera teoría sostiene que
la debilidad inmunológica de los leprosos provocó su rápida desaparición
durante los primeros azotes de la Peste Negra. La segunda teoría relacionada la
capacidad del bacilo de la tuberculosis como “vacuna” contra la lepra.
A
mediados del siglo XVI la mayor parte de las leproserías europeos habían
cerrado sus puertas o se habían reconvertido en hospitales para pobres.
Autor| Óscar Hernández Hernández
Imágenes| Wikipedia
Edición| José Antonio Cabezas
Vigara
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