Curar con la magia de la palabra

El poder mágico de la palabra con fines terapéuticos en el mundo antiguo

Curación por el sueño. En la cabecera del lecho de una mujer enferma aparecen Asclepio, que le impone sus manos, y su hija Higiea. La escena corresponde a un relieve votivo procedente del santuario de este dios en El Pireo, fechado hacia 400 a.C.

Que la medicina en el mundo antiguo griego y romano gozó de una amplitud y variedad nada desdeñable en sus diagnósticos y tratamientos es por todos conocidos. Basta dar una vuelta por cualquier museo arqueológico y fijarnos con detalle en el instrumental quirúrgico o de exploración que conservamos, así como en los numerosos textos sobre diagnóstico y tratamiento de enfermedades. Igualmente, la farmacopea en el mundo clásico fue amplia y variada, incluso recuperada por algunos movimientos relacionados con la naturopatía hoy en día.


Nos deslumbra bucear por los tratados conservados y leer con asombro y admiración la exactitud y acierto en la forma de diagnosticar, pero ello nos puede conducir a una visión sesgada del mundo clásico, en la que imaginemos que todos sus habitantes conocían las maravillas de su medicina, pensando que se ejercitaba de un modo similar al actual, o que tenían incluso acceso a la misma. Esto no es así. Es una de las múltiples imágenes idealizadas que tenemos del mundo antiguo.  La realidad es bien distinta. Y en esa realidad, lo "mágico", casi poético, tiene cabida.

La epodé o palabra con fines terapéuticos

¿De qué hablamos cuando nos referimos a la plegaria o la palabra con fines terapéuticos? En el mundo antiguo tuvo dos versiones: por un lado, como epodé, y por otro como exorkismos que, si bien presentan cierta identidad de fondo por su poder vinculante, tienen bastante diferencia en su expresión formal, en sus fines y en la noción básica que las sustenta.

El exorcismo, en la forma en que nos es conocido en Grecia, es de aparición tardía y responde a una concepción demoníaca de la enfermedad: su finalidad es netamente expulsatoria y en consecuencia la fórmula en que se expresa, cuya parte fundamental es la conminación a la salida, adopta formas muy distintas de la otra versión, en la que nos queremos centrar en este artículo: la epodé.

La epodé, es la palabra mágica en forma de ensalmo, cuya eficacia proviene de "encantar" o "seducir" el ánimo de las potencias divinas e invisibles que gobiernan el proceso cuya modificación se persigue. Ésta es la razón por la cual la fórmula verbal del ensalmo griego no suele ser una palabra secreta, sino una expresión funcional más o menos adecuada a la naturaleza del fin que pretende alcanzar.

Lo que caracteriza fundamentalmente a la palabra mágica, la epodé, es que una vez salida de los labios de quien la pronuncia, cobra una entidad autónoma e independiente, dando cumplimiento inexorable a su contenido. No estamos hablando de fórmulas nacidas del imaginario popular sin ninguna base. Lo curioso de la epodé es que para que funcione, ha de existir un conocimiento previo de la enfermedad y curación a la que se está invocando. El conocimiento es poder (bien por nombrar a quien descubrió las propiedades de una planta, bien por aquél que describió la enfermedad y su forma de curarla...). Como conocer es poder, es fundamental emplear el nombre verdadero de las cosas, ya que entre estas y sus denominaciones existe una relación de esencia. La magia de la epodé consiste en que conociendo exactamente lo que se quiere tratar y la fórmula adecuada para ello, el hecho de pronunciarla bien, la convierte en sí misma en un elemento de curación.

Sin duda, recuerda mucho a las fórmulas encontradas en los papiros mágicos de Egipto, en cuyas súplicas de fórmulas mágicas encontramos la creencia de que la curación mítica procede de invocar al dios semejante a la curación que se pretende realizar.

Secuelas del combate. La curación de las heridas de guerra impulsó el desarrollo de la medicina. En la imagen, Aquiles vendando las heridas de Patroclo durante la guerra de Troya. Copa de Sosias, siglo V a.C.

Ejemplos de epodé

Desde Homero encontramos referencias constantes a la epodé como medio de curación. En numerosas ocasiones en sus textos aparece, como por ejemplo al curarle a Ulises la herida que le hizo un jabalí, habla de que le vendaron la herida, y con una epodé contuvieron la sangre negra. Raro es el texto griego en el que no encontremos referencias a estos ensalmos acompañando cualquier medida curativa.

Podemos poner algunos ejemplos curiosos.

- Contra la fiebre: escribir la palabra gorgophonas diez veces, con una letra inicial de menos, en renglones sucesivos, hasta formar un triángulo rectángulo cuyos vértices son g, s, s. Esta epodé se suponía eficaz contra la fiebre.
-Para el dolor de dientes: según Marcelo Empírico, repetir siete veces argidam, margidam, sturgidam.

- Contra el insomnio: incluso Galeno, el médico por antonomasia, referente durante siglos de la medicina occidental y cuya obra, De locis affectis (Sobre la localización de las enfermedades), se ha constituido durante siglos como baluarte de la medicina en el mundo clásico, habla en su obra de una de éstas epodé contra el insomnio. En su caso, escribir en una hoja de laurel konophon brachereon o una serie de letras mágicas y colocarlas debajo de la almohada.

¿Cuentos de viejas o visión integral de la curación del paciente?

Destacar que incluso Galeno, quien siempre se mostró especialmente crítico con este tipo de prácticas, finalmente tuvo que darles al cabo del tiempo el reconocimiento de tener una virtud. Ya no habla de los ensalmos como "cuentos de viejas", sino como prácticas con efectos evidentes, llegando a hablar de una dynamis en ellos. Él mismo refiere haber comprobado su utilidad en picaduras de serpientes o en otro tipo de incidencias, otorgando consuelo al paciente y contribuyendo notablemente a su mejoría.

¿Será esta concesión por parte de los médicos más reputados de la antigüedad una primera visión global e integradora de las necesidades no sólo físicas, sino también espirituales del paciente? Si no reconocen el poder curativo per se del ensalmo, pero reconocen cómo pueden ser de gran ayuda para calmar las manifestaciones de enfermedad de los pacientes, ¿se darían cuenta ya de que la curación no consiste sólo en actuar sobre los efectos físicos y mensurables de la enfermedad?

Es probable que tengamos que seguir aprendiendo y reflexionando sobre la sabiduría, escrita y entre líneas, que nos ha dejado la Historia...

Bibliografía

- Gil, Luis, Therapeia. La medicina popular en el mundo clásico, Madrid, Triacastela, 2004.

- Galeno, Sobre la localización de las enfermedades, Madrid, Gredos, 2002.

- Laín Entralgo, La curación por la palabra en la Antigüedad Clásica, Barcelona, Anthropos, 2005.

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