A pesar de sufrir
una dolorosa enfermedad, llenó su vida de luz gracias a su estilo folclórico
Maud Lewis en su querida casa de Marshalltown |
La querida artista canadiense Maud Lewis encarna la personalidad más clara del arte folk, pues su pasión surgió de
forma espontánea y completamente autodidacta, sin ningún tipo de preparación
académica.
Nacida como Maud Dowley el 7 de marzo de 1903 en South
Ohio, Nueva Escocia, tuvo una infancia marcada por diversas dificultades, ya
que desde muy pequeña empezó a desarrollar una artritis reumatoide juvenil, motivo por el cual tuvo que abandonar
el colegio y quedarse en casa con sus padres.
Maud y su marido, Everett Lewis, en la puerta de su hogar |
Será en estos años cuando comience a florecer su
vertiente artística gracias a la figura de su madre, que la introduce en el
mundo de la música y la pintura. En estos primeros momentos realiza pequeñas tarjetas navideñas en acuarela
para venderlas, siendo este el inicio de una carrera que aun estaba por llegar.
En 1928, tras una fugaz relación amorosa con Emery Allen,
Maud da a luz a una niña, Catherine. Sin recursos e incapaz de criarla sola
opta por dar a su hija en adopción y ella vuelve a casa de sus padres, pero su
situación no hará sino empeorar cuando en 1935 muera su padre y dos años más
tarde también su madre, circunstancias que la llevarán a vivir con su estricta tía en la localidad de Digby tras vender su
hermano el inmueble familiar y dejarla sin ninguna ayuda económica.
Maud Lewis, Tres gatos negros, 1955 |
El aspecto de Maud hacía que su tía la tuviera
sobreprotegida y encerrada en casa: con la espalda encorvada, la cabeza
inclinada y las manos deformadas, eran muchas las burlas y abusos que sufría e
incluso consideraban que tenía algún tipo de discapacidad intelectual.
Pero lejos de esa impresión, Maud, además de inteligente,
nunca se rindió ante la adversidad que la rodeaba y siempre tenía una sonrisa para cada nuevo obstáculo
que se le presentaba. A pesar de la insistencia de su tía para que abandonara
la pintura, su mundo interior se iba enriqueciendo cada vez más, hasta que se
le presenta la oportunidad de escapar de ese lugar que la estaba ahogando.
Ansiando conseguir una vida libre e independiente,
responde a un anuncio de un pescador
local que busca a alguien para que le ayude con las tareas del hogar en su
diminuta casa de Marshalltown. De
esta manera, Maud se planta en la vivienda de Everett Lewis dispuesta a conseguir el empleo, sin asustarle el
carácter huraño y poco agradable que su nuevo patrón tuviera.
Maud Lewis, Tala en invierno, 1965 |
Sin embargo, lo que comienza siendo una relación laboral
acabará por convertirse en una peculiar
historia de amor y, contra todo pronóstico, Maud y Everett se casan el 16
de enero de 1938. Previo al matrimonio, ella ya había empezado a usar la casa donde vivían como su lienzo
particular, pintando las paredes y las ventanas con el fin de hacer su
entorno algo más alegre.
Es aquí cuando asistimos a la explosión artística de esta
pintora, que plasmaba lo que veía y
conocía, la naturaleza que la rodeaba, dando a sus paisajes todo el color que ella no tenía en su vida
real. Se trata de un dibujo sencillo, sin ninguna clase de sombreado ni
complicaciones, pero un estilo que no deja de ser brillante en su simplicidad.
Su fama aumentará cuando empiece a acompañar a su esposo
en los repartos de pescado, pues va regalando a los clientes pequeñas tarjetas
que ella misma había dibujado. Estas creaciones se van haciendo populares y
será su marido quien la anime a pintar
para que venda sus propias obras.
Maud Lewis, Vaca y coche, 1967 |
El prestigio de Maud seguirá aumentando y convierten su
casa en lugar de exposición y tienda,
donde acuden todos los que quieren conocer su trabajo o adquirir algún
original. Sus cuadros, llenos de colores
vibrantes, recreando escenas al aire libre llenas de animales, tanto
paisajes nevados como plagados de flores, alcanzarán la celebridad sin moverse
de su hogar en Marshalltown, pues a pesar de las ganancias que estas ventas le
reportaban a ella y a su marido, nunca
abandonaron esta pequeña vivienda que se había convertido en todo un
reclamo para acercarse a la labor que desempeñaba la artista folk más querida
de Canadá.
Su artritis no le impidió ser una pintora trabajadora y
prolífica, experimentando con diversas superficies, ya fueran las paredes de su
casa, cristal, cartón e incluso cajas de galletas.
La gente se detenía a pie de carretera para admirar las
creaciones de Lewis y comprar alguno de sus cuadros por unos dos o tres
dólares. Pero la fama nacional le
llegará gracias a un artículo publicado en la revista Star Weekly en 1964 y un año después aparece en un programa de
televisión de la CBC, que muestra cómo vive y dónde trabaja.
Ya entrada la década de los 70, su reconocimiento se
extenderá hasta la Casa Blanca cuando el presidente
Richard Nixon, declarado fan de su obra, compre dos de sus cuadros por
valor de más de 16.000 dólares.
Interior de la vivienda del matrimonio Lewis, que Maud convirtió en su mejor lienzo |
Pero a Maud, aquejada cada vez más de la artritis y con
las manos cada vez más deterioradas, le era bastante difícil cumplir con todos
los encargos que recibía, ya que cada vez le resultaba más imposible sostener
el pincel. Aun así, como luchadora
incansable que era, en ningún momento abandonó su pasión ni dejó de esbozar
esa sonrisa que la caracterizaba.
Tras continuadas visitas al hospital, Maud Lewis murió el
30 de julio de 1970 por una neumonía. Nueve años más tarde, su esposo era
asesinado por un ladrón en su querida casa que ya se había convertido en una
obra de arte en si misma.
Después de la muerte de Everett, la preocupación por el
deterioro de la vivienda llevó a que un grupo de vecinos de la localidad de
Digby fundara la Lewis Painted House Society, para salvar la gran creación de
Maud. En 1984, el Gobierno de Nueva Escocia compró el inmueble y lo entregó a
la Galería de Arte de Nueva Escocia,
que lo restauró y lo incluyó en su exposición permanente sobre la artista,
donde se puede visitar hoy en día.
En el emplazamiento de la vivienda se levantó una
construcción de acero con las mismas dimensiones para honrar la memoria de esta
pintora, que luchó durante toda su existencia contra una sociedad y una
enfermedad que no le impidieron plasmar su
mundo interior repleto de tonos luminosos, de
recuerdos de su infancia, de la realidad tal como ella la percibía, llena de
vida y felicidad, una vida que ella impregnó de color. Estar delante de las
creaciones de Maud Lewis es contemplar la máxima
expresión de la alegría, sin ningún tipo de engaño o artificio.
Bibliografía
HAMILTON, Laurie. The
Painted House of Maud Lewis: Conserving a folk art treasure. Goose Lane Editions, 2001.
Maudie, el color de
la vida, 2016, dirigida por Aisling Walsh.
Autora| Begoña Ibáñez Moreno
Vía| Ver bibliografía
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