Los sepulcros que representan cadáveres putrefactos
proliferaron en la Edad Media
Los sepulcros de transi, también conocidos como tránsidos
o transitombs, son una de las
representaciones artísticas más singulares del arte macabro medieval de en
torno al siglo XIV. Estos sepulcros se caracterizan por representar en su tapa
el cadáver del difunto en proceso de
descomposición. Los artistas se recrearon en lo desagradable, representando
a menudo la carne putrefacta, las vísceras, el cráneo expuesto e incluso
aparecen con frecuencia gusanos y otras criaturas trepando por el cuerpo del
difunto.
Si bien en
ocasiones el cadáver descompuesto es la única decoración de estos sepulcros, a
veces se superpone a la figura de la momia una imagen idealizada del yacente incorrupto. A este tipo de
representación se la conoce como transi
doble. Estas imágenes crean una sensación especular; el cuerpo sereno del
finado contrasta fuertemente con la momia reseca de la parte inferior,
produciendo un desdoblamiento del cadáver, quizá haciendo referencia a la doble
naturaleza de la muerte: física y espiritual.
Existen distintas
interpretaciones con respecto a este tema artístico. En general, se pueden
considerar como parte del arte macabro
que se dio en consonancia con la crisis del siglo XIV. El hambre, la Guerra de
los Cien años, los levantamientos campesinos y la epidemia de peste habrían
hecho mella en la sociedad medieval. Este contexto de desgracias y mortalidad
habría provocado ciertas manifestaciones artísticas de naturaleza macabra: la
Danza Macabra, el Triunfo de la Muerte, el Encuentro de los tres vivos y los
tres muertos… Los sepulcros de transi
constituyen una más de estas representaciones de la muerte en el arte de los
siglos XIV y XV.
También hay
especialistas que consideran que este tipo de representaciones tienen un carácter de humildad. Del mismo modo
que algunos miembros de los estratos más elevados de la sociedad se hacían
enterrar con hábitos de órdenes monásticas a las que no pertenecían, la
representación del cuerpo corrupto sería una muestra de la piedad del difunto
para ser favorecido a los ojos de dios a la llegada del Juicio Final.
Existe también la
opinión de que los sepulcros de transi
pueden esconder un mensaje salvífico. En el caso los sepulcros dobles, éstos se
interpretarían en sentido ascendente. Según esta interpretación, el cadáver
descompuesto hace referencia al mundo material y perecedero mientras que el
difunto idealizado estaría en la Gloria. Hay especialistas que llevan esta idea
un paso más allá y consideran que los gusanos y alimañas que campan por el
cuerpo del difunto no estarían entrando en el cadáver sino saliendo de él. De
este modo, los transi harían alusión
al primer momento de la resurrección
del cuerpo. Cabe mencionar que esta teoría no está muy extendida.
Lo más probable es
que el origen de los sepulcros de transi
se encuentre en la costumbre que se tenía en ciertos países atlánticos de velar al cadáver con la cara descubierta
durante al menos 24 horas. Este rito llevó a la costumbre de hacer máscaras
mortuorias de cera, y más tarde de madera que trataban de representar de manera
veraz el rostro del difunto. Estas fueron las primeras imágenes que
representaban al finado de forma realista y evolucionaron hasta convertirse en
sepulcros de tránsido, ya en piedra y con carácter permanente.
Esta teoría explicaría el éxito de los tránsidos en los países en los que el cadáver se velaba con la cara descubierta como Francia, Reino Unido, Países Bajos y Alemania y también por qué no se encuentran estas manifestaciones artísticas en los países mediterráneos, en los que el cuerpo se velaba con el rostro cubierto. Sea como fuere, estas representaciones del cadáver en el sepulcro se repitieron durante el Renacimiento y aún en el Barroco.
Bibliografía
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BriefHistorywithDocuments, PalgraveMacmillan, Nueva York.
GONZÁLEZ ZYMLA,
Herbert y BERZAL LLORENTE, Laura María (2015): “El transitomb. Iconografía del yacente en proceso de descomposición”
en Revista Digital de Iconografía
Medieval, vol. VII, nº13, pp. 67-104.
TUCHMAN, Barbara W.
(2000): Un espejo lejano: El calamitoso siglo
XIV, Península, Barcelona.
Autora| Irene Lázaro Romero
Vía| Ver
bibliografía.
Imagen| WikimediaCommons
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