La hermandad flagelante gozó de un gran éxito durante la
Baja Edad Media
Procesión de flagelantes en un grabado medieval |
La Hermandad Flagelantefue
un movimiento separado de la Iglesia. Sus integrantes se azotaban con látigos en público, con una finalidad de penitencia.
Los flagelantes obtienen su nombre de la palabra flagella, los látigos usados en las ceremonias que celebraban.
La flagelación
existía, en el ámbito monástico, desde inicios del cristianismo como modo de
expiar los pecados y para reducir los vicios. Sin embargo, a raíz de la
epidemia de Peste Negra de mediados del siglo XIV, los flagelantes abandonaron
el ámbito privado para invadir las calles en sangrientas procesiones de carácter público.
Las razones que
llevaban a la Hermandad Flagelante a castigar su cuerpo tan duramente eran la
expiación de sus pecados, pero también los del resto de la humanidad, aplacando
la ira divina mediante la penitencia y actuando como mártires, imitando el sufrimiento de Cristo.
Las fuentes son muy
homogéneas en cuanto a la descripción del ritual. Los miembros de la hermandad entraban
en la ciudad vestidos con túnicas blancas, donde eran, por lo general, muy bien
recibidos. Avanzaban en procesión hasta la plaza, precedidos por una imagen de
un Cristo crucificado. Allí comenzaba el ritual. Tras entonar unos cánticos,
generalmente dirigidos a la Virgen, se
desnudaban de cintura para arriba y comenzaba la flagelación. A veces cada
penitente se azotaba a sí mismo, pero en ocasiones lo hacía el maestre.
Para que la penitencia
fuera más intensa, en ocasiones utilizaban flagelos con cada una de sus colas acabadas en puntas de metal, a
las que se conocía como “escorpiones”. Después de la flagelación se volvían a
entonar alabanzas a la Virgen y los miembros de la hermandad retomaban la
flagelación. Este ritual se repetía 3 ó 5 veces. El frenesí se hacía cada vez
más violento, especialmente en las ceremonias más importantes, en las que no
era infrecuente que alguno de los flagelantes muriera durante la penitencia.
En un principio, la
sociedad trataba a los flagelantes como si fueran poco menos que mártires del cristianismo. Los hombres y mujeres
empapaban pañuelos en la sangre de los penitentes y la conservaban como si
fuera una reliquia. Daban alimento y techo a la hermandad y también contribuían
económicamente.
Sin embargo, el movimiento flagelante perdió popularidad
muy pronto. En parte tuvo que ver con el empobrecimiento que produjo la peste,
ya que no se disponía de suficientes recursos como para poder mantener a la
hermandad. Además, los flagelantes contribuyeron (no está claro si de manera
directa o indirecta) en el fuerte sentimiento de antisemitismo
que llevó a atacar las juderías de diferentes ciudades por toda Europa.
Pero el hecho que
precipitó la caída en desgracia de la hermandad fue su enfrentamiento con la Iglesia, a la que los flagelantes criticaban
frecuentemente. Irrumpían en las iglesias en mitad de la misa para llevar a
cabo su derramamiento de sangre en el templo. Llegaron a atacar físicamente a
miembros del clero.
Además, su
convicción en su poder les hizo transgredir el orden establecido en la sociedad
medieval. Al creer que limpiaban con su tormento los pecados de la humanidad
entera, se creían por encima del orden social. Se popularizó la creencia de que podían realizar milagros
y curar enfermedades. Conservamos una crónica en la que se describe cómo
llegaron a arrastrar el cadáver de un bebé por el suelo, creyendo que podían
resucitarlo.
Finalmente, en
1350, el Papa Clemente VI dictó la bula Inter
Sollicitudines, en la que prohibía la actividad flagelante, considerando la hermandad una herejía.
Los miembros más importantes de ésta fueron ejecutados y pronto se extinguió
por completo en casi toda Europa, excepto en Alemania, dónde fue más difícil de
erradicar.
Sin embargo, la práctica de la flagelación sigue
existiendo en la actualidad, aunque con un carácter más minoritario.
Bibliografía
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TUCHMAN, Barbara W. (1979): A Distant Mirror: The calamitous 14th
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VANDERMEERSCH,
Patrick (2004): Carne de la pasión:
Flagelantes y disciplinantes. Contexto histórico psicológico, Trotta,
Madrid.
ZIEGLER, Philip (1998):
The Black Death, Penguin, Middlesex.
Autora| Irene Lázaro Romero
Vía| Ver
bibliografía.
Imagen| Wikimedia
Commons
Edición| José Antonio Cabezas
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