Elisa de Tiro o cómo fundar una ciudad con la piel de un buey

El mito fundacional de Cartago y su originalidad dentro del mundo antiguo

Mapa del viaje de Elisa y la fundación de Cartago

Si bien es cierto que el legado que nos ha llegado de los fenicios no es tan espectacular desde el punto de vista material como el de otros pueblos del Mediterráneo antiguo (aunque no por ello exento de una riqueza y delicadeza asombrosa), no podemos discutir que su herencia cultural es tan amplia y diversa, que resulta sorprendente que se dediquen tan pocas páginas al estudio de un pueblo que no dejó tierra sin pisar, ni cultura con la que interactuar, legándonos una riqueza tal, que de vez en cuando es interesante centrarnos en algún aspecto de su cultura.

Por ello, aunque animamos a los lectores a bucear sobre la historia de los fenicios, cananeos, púnicos,... y como de tantas formas aparecen en las fuentes, hoy nos vamos a centrar en el mito fundacional de una de las únicas dos ciudades fenicias que lo conservamos (la otra, que también tenemos cerca, no es otra que Gadir). Hoy contaremos el mito de fundación de la imponente ciudad de Cartago.

El relato de la fundación de Cartago

El relato más completo de la historia fundacional de Cartago es el que reproduciremos aquí, aunque también está recogido con una variante muy significativa en la Eneida de Virgilio, hecho al que haremos referencia al final.

La fundación mítica de Cartago tiene como origen un episodio más de las migraciones fenicias hacia el occidente mediterráneo. La leyenda cuenta que el rey Muto de Tiro tenía dos hijos: Pigmalión y Elisa (que es el nombre fenicio de la reina Dido, por el cual también podemos encontrar referencias a este mito). Como es habitual en estos relatos, cuando el rey muere, lega el reino a los hijos, recayendo la corona en Pigmalión, a pesar de ser aún un niño. El destino que le correspondió a Elisa fue el matrimonio con su tío Acerbas, sacerdote de Heracles y segundo personaje en importancia del Estado. La leyenda cuenta que este sacerdote tenía numerosos tesoros que, por temor a la avaricia del rey, guardaba en el seno de la tierra y no en su palacio. Impulsado por los rumores de estas grandes riquezas, Pigmalión asesina a su tío-cuñado, dejando a Elisa viuda y llena de horror.

Hasta este momento de la leyenda, el papel de Elisa no se ha salido del guión. Hija huérfana, que acata los designios de matrimonio de conveniencia con un hombre mayor que ella, y que vive como espectadora las luchas de poder entre su hermano y su marido. Sin embargo, desde este hecho, su actitud y papel en la leyenda, cambia...

A pesar de la vivencia del asesinato de su marido, Elisa es capaz de ocultar su odio y prepararse para la huida de Tiro. Ya se vislumbra una líder que es capaz de asociarse en secreto con otros enemigos del rey que también quieren huir. Con su astucia, anuncia a su hermano que quiere instalarse cerca de él para olvidar a su esposo difunto, a lo que Pigmalión consiente sin dudarlo, esperando recibir los tesoros de Acerbas que desde un principio movieron su codicia. A la llegada de la noche, ella hizo embarcar con sus tesoros a aquéllos hombres que el rey había enviado con el fin de ayudar en los preparativos de la partida. Una vez en alta mar, como ofrenda al alma de su esposo, tira al agua los sacos que decía estaban llenos de oro  (pero que en realidad estaban llenos de arena) derramando lágrimas y conjurando el nombre de Acerbas. Así, tras este acto inesperado, se dirigió a los enviados del rey, advirtiéndoles que la muerte que le era reservada a ella la anhelaba desde tiempo atrás, pero que para ellos, horribles tormentos y suplicios les esperaban por haber defraudado la codicia del tirano por la riqueza de Acerbas. O al menos eso era lo que se iba a pensar a su llegada al palacio de su hermano... Todos, espantados, deciden exiliarse con ella, junto a numerosos senadores, cuya huida ya estaba preparada...

La muerte de Dido
Huida y arribada a nuevas tierras

Así comenzaron su camino de huida, durante el cual, pararon en Chipre, donde se unió a ella un sacerdote de Zeus, movido por una advertencia divina. Y como una historia en el mundo antiguo no es ajena a la sociedad desigual y patriarcal que la crea, esta nos cuenta que los compañeros de huida raptaron a ochenta doncellas que se habían consagrado a Afrodita para convertirlas en sus esposas. Así, todos ellos, formando ya un grupo de población importante, continuaron su viaje desde Tiro hacia nuevas tierras.

Hasta que al fin, llegaron a la costa de África, donde fueron recibidos por los indígenas, que permitieron a Elisa, quien les estaba pidiendo como líder del grupo una porción de tierra donde establecerse, que "tomase la extensión de tierra que pudiera abarcar con la piel de un buey". Una clara mofa que no esperaba la astuta respuesta de nuestra protagonista.

Cómo fundar una ciudad con la piel de un buey

Obediente a las condiciones impuestas para poder asentarse en tierra, Dido - Elisa recortó una piel de este animal en tiras delgadísimas, obteniendo de este modo un largo cordón, con el que pudo rodear un terreno bastante extenso,  a lo cual los habitantes del norte de África no se pudieron oponer, ligados como estaban por su promesa. Quedó sellado el destino de la que iba a ser una de las ciudades más importantes en el mundo antiguo.

Los habitantes de zonas cercanas llegaron atraídos por la esperanza de poder vender su género a los nuevos huéspedes, estableciéndose junto a ellos, cada vez en número mayor, hasta que esa porción de tierra terminó teniendo el aspecto de una ciudad.  Tanto era así, que finalmente deciden fundar Cartago.

Comenzando a excavar sus cimientos encontraron una cabeza de buey, símbolo de un suelo fecundo pero difícil de cultivar, por lo que decidieron entonces levantar la ciudad en otro lugar, en el que al excavar encontraron una cabeza de caballo, símbolo de valor y de poder, que parecía consagrar el sitio adecuado de la nueva ciudad.

Para cuando Cartago se había convertido en una ciudad próspera y fuerte, con más colonos venidos de la metrópoli atraídos por la prosperidad del nuevo asentamiento, otro acontecimiento vino a alterar el merecido descanso de nuestra heroína.

Morir antes que someterse a un hombre

Como decíamos, el éxito de Cartago era conocido y no tardó en surgir la propuesta de un jefe cercano, Hiarbas, rey de los maxitanos quien, habiendo llamado junto a él a diez de los principales cartagineses les demanda la mano de Elisa, bajo amenaza de declararles la guerra.  Ellos, no atreviéndose a transmitir tal mensaje a la reina, recurren a la "astucia cartaginesa" para ponerla en la tesitura de no poder negarse para salvar a su pueblo. La reina, líder inteligente y astuta en todo el relato, pidió un plazo de tres meses con el pretexto de calmar, mediante sacrificios, el alma de su primer marido y cumplir con su destino de salvar a su pueblo. Al culminar dicho plazo, nos cuenta el relato cómo hace llevar a las puertas de la ciudad una gran pira en la que inmola numerosas víctimas para ello. Con lo que no cuentan los otros protagonistas de la historia es con la valentía que ha demostrado Elisa desde que decide huir de Tiro...

Así, armada de un puñal, Elisa se alza sobre la pira y, volviéndose dramáticamente hacia su pueblo, les dice "dócil a vuestros deseos, voy a reunirme con su esposo", clavándoselo y arrojándose al fuego.

Y llegó Virgilio a contarnos su versión... romana

De esta apasionante historia, Virgilio nos dejó su particular versión en la Eneida, por la que no podemos pasar de largo, ya que probablemente sea la más conocida.

La fascinante fuerza que demuestra la protagonista en la versión original parecía no pasar el filtro de los estándares romanos, por lo que el poeta legó otra versión edulcorada y más acorde con los designios esperados para una mujer en la sociedad romana. Y es que en la Eneida sí, Elisa funda la ciudad. Y sí, Elisa termina quitándose la vida arrojándose a la pira. El pequeño detalle es que en este poema Elisa se suicida no como forma de rebelión para no someterse a ningún hombre, sino que lo hace al saberse abandonada por Eneas, que se había unido a ella tras arribar a las costas cartaginesas después de una tempestad en su huida de Troya. La reina, perdidamente enamorada y Hiarbas, celoso por saberse dejado a un lado por un extranjero, pide a Júpiter que aleje a Eneas, dejando a nuestra heroína sumida en la profunda tristeza del abandono que termina en su suicidio.

Bibliografía

Blázquez, José María; Alvar, Jaime y Wagner, Carlos G., Fenicios y Cartagineses en el Mediterráneo. Madrid, Cátedra, 1999

Grimal, Pierre, Diccionario de mitología griega y romana. Barcelona, Paidós, 1994.

Virgilio, Eneida. Madrid, Gredos, 1992.

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