La crucifixión,
aunque no inventada por los romanos, fue uno de los castigos más crueles
ejecutados por ellos. Su práctica tenía como objetivo disuadir cualquier
tentativa de revuelta o agitación contra el Estado
En Jerusalén (Judea) sobre el año 33 d.C. aproximadamente: “Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucifiquen, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «Gólgota». Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: «Jesús el Nazareno, rey de los judíos», y la hizo poner sobre la cruz. Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego”, Evangelio según San Juan (19, 16-30).
Hasta en la ciudad de Roma había un lugar reservado para dichas ejecuciones, en el Esquilino, según relata el historiador romano Tácito.
Finalmente, en horas o días, la muerte llegaba fruto de un paro cardiaco, tromboembolismo pulmonar, deshidratación, acidosis, asfixia, sepsis -como respuesta a una infección producida por los clavos- o la combinación de dos o más de estas complicaciones.
Recreación de crucifixiones romanas |
En Jerusalén (Judea) sobre el año 33 d.C. aproximadamente: “Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucifiquen, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «Gólgota». Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: «Jesús el Nazareno, rey de los judíos», y la hizo poner sobre la cruz. Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego”, Evangelio según San Juan (19, 16-30).
Cuando nos referimos a
la crucifixión, automáticamente nos viene a la cabeza la imagen de Jesús de Nazaret. Es evidente que este
suceso clave en la historia de la humanidad ha inmortalizado para siempre la crucifixión,
pero más allá de la muerte de Jesús, ¿qué
sabemos realmente de este cruel castigo que los romanos practicaban a menudo?
Aunque conocemos la
crucifixión a través de los romanos, queda claro que ellos no la inventaron. Los asirios y babilonios ya practicaban el
empalamiento, por la cual una lanza o cualquier otro objeto longitudinal,
era ensartado literalmente en el cuerpo de la víctima.
Alejandro Magno utilizó
la crucifixión como cruel método de tortura, introduciéndola en la cuenca
mediterránea. Los cartagineses fueron
los que la introdujeron a los romanos, que la perfeccionaron como máquina
de castigo y tortura lenta y dolorosa.
También los griegos usaron la crucifixión, aunque solo en algunas pocas ocasiones pues solo cuando el crimen y criminal en cuestión lo justificaba.
También los griegos usaron la crucifixión, aunque solo en algunas pocas ocasiones pues solo cuando el crimen y criminal en cuestión lo justificaba.
Lo más probable es que inicialmente la crucifixión
consistiera en atar al sentenciado a un árbol como castigo. Posteriormente se
sofisticó, por lo que el instrumento para la crucifixión podía variar.
La cruz
tau era la más utilizada ya que era más práctica. Con un poste permanentemente
clavado al suelo, el travesaño era portátil (patibulum) y a menudo lo portaba
el mismo condenado y se colocaba junto con la víctima al poste principal.
El uso
de la cruz latina (donde supuestamente fue ejecutado Jesucristo), en
cambio, requería mucho esfuerzo ya que toda la estructura debía ser izada con
la víctima, y debían realizarlo los soldados romanos, por lo que su uso estaba muy restringido.
Era tal el impacto visual y terror que suponía ver al reo
sometido a ese tormento que, exhibido, representaba un método muy eficiente
para disuadir cualquier intento o tentativa de crimen o revuelta por parte de
la población.
Roma
reservaba la crucifixión principalmente para delitos contra el Estado. Una forma de escarmiento
publicitario contra agitadores y rebeldes al Imperio. De esta forma nadie
desafiaría la autoridad y la población seguiría bajo control.
Fue un sistema de ejecución romano para esclavos,
rebeldes y delincuentes. Aunque no hay muchas fuentes que testimonien su uso, gracias
al Derecho romano sabemos que fue una práctica muy extendida.
Hasta en la ciudad de Roma había un lugar reservado para dichas ejecuciones, en el Esquilino, según relata el historiador romano Tácito.
No obstante, debido a su carácter humillante, la crucifixión era una práctica vetada para
los ciudadanos romanos condenados a muerte. Roma, como sociedad
clasista, mantuvo dicha máxima y jerarquización hasta en las ejecuciones.
En efecto, a la humillación de ser expuesto a la
intemperie y a la vista del público, se le sumaba una muerte lenta y dolorosa.
En ocasiones la víctima podía tardar varios días en morir.
El
sufrimiento del condenado en la cruz era terrible: dolores, calambres,
sensación de asfixia y, hasta en ocasiones, ataques de animales.
Finalmente, en horas o días, la muerte llegaba fruto de un paro cardiaco, tromboembolismo pulmonar, deshidratación, acidosis, asfixia, sepsis -como respuesta a una infección producida por los clavos- o la combinación de dos o más de estas complicaciones.
En este aspecto, la víctima no siempre era sujetada con
clavos a la cruz, sino que lo habitual era simplemente atarlo con cuerdas, más rápido y práctico, ya que era más fácil
subirlos y bajarlos.
En ocasiones, los soldados a cargo de la ejecución,
rompían las tibias del condenado para que no pudieran apoyarse en los pies y
así acelerar su muerte. Probablemente no lo hacían por piedad, sino para
terminar su turno de guardia antes.
Crucifixiones masivas
Cronológicamente, destacan dos casos de crucifixiones masivas:
- En el año 71 a.C., Marco Licinio Craso, una vez sofocó
la rebelión de esclavos encabezada por Espartaco,
condenó a 6000 de ellos a la pena de crucifixión, a lo largo de la Vía Apia.
- En el año 70 d.C., tras la caída de Jerusalén, después
de la revuelta judía, el general Tito
crucificó a 500 judíos al día, según narra el historiador Flavio Josefo.
Ambos casos representaban una advertencia de lo que les podía suceder a rebeldes potenciales.
A nuestros ojos, la crucifixión nos parece un castigo de
una crueldad terrible, sin escrúpulos; pero aun así debemos hacer un esfuerzo
para juzgarlo con una mirada de hace 2000 años, eso es, una época en la que el
valor a la vida era notablemente inferior al actual y en una sociedad donde la
mano dura ejemplificadora imperaba para hacer respetar la ley.
Autor| Víctor Bertran Cortada
Autor| Víctor Bertran Cortada
Vía| Canal Historia ‘La Crucifixión’ (I y II), obras de Séneca, antrophistoria y Gladiatrix (Maribel Bofill)
Imagen| Crucifixión
romana
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