Goya y dos obras premonitorias de su enfermedad
Francisco de Goya, La última comunión de San José de Calasanz (1819). Detalle |
Como es sabido, Goya enfermó, de nuevo, en 1.820. Un año antes de esta gravísima crisis que sufrió, que le abocó, otra vez, a la muerte, realizó, con visos premonitorios de esta enfermedad, dos obras muy importantes: “La última comunión de San José de Calasanz” y “La Oración en el Huerto”. Veamos un análisis de estas dos portentosas obras.
En “La última comunión de San José de Calasanz”, observamos a un Goya que parece redescubrir el espíritu religioso, mostrándonos su lado más místico, algo que él nunca había hecho anteriormente, ni siquiera cuando presentó su Cristo Crucificado a la Academia de San Fernando, allá por el año 1.780.
En “La última comunión de San José de Calasanz”, observamos a un Goya que parece redescubrir el espíritu religioso, mostrándonos su lado más místico, algo que él nunca había hecho anteriormente, ni siquiera cuando presentó su Cristo Crucificado a la Academia de San Fernando, allá por el año 1.780.
Goya despliega, en esta obra, una intensidad emocional en la que se presagia que un hecho, importante, dramático, va a ocurrir en su existencia. Efectivamente, un año después de la ejecución de este lienzo, enferma gravísimamente y nada se sabe de la patología que sufrió, aunque, tras las investigaciones llevadas a cabo, hay que suponer que, efectivamente, tuvo una recaída en la enfermedad inmunológica que padecía desde 1.792.
Francisco de Goya, La última comunión de San José de Calasanz (1819) |
En este lienzo, Goya se dejó inspirar por un penetrante ímpetu místico. El patetismo de los gestos, con la expresión arrobada del Santo al recibir la Eucaristía, así como el empleo del color, reducido prácticamente a blancos y rojos que exaltan el negro dominante, denotan una enorme valentía en la composición y en la técnica, simulando casi un boceto. La pastosidad de la pincelada es muy acentuada y se ha llegado a afirmar que el artista se dejó influir por la obra de Crespi. Es curioso observar cómo un rayo de luz fulgente desciende sobre las figuras principales, el Santo y el sacerdote que, encorvado, le administra la comunión. Por detrás de esta emotiva escena, colocó personajes secundarios que no llegan a distraer al espectador de la escena principal, que se centra y focaliza en la unión mística del Santo con su Creador y Salvador, en el acto, solemne, pletórico de espiritualidad, de su Última Comunión.
Goya, que nunca había sido un pintor proclive al tema religioso – aunque sabemos que trató este genero con alguna asiduidad, no exenta, a veces, de fastidio -, se nos muestra aquí, en este lienzo, como un hombre que está viviendo un instante de religiosidad, quizás producto de los síntomas que, con toda probabilidad, comenzaría a padecer, de nuevo, en su cuerpo y en su alma y que cristalizaron en la gravísima enfermedad que en 1.820 casi termina con su ciclo vital.
En el color negro empleado por el artista vemos que sus pensamientos giraban en torno a la muerte, algo que él temía profundamente. La pérdida de la salud era uno de los males que le infundían más temor al artista.
En cuanto a la otra obra, premonitoria también, se trata del óleo sobre tabla “La oración en el Huerto”. Aquí, se observa cómo los fantasmas se han adueñado de la mente del artista, hasta el punto de concebir un tema religioso desde un punto de vista absolutamente espectral. Sitúa a Cristo, de rodillas, con los brazos abiertos, ante en Ángel Confortador, y los hace destacar sobre el fondo en el marco de una composición diagonal cargada de ímpetu expresivo y de reminiscencias barrocas. La pincelada del artista, en esta tabla, es desgarradora, “expresionista”, con recuerdos del artista holandés Rembrandt, mostrándonos cómo se encontraba al borde de una crisis patológica intensa y, en lugar de abandonarse a las escasas fuerzas que le quedarían, decidió poner toda su energía y su propia debilidad al servicio de esa pincelada que llega a ser grotesca, deformadora. No estamos en esta tabla ante una obra aparentemente religiosa, ya que la religiosidad se difumina en aras de mostrar el más agudo expresionismo del que el artista era capaz, al filo de caer en el abismo de la enfermedad que amargó su existencia.
¡No te pierdas la tercera parte de este artículo!
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Bibliografía
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Sánchez Cantón y Xavier de Salas: Goya y sus pinturas negras en la quinta del sordo. Editorial Milán-Rizoli, 1963.
Autora| Aurelia María Romero Coloma
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Imagen| Wikipedia
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