En el rostro del artista, vemos cansancio y la mirada revela unas profundas ojeras y parece presagiar una gravísima crisis
Francisco de Goya, Autorretrato (1795-1797). Detalle |
Es
sabido que Goya se autorretrató en diversas ocasiones, lo cual demuestra que,
como Rembrandt, el gran maestro
holandés del Siglo XVII, nuestro aragonés se preocupaba del paso de los años y,
consciente de su enfermedad, fue dejándonos una muestra, no muy abundante, pero
sí interesante de los diversos episodios biográficos que jalonaron su
fisonomía. Aquí interesa destacar solamente los autorretratos que realizó tras
haber sufrido algunos de los síntomas de su patología. En este sentido, es
oportuna la referencia a un Autorretrato realizado en 1.794-95, es decir, unos
dos años después de haber sufrido el episodio de su gravísima enfermedad, que
le abocó a la muerte.
Goya
aparece de cuerpo entero y, según expresa Francisco
Alonso Fernández, con un aire depresivo por sí y por el marco, estimando
este renombrado psiquiatra que aún no había salido el artista de su primer
episodio depresivo grave. La mirada es apagada, melancólica y lánguida, clavada
en el margen del caballete, donde debe de encontrarse en espejo utilizado para
contemplarse a sí mismo, el cuerpo está agarrotado y refleja muestras de
cansancio, el pincel lo apoya sobre un lienzo que se nos oculta.
Hace
un Autorretrato en 1.797. Se
representa con gafas, lo que quiere decir que el artista, debido a la
enfermedad que padecía, había perdido parte de la visión. Se encuentra en
Castres (Francia). Los ojos miran al espectador, como si estuvieran
interrogándole. La posición es de tres cuartos.
Francisco de Goya, Autorretrato (1795-1797) |
Por
esta misma época pintó otro Autorretrato, que se encuentra en la Colección Privada
Gutiérrez de Calderón. Está firmado en la parte inferior derecha.
Muchos
años más tarde, en 1.815, Goya se autorretrató de nuevo. Tenía 69 años. Fue uno
de los últimos óleos en que plasmó su propia imagen. Se trata de una obra de
pequeño tamaño (46 por 33
centímetros ), que da una imagen cercana, cotidiana,
íntima, del pintor en su vejez. Está firmado y fechado a la izquierda. Parece
que este cuadro se halló en la Quinta del Sordo, ya que apareció en el
inventario realizado por Brugada a la muerte del artista.
Fue
pintado en el contexto histórico de la Restauración absolutista, años en los que se
persiguió, con saña, a liberales, ilustrados y afrancesados.
En
el rostro del artista, vemos cansancio. La mirada revela unas profundas ojeras
y parece presagiar, en la tristeza que emana de sus pupilas, la gravísima
crisis que el artista había de sufrir allá por el año 1.819. La alopecia es
evidente. Los labios reflejan un rictus de amargura, de desengaño y desilusión.
Hacía tres años que el pintor había perdido a su esposa, Josefa Bayeu. La tez sonrosada del rostro se destaca porque está
pintada con mucha pasta, realzando la luz que se desprende del rostro. El
artista busca que el espectador se implique en la contemplación y observación
del rostro.
Según
Francisco Alonso Fernández, estamos ante un Goya sombrío y taciturno, con
signos de cansancio y sufrimiento, barbudo, de atuendo descuidado, envuelto en
una densa ola de ocre y negro que contrasta con el blanco, impoluto, de la
camisa y la carnación del rostro.
Signos
depresivos se perciben, desde luego, en este retrato. La expresión,
melancólica, está teñida de aburrimiento y el abatimiento está presente.
¡No te pierdas la segunda parte de este artículo!
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Bibliografía
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Sánchez
Cantón y Xavier de Salas: Goya y sus
pinturas negras en la quinta del sordo. Editorial Milán-Rizoli, 1963.
Autora|
Aurelia María
Romero Coloma
Vía|
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Imagen|
Slobidka
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