Se la conocía con este sobrenombre
porque era una de esas personas con defectos físicos o psíquicos que formaban
parte de la vida real española
Retrato de Eugenia Martínez Vallejo |
Mucho
se ha hablado y escrito sobre la corte de los Austrias y sobre las diversiones
de los reyes de esta casa, pero si destaca una cosa es el gran número (casi uno
al año) de lo que se llama gente de placer en la corte, es decir, locos,
enanos, truhanes,... para todos los gustos.
Muchos
de ellos fueron retratados por Velázquez maravillosamente, como Francisco
Lezcano (El niño de Vallecas), Don
Sebastián de Morra o Maribárbola en las Meninas. El requisito
que debían poseer para pertenecer a este mundo
era tener algún rasgo fuera de lo común, alguna imperfección que
contrastara con la dignitas de la corte: deformidades, enanismo, no
tener juicio o también el buen humor, ser un acróbata o un experto jugador de
naipes.
Se
les ve como gente sin maldad porque su inocencia de locos está inspirada por
Dios, no tienen ningún tipo de inclinación en nada relacionado con el poder o
el dinero, cosa que en realidad no es cierta, ya que muchos de ellos aparecen
en documentos reales con buenas sumas de dinero y pagos por sus servicios.
Retrato de Eugenia Martínez Vallejo |
Una
de estos personajes fue Eugenia Martínez Vallejo, conocida como La
Monstrua. Nació en Bárcena y a la edad de un año ya pesaba veinticinco kilos y
aparentaba doce años. A los seis años su tamaño ya era el de una mujer madura.
Tal era el asombro que causaba que fue llamada a la corte y comenzó a vivir en
el Palacio del Alcázar.
Carlos
II
hizo que se la retratara vestida y desnuda por el pintor Juan Carreño de
Miranda, que fue continuador de representaciones de retratos de bufones,
enanos y gente de este mundillo que pululaba por la corte. Su fama fue tal que
incluso fue recogida en rotaciones de sucesos de Valencia, Madrid y
Sevilla, muy dados a las noticias morbosas: “cabeza, rostro y cuello y demás
facciones suyas son del tamaño de dos cabezas de hombre. La estatura de su
cuerpo es como de mujer ordinaria, pero el grueso y buque como de dos mujeres.
Su vientre es tan desmesurado que equivale al de la mayor mujer del mundo
cuando se haya en días de parir […]. Las piernas son poco menos que el muslo de
un hombre, tan llenas de roscos ellas que caen unos sobre otros, con pasmosa
monstruosidad...”
Aunque
se la trataba como a una niña gigante, en realidad lo que padecía Eugenia era
un problema de obesidad mórbida, producida por el síndrome Prade-Willi,
que hizo que falleciera a la edad de 25 años.
Bibliografía
BOUZA,
F., Locos, enanos y hombres de placer en la corte de los Austrias.
Editorial Temas de Hoy, Madrid, 1996.
Autora|
Rebeca Alonso Para
Vía|
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