Los vecinos del pueblo toledano de La
Guardia salen en procesión, hacia una pequeña ermita excavada en piedra caliza a
unos tres kilómetros, para honrar y recordar a la figura del Santo Niño. ¿De
dónde procede esa tradición?
Cada
25 de septiembre, los vecinos del pueblo toledano de La Guardia salen en
procesión, hacia una pequeña ermita excavada en piedra caliza, situada apenas
tres kilómetros, para honrar y recordar a la
figura del Santo Niño, también conocido por San Cristobalito. Esta pequeña talla
rememora la figura del niño de siete años supuestamente raptado, torturado y
crucificado el Viernes Santo de 1491, a manos de un grupo de judíos y judeoconversos,
de Toledo, Tembleque y Quintanar de la Orden, como venganza a una serie de
ajusticiamientos de judíos llevada a cabo por el Tribunal de la Inquisición en
Toledo.
La
ermita se erige sobre la cueva donde, según la confesión de uno de los
procesados por el Tribunal de la Inquisición, el niño fue sometido a torturas
para luego ser crucificado “en unos
palos cruzados”. Esta confesión fue obtenida bajo tormento de Yusef Franco,
quien fue posteriormente quemado vivo en Ávila el 16 de noviembre de 1491, tras
un proceso ordenado por Fray Tomás de Torquemada. Pocos meses después, el 31 de
marzo de 1492, los Reyes Católicos, a través del Edicto de Granada, ordenaban
la expulsión de los judíos de los reinos hispánicos.
Para
muchos historiadores el asesinato del Niño de la Guardia fue el detonante de la
expulsión de los judíos, pero ¿qué pasó realmente? ¿Fue asesinado el Niño de la
Guardia? Y si esto ocurrió realmente, ¿quién
fue el culpable?
Son
muchas aún hoy los interrogantes que se ciernen sobre el proceso judicial
llevado a cabo por el Tribunal de la Inquisición. Los datos disponibles comienzan
relatando una desaparición de un niño en una la procesión en Toledo, posiblemente en la de la Asunción o la del
Corpus. La identidad real del niño no está clara y se le han asignado
diversos orígenes (Aragón, Jaén o Toledo).
Otro dato confuso es el nombre del
infante, que un primer momento se llamaba Juan, pero con el paso del tiempo
acabó siendo conocido por Cristóbal, nombre con claras referencias
cristológicas. Pero el dato sin duda más relevante que hace dudar de la
veracidad de los hechos es que el cuerpo del pequeño nunca apareció. La desaparición
del cadáver se justificó con la milagrosa
elevación a los cielos del cuerpo del niño después de ser torturado y crucificado.
La justificación de la elección de La Guardia (conocida como la Jerusalén de la
Mancha), como lugar de ejecución también resulta un tanto forzada, ya que,
siempre según las confesiones obtenidas bajo tortura, el
lugar de sacrificio fue elegido por su similitud paisajística con la Palestina
de Cristo.
Con la
información disponible a día de hoy, es lógico tener serias dudas sobre la veracidad del crimen sin cuerpo de La
Guardia. Muchos historiadores ven la alargada mano del Santo Tribunal de la
Inquisición, que habría aprovechado el clima antisemita provocado por la
existencia de una extendida rumorología sobre numerosos casos de desaparición
de niños, profanaciones de hostias consagradas
y envenenamiento de pozos, llevados a cabo por parte de la población
judías; para crear, sostener y culminar un proceso judicial diseñado a la
medida del crucial momento histórico que se vivía. Todo proceso inquisitorial
necesitaba de unos culpables y no era difícil encontrarlos entre los judíos
conversos acusados de ritos judaizantes.
El crimen del Niño de la Guardia no es un
caso aislado dentro de una larga lista de acusaciones de libelo de sangre
contra los judíos en toda Europa, sin embargo no puede obviarse la importancia
histórica que este caso pudo tener como elemento desencadenante en la expulsión
de los judíos de territorio español.
Autor| Óscar Hernández Hernández
Vía| RTVE
Imagen| Filipino
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