El
Comisariado de Propaganda de la Generalitat publicó en 1937 el perfil que tenía
el antifascista catalán de cuna
El Noucentisme, en el que se incluye la obra de Obiols, tuvo irremediablemente un trasfondo político |
Un estado no es una
nación y la autoridad no es comunidad. El intríngulis de nacionalismos modernos
en los que a menudo se quieren ver raíces no
es más que un invento puesto en marcha a finales del siglo XIX. Lo dijo
Hobsbawm, el grande, utilizando para ello el archiconocido caso judío y su
diáspora. En ese párrafo en concreto, porque en el resto de Naciones y nacionalismos desde 1780, el
enorme historiador hace un recorrido disciplinadamente docto por todo el
globo, el nuestro, el de todos. Y el tema siempre es el que es, una burbuja a
punto de explotar dentro de un caldero hirviendo.
La lengua inventada por las élites
El Comisariado de
Propaganda de la Generalitat de Cataluña publicó en 1937, ilustrado y en cuatro
idiomas de forma simultánea, la Vida del
niño altruista catalán antifascista —Auca
del noi català antifeixista i humà—, con dibujos de Josep Obiols. Este, «el dibujante nacional de Cataluña»
según decía en 2015 para La Vanguardia
el entonces conseller de Cultura, Ferran Mascarell, fue un novecentista catalán,
y, por lo tanto, heredero de la Renaixença.
El Noucentisme en el
que se incluye la obra de Obiols tuvo irremediablemente un trasfondo político, y,
como tal, se desarrolló a merced de su evolución, con parones pseudofascistas
incluidos (Léase Primo de Rivera y Franco). Los novecentistas apuntaban hacia el futuro, que era donde se
veía Europa, y no hacia España, pero caminando por conseguir una cultura
propia y representativa, un catalanismo real, una lengua.
A propósito de la
lengua, podemos preguntarnos cuál es su misión dentro de los nacionalismos. Con
las entendederas puestas allá en el siglo XIX se puede decir que entre
alfabetizados sí pudo ser determinante. Sin embargo, la inmensa mayoría de la
población europea era analfabeta y, aunque no se sabe con certeza precisamente
porque las únicas fuentes fueron escritas por esas elites —la tradición oral
limita mucho este aspecto—, se presupone que el nacionalismo no tendría en sus
inicios tanto sentido para el pueblo llano: «La lengua no era más que un modo, y no necesariamente el principal, de
distinguir entre comunidades culturales», afirma Hobsbawm. ¿Entonces? ¿Futuras
naciones o solo grupos de personas incapaces de entenderse entre sí? Para el
historiador, la lengua se inventa, se construye como un puzle a partir de un
idioma o idiomas ya existentes con la única idea de extender el nacionalismo político
de unos pocos poderosos. Por lo tanto, sería el estado quien engendra a la
nación y no al revés.
Es decir, la lengua
pasó a ser el pilar básico de los nacionalismos a partir del XIX. Hasta
entonces, nada de nada. Y, como es habitual, en la gestación del
protonacionalismo no importó que la inmensa mayoría no hablase ese supuesto
idioma nacional, sino que bastó con que
fuese la minoría elitista la entregada en cuerpo y alma a esos exclusivos
vocablos. De ahí pasó al pueblo mediante «la educación pública y otros
mecanismos administrativos». Un ejemplo claro se ve en 1860 con la unificación
de Italia, momento en el que solo un «2,5% de la población usaba la lengua para
fines cotidianos». Luego Italia era
un «concepto cultural».
Manual del niño antifascista
En 1937 los dibujos de
Obiols parecían ir un paso por delante en el sendero de lo que hoy es el diseño
gráfico. Cuidados en colores y en siluetas, algo que definió a los
novecentistas.
La Vida del niño altruista catalán antifascista comienza en la cuna:
«El héroe de nuestra historia nació en un día de gloria», dice. Esa fecha, el
19 de julio, fue la batalla de Barcelona.
Sigue, con poética, diciendo cómo su padre lo inscribe en el registro de
acuerdo a las leyes, cómo su madre le da el pecho porque no se fía de las
nodrizas y cómo se ayuda de la guardería para su crianza.
El protagonista de
Obiols es un bebé cualquiera que sigue las normas establecidas según su edad.
Así, desde su nacimiento, y en general, muestra un desarrollo precoz en todos
los ámbitos: anda rápido, habla pronto, baila, canta, «crece sano y sin
vicios», estudia leyes de ciudadanía y es exitoso en el deporte y aplicado en
los estudios. «Sabe de astros y pintura,
de historia y agricultura; de cuentas, y es mecanógrafo, y tiene afición de
fotógrafo». Por cierto que la ilustración que acompaña la lectura del
Compendi de Ciutadania es la de uno que se arrima más a bebé que a adolescente y
que, vestido con el cuello camisero del arrorro
mi niño, sujeta un libro bastante más grande que él.
Sin embargo, en su verde
adolescencia y otorgándole así la augusta decisión de elegir su propio futuro, el
chico contradice los deseos de la madre, que veía en él un triunfante
ingeniero. Ella llora cuando el protagonista decide ingresar en el Instituto de
Orientación: será carpintero. Proletario,
como no podía ser de otra manera en una revolución social. Eso sí, sabe
inglés, francés y ruso, no es un analfabeto como la mayoría de la población
europea del entonces. Ya hemos hablado de las manos que las élites ponen sobre
los nacionalismos. El niño da la mano a un profesor que no tiene rostro y que
podría representar ese futuro de reconstrucción nacional que había comenzado en
Cataluña. Incierto, pero autoritario. Además, «como catalán pulido, presta
ayuda al desvalido».
Ya en lo puramente
político, el Comisariado de Propaganda de la Generalitat incluyó las palabras «justicia»,
«libertad», «cultura» y «progreso». También «historia». De este modo, en uno de
los diseños de Obiols, el niño sujeta una pancarta, dice el autor, porque es
«demócrata y es noble y tan fuerte como un roble». Además es una alegoría a la
libertad, un quebrar de eslabones, y así se dibuja. Es muy significativo que
tras las tres páginas que se dedican a este tema aparezca, con opulencia y del
color del oro, un hombre gordo empelado con un puro en la boca: «Siente odio hacia el fascista, por tirano
y poco altruista», reza la leyenda. Ese hombre desdeñoso es la
personificación del fascismo, el enemigo contra el que peleará el niño, ya
hombre, en la Guerra Civil española. En concreto, explicita la Vida del niño altruista catalán antifascista,
«contra el gran fascista gritando No Pasarán lucha cual buen catalán, que
siempre se siente hermano luchando contra el tirano». Aquí, Obiols dibuja
soldados sin rostro.
Y nada más se sabe de
su vida. Aquí el libro pone punto y final a la historia del niño de ficción que
pretendió ser muchos niños de carne y hueso. Pero eso no es exclusivo de la tierra catalana.
Para finales del siglo
XX, el nacionalismo había cambiado pasando a ser separatista y no unificador,
esto es, la culpa de las carencias de mi tierra la tiene el de al lado. El
centro de la diana viró de estados multinacionales a otros nacionales. En
Cataluña, igual que en el resto, el pueblo miraba con recelo el nacionalismo
por cuestiones clasistas. De hecho, en 1980 «solo el 6,5 por ciento de los
diarios que circulaban por Barcelona estaban escritos en catalán», aunque la
lengua era hablada por el 80 por ciento del pueblo. Escribe Hobsbawm que fue el
desplazamiento hacia la izquierda
para aglutinar al mundo obrero lo que lo convirtió en una fuerza de masas. Y eso
lo escribió en 1990.
Bibliografía
Comissariat
de Propaganda de la Generalitat de Catalunya: Auca del noi català antifeixista i humà. Barcelona, Biblioteca de Catalunya, 1937.
HOBSBAWM,
E., Naciones y nacionalismos desde 1780.
Barcelona, Crítica, 1991
Autora| Virginia Mota San Máximo
Vía| La Vanguardia (hemeroteca), Ver bibliografía
Imagen| La Vanguardia (hemeroteca)
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