Van
Gogh fue un pintor inconformista y rebelde, que no se doblegó a la realización
dócil de un estilo artístico acorde con su época
"Autorretrato" de Vincent Van Gogh |
Cuando observamos los
cuadros del genial artista holandés Vincent Van Gogh, lo primero que salta a la
vista es que fue un pintor inconformista,
rebelde, que no se doblegó a la realización, dócil, de un estilo artístico
acorde con la época que le toco vivir, sino que pintó y trabajó a su manera.
Van Gogh fue un artista
que amó la Naturaleza, llegando
incluso a afirmar que el arte era el hombre añadido a la Naturaleza y esta
afirmación se evidencia, con absoluta claridad, en todo su obra pictórica. Él
rechazó las abstracciones en las que ponía sus miras el simbolismo y la realidad
fue su única fuente de inspiración y constante modelo. En la Naturaleza
encontraba Van Gogh los modelos y los significados. Ahora bien; los
interpretaba de un modo personal, haciendo aparecer en el lienzo sus propias
emociones, porque buscaba expresar sentimientos que son ininteligibles para los
demás, tal como él mismo escribió, una vez, en una carta a su querido hermano
Theo.
Van Gogh partía de la
Naturaleza y volvía a ella, utilizando, en primer lugar, el color, si bien hacía uso de éste de una forma arbitraria, al ser
vehículo de sensaciones, y como un medio para expresar su propia subjetividad y
lograr la deseada comunicación con otras personas de su entorno. Sabido es la
amistad que le unió con el pintor Paul Gauguin, si bien esa relación estuvo
lastrada, desde los inicios, por el carácter impetuoso y vehemente de ambos
artistas.
Van Gogh estudió
detenidamente la obra de los artistas
puntillistas e impresionistas. Asimismo, mantuvo un interés constante e
intenso por las estampas japonesas. Pero él ansiaba un colorido más luminoso,
más vivo y exultante, por lo que se estableció en el sur de Francia. Más tarde,
en el manicomio de Saint Rémy, la larga y triste soledad allí vivida le hizo
atenuar su paleta y sustituyó los rojos, amarillos y azules vivos por pálidos
tonos violetas, verde claro y ocre. La pincelada, para nuestro artista, se
convirtió en un medio de expresar emociones y sensaciones.
¿Era Van Gogh esquizofrénico?
Cabe plantearse una
interesante cuestión: ¿era Van Gogh esquizofrénico? Fue Karl Jaspers, en el año 1.922, quien planteó un posible diagnóstico
de esquizofrenia. Walter Riese hizo renacer la idea de existencia en el artista
de estados crepusculares, siendo apoyado, en sus conclusiones, por el
psiquiatra español Juan Antonio Vallejo Nágera, al sostener que, en la obra “La
noche estrellada”, era evidente que el pintor sufría de crisis psicomotoras.
Otras teorías también
se han mantenido a lo largo de los estudios e investigaciones que se han
realizado sobre el artista holandés. Así, se ha afirmado, asimismo, que, al
igual que Goya, Van Gogh estaba
intoxicado de plomo y que, en consecuencia, padecía saturnismo. Se pensaba
que el plomo que el pintor empleaba a diario, particularmente bajo la forma de
carbonato, fue ingresando en su organismo de forma progresiva, ejerciendo un
efecto acumulativo sobre su organismo, efecto que comenzaría a manifestarse en
1.883, con síntomas de cansancio y de ánimo depresivo.
Sí es evidente que
padecía estados de confusión, porque
él mismo narra esta penosa circunstancia a su hermano Theo en algunas de sus
cartas.
También ha habido
autores que han sostenido que el artista sufría una neuropatía periférica de origen plúmbico, lo cual, habría dado
lugar a una debilidad muscular en las manos, así como a la simplificación de
los dibujos de su última etapa y el hecho de dejar inconclusas algunas obras.
Todo ello unido a las modificaciones grafológicas presentes en sus últimas
cartas.
La sintomatología del artista, en todo caso, fue multiforme y
cambiante. Así, en los inicios de las fases agudas, se producían estados de
excitación afectiva que aparecían y desaparecían rápidamente en instantes o
ráfagas, a los que se unían pensamientos delirantes religiosos y filosóficos,
alucinaciones acústicas bajo la forma de voces, alucinaciones ópticas y, quizás,
temores de haberse envenenado. También sufría de perturbaciones del sueño, pero
el síntoma conductor que aparecía continuamente era la angustia, que, a su vez,
se manifestaba en los estados de agotamiento tras la remisión de estos síntomas
y como temor ante una posible recaída. Pero, a un tiempo, hay indicios
inequívocos del polo contrario, o sea, de felicidad y entusiasmo, quizás
excesivo, demasiado eufórico.
No cabe duda que Van
Gogh fue un artista enfermo, pero no
hay que pensar, en realidad, que su patología le marcara hasta el extremo de
ser genial pictóricamente debido a su padecimiento. No existe, desde mi punto
de vista, una correlación entre genialidad y patología. Su manera de pintar no
es consecuencia, al menos de forma exclusiva y excluyente, de su enfermedad. Lo
que sí existe, evidentemente, es una cierta correlación entre pinceladas
furiosas y vehementes y estado de excitación o euforia manifiesta.
Nosotros decimos “genio y figura hasta la sepultura” y,
desde luego, no cabe dudar de la impronta genial de este artista que fue capaz
de crear un mundo propio, sin parangón, dentro del marco de la pintura de fines
del Siglo XIX.
Bibliografía
SOTO FEBRER, F. J. y
ROMERO COLOMA A. M., Mundo de Van Gogh a través de su pintura y su enfermedad.
Málaga, CAL-Málaga S.L., 2013.
Autora| Aurelia
María Romero Coloma
Vía| Ver bibliografía
Imagen| El
vuelo de la lechuza
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