Si ‘la historia la escriben los
vencedores’, frase atribuida a George Orwell, la frase conceptual se
completa con ‘existe otra historia de los vencidos’
Guaranís en el río |
Si “la historia la escriben los vencedores”, frase atribuida a George
Orwell, la frase conceptual se completa con “existe otra historia de los vencidos”, tal como si fuese un
estandarte de un ejército de vencedores morales, de melancólicos o románticos
revisionistas, que mediante un gran esfuerzo investigativo e intelectual, se
empeñan en relatar modificaciones a esa gran historia oficial, a la que suelen
torcer, mediante modificaciones menores, logrando gestas apocadas que reinan en
el ámbito simbólico. En la presente nos proponemos demostrar la existencia de una cultura, de la que no
dan crédito de su estadía en la tierra, ninguna de las instituciones
educativas ni culturales reinantes, tampoco organización o movimiento que se
precie de vindicativo de causas de minorías o de sectores que hayan sido
víctimas del discurso único, social, económico, intelectual y culturalmente
aceptado. Utilizamos metodológicamente como forma de validar las apreciaciones
vertidas, que en su conjunto se pueden englobar en hipótesis, las teorías no escritas, que en su momento
las utilizo Hans Kramer para sostener en sus conceptos que el filósofo Griego
Platón aleccionaba en su academia a los discípulos, de un modo diferente a lo
que escribía en sus diálogos que nos han sido legados, como tesoros
proverbiales de la filosofía y de la humanidad y de las que sí tenemos los
registros editados por todos conocidos.
Se estima que tiempo antes de la existencia de los guaraníes nuestras
tierras fueron habitadas por una civilización que ha dejado muy pocos rastros
de su existencia. Alcanzando el grado de
mito, como la célebre Atlantis, daremos cuenta, de la información que
contamos acerca de la cultura que podríamos dar en llamar como de los
“Gentereí”.
En un tiempo no precisado de la historia, en lo que actualmente se conoce
como el litoral argentino, una
cultura de peculiares características, tuvo su apogeo y extinción, bajo
sinuosidades sociales y políticas, que en la actualidad nos pueden parecer,
casi familiares y cotidianas, por lo que no es demasiado arriesgado suponer,
que pese a los siglos transcurridos y por más que las evidencias materiales no
sean contundentes, tenemos una carga genética o arrastramos signos de quiénes
serían nuestros antepasados directos;
los Gentereí.
A mediados del siglo XX, un antropólogo Alemán, JCR, bosquejó en su cátedra
en la universidad de Friburgo, los apuntes de esta civilización, hasta ahora,
desconocida o poco conocida. Los textos del mencionado, fueron perdidos en su
totalidad, producto de la barbárica quema
de bibliotecas y libros, ejecutada por el latrocinio nazi que azotó la
humanidad algunos años, los siguientes párrafos sobrevivieron el exterminio,
mediante un alumno anónimo que recopilo, informalmente, lo que a continuación
se transcribe.
En medio de los humedales sudamericanos, al parecer existió una civilización, o una aldea, que desarrolló una
organización social y política muy peculiar y que de acuerdo a los registros
existentes, tanto a nivel etnológico como antropológico, no guardó similitudes
o correlatividades, con las culturas amerindias, conocidas y estudiadas
después.
Damos cuenta de la misma, mediante el descubrimiento de un papiro que los especialistas se lo
adjudican a Platón, en lo que sería el hallazgo de un nuevo diálogo del
filósofo que versa acerca de los gobiernos más virtuosos y en donde se
mencionan los casos de Atlantis y de los Gentereí. Como todos sabemos el primer
caso, ha sido históricamente materia de búsqueda e investigación furtiva, más
no así esta segunda civilización que habría tenido un vínculo estrecho con Atlantis, transformándose ambas, para
Platón en los modelos políticos ideales, perfectos o a imitar. Platón nos
cuenta de la siguiente manera la información que posee acerca de los Gentereí:
Fedón: Y tú qué crees Sócrates, acerca del mejor gobierno
posible, acaso, luego de los mismos ¿no han concluido todos de una forma
trágica?
Sócrates: Es que sólo conozco dos.
Fedón: Atlantis y ¿el otro?
Sócrates: Los Gentereí.
Fedón: Nunca escuche hablar.
Sócrates: ¿Quieres ahora?
Fedón: Encantado.
Sócrates: Teniendo como virtud máxima el conocer
tanto sus límites como sus virtudes, estos hombres de estatura inferior a la
promedio y de color del barro próximo al río que habitaban, sabían muy dentro
de sí que no necesitaban demasiado esfuerzo como para alimentarse y subsistir,
por tal gracia de la naturaleza, que ellos la entendían como una bendición de
las divinidades, desarrollaron también una fortaleza interior, que los hacía en
circunstancias de peligro, no solo no temerle a la muerte, sino desearla, como
tributo o acto sacrificial ante esas deidades.
Fedón: Cobardes para vivir y valientes para morir…
Sócrates: Así lo podríamos decir Fedón, sigo: El
mayor deseo de ellos, era el estar bien considerados por el resto de la
comunidad, de su aldea, mostrarse con algún atuendo en el que pudieron
haber pasado meses de confección incluso, sobretodo en una festividad a
principios del estío, una suerte de bacanales, en donde con disfraces, colgando
piedras, imitando a las aves, con plumas, acompañados de cantos y estertores,
desfilaban por toda la aldea, siempre siguiendo esa búsqueda, la aceptación,
visual, estética y social del otro.
Fedón: Mejor parecer que ser…
Sócrates: Me parece que te estás
adelantando unos siglos, pero sí lo quieres ver de esa manera
Fedón…continúo: Regidos por una organización social muy simple pero no por ella
poco efectiva, habían logrado determinar bajo un sistema un poco más complejo
de que entandamos tal vez, quiénes participaban de la cosa pública y quiénes no.
Si bien no suscribían a un sistema definido o explícito de castas, los gentereí
propiamente dichos, eran gobernados, por los “Ahiteba”. Si bien estos eran
naturalmente gentereí, cuando asumían el rol de gobernantes, dejaban de serlo e
ingresaban en este estadio superior, asimismo con el paso del tiempo, y como
muchos “Ahiteba” lograban traspasarse el poder filialmente, no fueron pocos los
que, confusa o equívocamente, querían imponer estos parámetros de vínculos
sanguíneos, cuando en verdad, se trataba de otra cosa.
Fedón: Más vale cola de león que cabeza de ratón…
Sócrates: No existía en aquella comunidad valor
supremo que el de la obediencia que se le debía a los de la clase gobernante,
pero una obediencia con parte de admiración, estimulada por la referencia de
querer ser parte de la misma, no por la imposición del rigor del terror, sino
porque los “Ahiteba” eran como una suerte de semidioses, que desde la
mortalidad del común, habían ingresado a tal selecto grupo, para ese afuera,
todo se hacía ver como posible, por más que no lo fuera, por eso era decisivo
que no estuviese explícito que tal condición podía ser transferida o heredada
por vínculos sanguíneos. La única condición como para tener la posibilidad de
ser un semidios gobernante, era la de obedecer primero, y desear ser parte
luego, por más que en ese mientras tanto se sufrieran las peores injusticias o
vejaciones.
Fedón: ¿Engañaron a todos algún tiempo, a algunos
todo tiempo pero no a todos durante todo el tiempo?
Sócrates: Al parecer los Gentereí habitaban las
extensiones de la naturaleza, reinaban en los humedales, también eran conocidos
como los del bosque, los Ahiteba se nuclearon en una suerte de castillos o
grandes construcciones, en donde bajo grandes pórticos, abrían y cerraban las
compuertas de la fortificación, creyéndose los custodios de la aldea, con
el derecho de tener la tranquilidad de espíritu de no verse sobresaltados por
los rugidos del tiempo o los peligros de las alimañas.
Fedón: ¿Los del bosque no podían ingresar?
Sócrates: Sí claro que sí, pero sólo cuando eran
autorizados o llamados a cumplir algún tipo de servicio, de actividad o de
tarea. No eran pocos los del bosque, que incluso pasaban más horas dentro del
castillo que fuera, al punto que fueron llamados, tanto por unos como otros
como “chimbos”. Limpiaban, cocinaban, enseñaban, curaban, contaban, divertían y
hasta participaban de grandes comilonas y de orgías de los “Ahíteba”. Siempre
volvían al bosque, no tenían dentro de sí, ese permiso para quedarse en otro
lugar, tampoco lo deseaban, salvo en caso que desde la gobernancia se decidiera
que alguno de ellos fuera parte de la clase gobernante; los chimbos eran muy
bien vistos por los gentereí comunes, que escuchaban, sin desear tampoco, como
a pasos suyos y en nombre de mejorar las condiciones de vida de ellos, se vivía
tan distinto y tan bien.
Fedón: No entiendo como tantos podían aceptar vivir de
forma tan diferente sin que se suscitaran problemas, ¿no es acaso el sentido de
igualdad, o al menos de oportunidades, una característica del ser humano, más
allá de la cultura a la que pertenezca?
Sócrates: Te pido que pienses, o recrees esto
que te narro, desde el lugar en el que estamos, desde todo un sistema en donde
todo funcionaba bajo estos principios y en donde todas las variables que puedas
imaginarte se ajustaban para el mismo ángulo. Toda la información surgía desde
el mismo lugar, se distribuía con los mismos métodos y con los mismos hombres,
consabidamente orquestados por los Ahiteba. En medio del humedal tenían un
ágora, un espacio, el más grande construido hasta entonces, para
representaciones teatrales, para espectáculos y para comunicar las novedades de
la aldea, ninguno de los gentereí los usaba sin quebrantar lo dispuesto
previamente por los de la clase gobernante, quiénes elegían desde los juglares
hasta las vestimentas que estos tenían que usar para comunicar lo que ellos
querían que se comunicara.
Fedón: ¿Cómo lograban esa unidad interna ante tanta
diferencia notoria? Perdona que sea insistente…
Sócrates: Dispusieron un corte o antinomias que
no tenían con ver con su condición social o política, desde lo estético, lo
comunicacional y lo deportivo. En esas fiestas tradicionales que te mencione,
desfilaban dos ejércitos, en ambos, participaban Ahiteba como Gentereí, por
tanto, la disputa no se daba entre la clase gobernante y los gobernados, sino
entre estos ejércitos creados ad hoc, recreados por intermedio de relatos o de
fábulas, por lo general vinculados con el reino de la naturaleza,
confrontaciones entre animales, entre cantos de pájaros o sonidos de truenos y
de rayos. Otro tanto lograron hacer con los que comunicaban las novedades de la
aldea, incentivaban disputas o confrontaciones entre juglares de supuesta fama,
que leían los mandatos escritos por la clase gobernante, y en esos mismos
libretos supuestamente criticaban el estado de cosas, cuando en verdad lo que
hacían era legitimarlo, validarlo a través de la risa, hacerlo más
cotidianamente aceptable y tolerable. En el barro de esa disputa de ídolos de
lodo, los gentereí pasaban sus días, cuando no amonestados por los dictados de
los profetas que también eran parte fundante de los Ahiteba, que azuzaban el
posible castigo de los dioses, en caso de que algunos, por alguna extraña
razón, osara decir que no al estado de cosas, desobedecer, caminar por la
cornisa denunciatoria y vindicativa. Como instancia final de este sistema
inercial de control, los curadores, sanadores o chamanes de la salud, tenían la
potestad de declararlos insanos a quienes no toleraran lo establecido, para
ellos, cada cierto tiempo prudencial, partía un navío, río adentro, llevando a
los afectados a tierras desconocidas, como una suerte de exilio obligado o de
viaje final, en donde podrían continuar con sus vidas enfermas pero lejos de la
aldea en donde las cosas funcionaban tal como lo establecido.
Fedón: ¿Pero qué tipo de gobierno adoptaron?
Sócrates: Esta es otra de las particularidades,
si observamos todo esto diremos que eran manejados por una oligarquía, pero no,
cada tiempo normado, asistían a elecciones en donde todos tenían la posibilidad
de participar, o al menos, así lo decían sus leyes. No existían límites para
que se postularan tanto los que vivían adentro o afuera, Ahiteba, Chimbos o
Gentereí. Por supuesto que esto era una escenificación, una impostación más te
diría, la más excelsa. Quiénes se postularan, debían estar avalados, apoyados o
acompañados por un ejército o núcleo de hombres de más de 30, inscribirse en
una suerte de catálogo, y una corte de jueces, determinaba sí los inscriptos
cumplían tanto con el requisito numérico, como también no contar con
impugnaciones por parte de curadores, chamanes o profetas, si alguno de estos
dictaminaba que en la lista de candidatos aparecía quién atravesara ausencia de
salud o mal espiritual la postulación caía automáticamente. El segundo paso era
la elección propiamente dicha, en donde convengamos, se postulaban, como vimos,
quiénes el sistema aprobaba, filtro fino mediante, que a la luz pública no mostraba
su poder censor, sí bien todos asistían al voto, mediante el ingreso a un
habitáculo especialmente diseñado al costado de la plaza pública, y marcaba con
un punto en la lista de candidatos, lo cierto es que para que cada uno de los
votantes, marcara o hiciera su voto, el método más común como para convencerlo
era mediante la entrega de un obsequio o regalo momentos antes del sufragio. El
valor del objeto dependía de acuerdo del votante, sí al que le tocaba votar
necesitaba más elementos para vestimenta o no había tenido una buena cosecha,
los candidatos, que por lo general y como imaginarás, en casi la totalidad de
los casos, iban por mantener el poder, le obsequiaban lo que este precisaba.
Según cuenta uno de los filósofos de los del bosque, del que al parecer han
quedado muy pocos registros de sus obras, se ha llegado a prometer a un votante
acaudalado y sin necesidades inmediatas el obsequio de que soñaría lo que
deseara, pues desde hace tiempo era atormentado por pesadillas de las que no se
podía desprender, y el nivel de promesas de los que pretendían mantener el
poder llegaba a tal extremos de la señalada promesa.
Fedón: Pero si esta comunidad ha sido tan exitosa para sí,
¿Qué ha sucedido con ella?
Sócrates: Esa es otra historia Fedón, más
divertida que esta, pero no siempre lo divertido nos lleva a entender, a
comprender, a conocer por qué han sucedido las cosas, por ello era
imprescindible que conocieras primero esta parte.
Vía| Dúnamis
Imagen| Nación
Charrua
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