1916
fue un año para recordar en el frente occidental
El fuerte de Douaumont, donde ocurrió el desastre |
A lo largo de la
historia de la Humanidad, los historiadores han dejado constancia de las
grandes hazañas de su tiempo. Pero también han quedado para el recuerdo los
patinazos y despistes de personajes anónimos, que sin proponérselo sirven a la
honorable tarea de contar la Historia de forma didáctica y, en ocasiones, hasta
cómica. Ese es el caso de algunos soldados en el fuerte de Doaumont en Verdún, Francia. Durante los primeros meses
de la batalla a la cual da nombre la región, este edificio fue testigo y prueba
de la imperfección humana.
La
toma del fuerte
25 de febrero de 1916,
Verdún. Ambos bandos (franceses y alemanes) habían recibido órdenes de avanzar
“sin prestar atención a las bajas”. A salvo en los niveles subterráneos del
fuerte de Douaumont, 58 reservistas franceses esperan a que a los boches (así llamaban ellos a sus
enemigos germanos) se les acaben las granadas de 886 kilos que están lanzando
sobre su posición. El sargento Kunze,
junto al regimiento de Brandenburgo número 24, se persona ante la fortificación
con el objetivo de tomarla, pero algo no cuadra: parece estar abandonada.
Claro, ellos no sabían que los poilus (los
franceses) se encontraban resguardados bajo tierra.
Ante el recelo de sus
compañeros, Kunze se envalentona más todavía, y entra decidido en el fuerte sin
encontrar oposición a su paso. Ahora es cuando viene lo insólito: un grupo de
artilleros franceses, al ser encañonados por el alemán (“Handhöch!”), creen que la posición ya ha sido tomada por el enemigo
y se rinden sin condiciones.
Avanzando por el laberinto de hormigón, Kunze descubre al teniente de reserva
Radtke. Éste sí había convencido a una pequeña tropa para que entrara con él
por otro acceso. Y así, sin necesidad de derramar una sola gota de sangre
enemiga, el edificio es tomado por los alemanes.
Error
fatal
Dos meses y medio
después, concretamente a primeros de mayo, los alemanes siguen controlando el
fuerte. Orgullosa de su país y de las tropas de la conquista (que han salido en
primera plana de todos los periódicos como los héroes de Douaumont), la
guarnición encargada de mantener la posición está tranquila. Pero las largas
guardias se pueden hacer muy pesadas, y bien es sabido que el café ayuda.
Pensando de esta manera, a uno de los soldados se le antoja dicha bebida. El
problema es que lo único que se le ocurrió para calentarla fue usar un lanzallamas.
Lo que vino después es
lo que se podría haber esperado de semejante idea: las municiones que se
encontraban junto al soldado se incendiaron y los pasillos del fuerte dieron
cobijo a cientos de llamaradas. Los compañeros del responsable, al escuchar los
estallidos y ver el fuego, creyeron que el enemigo francés se echaba sobre
ellos y se pusieron a disparar sin orden ni control. 679 bajas: el café más caro de la Historia. Calcinados, los
cadáveres no podían ser identificados de ninguna manera, de modo que se les
apiló en una de las estancias del fuerte para su descanso eterno. Hoy en día,
el lugar goza del estatus de Cementerio de Guerra alemán.
El 23 de octubre de
1916 las tropas francesas recuperaban la
posición. La victoria de febrero y el desastre de mayo no habían servido
para nada.
Bibliografía
ESLAVA GALÁN, J., La Primera Guerra Mundial contada para
escépticos. Madrid, Booket, 2014.
Autora| Ariadna Muriel Humanes
Vía| History,
ver bibliografía
Imagen| Wikipedia
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