La
enfermedad de Goya sigue siendo un enigma, pero esto no quiere decir que este
tema no se haya aclarado bastante en la actualidad
'Dos viejos comiendo sopa', Francisco de Goya (1819-1823) |
Sabemos que el artista
aragonés Francisco de Goya y Lucientes visitó Andalucía en el Otoño de 1792.
Efectivamente, el artista llegó a
Sevilla, que, por aquel entonces, era una ciudad cosmopolita en diversas
facetas y, especialmente, en materia artística. Cuando Goya emprendió este
viaje por tierras andaluzas, con toda probabilidad ya su estado de salud no era bueno, precisamente, pues tengamos en
cuenta que, con anterioridad, había sufrido ya algunos episodios y trastornos
patológicos, de los que había ido sanando prácticamente de forma espontánea,
posiblemente debido a la fortaleza de su naturaleza.
Goya llegó a Sevilla y
comenzó un itinerario turístico que le llevó a su Catedral, otros monumentos
arquitectónicos de interés y, en especial, pudo disfrutar de la obra de Velázquez, el gran artista
sevillano que había sido su indudable maestro al principio de su carrera
artística.
El proyecto de Goya
pasaba por visitar Sevilla y, tras esta estancia, marchar a Cádiz, donde pensaba
alojarse en casa de su amigo, el opulento comerciante Sebastián Martínez. Este último viaje se precipitó debido a la
enfermedad de Goya, enfermedad que le sorprende en plena visita a la ciudad
hispalense. De forma inmediata, se cursó un correo, por parte de Ceán Bermúdez,
a Martínez, informándole de que su amigo el pintor se encontraba en Sevilla,
muy enfermo, y se le mandó aviso para que, si era posible, le acomodara en su
domicilio gaditano, al ser impensable el retorno a Madrid, a la Corte, en las penosas circunstancias por las que el
artista atravesaba. Martínez accedió a la petición de forma urgente, siendo
trasladado nuestro artista a la ciudad gaditana y dándose aviso a uno de los
mejores galenos de aquella ciudad, para que indagara acerca de la enfermedad
que el pintor padecía y de la viabilidad, en su caso, de algún tratamiento para
paliar la sintomatología.
La enfermedad de Goya, al día de hoy, sigue siendo un enigma, pero
ello no quiere decir que este tema, con su consiguiente problemática e incertidumbres,
no se haya aclarado bastante en la actualidad. Parece evidente que sufrió una
enfermedad autoinmune denominada síndrome
de Vogt-Koyanagi-Harada, trastorno orgánico, no mental, que cursa con
sordera y alteraciones visuales, principalmente. Pero, como historiadora del
arte, a mí me interesa especialmente cómo afectó este síndrome a su pintura y,
en general, a su vida y a la forma, peculiar, sin duda, de interpretar los
colores y las pinceladas.
Indicios de desengaño y desilusión, así como de pesimismo
y desesperación, se observan claramente en la serie de aguafuertes que realizó
en torno a 1797, titulados Los Caprichos,
para los cuales escogió asuntos que revelan los vicios y errores humanos, así
como las extravagancias y desaciertos que son comunes a toda sociedad civil.
Son 80 estampas las que forman la colección y en las que refleja una crítica
mordaz, satírica y, en ocasiones, burlesca, de la sociedad de su tiempo, siendo
denunciadas por la Inquisición,
institución tan temida por aquella época.
Goya, tras sufrir el
brote gravísimo patológico del año 1792, que casi le lleva a la muerte, comenzó
a pintar, de manera obsesiva, a brujos y brujas, en escenas de aquelarre, así
como representaciones demoníacas que
llevaban, en sí mismas, el germen de la locura, mostrándonos cómo el artista y
su mundo interior se había vuelto macabro, morboso, tenebroso y terrible. Puede
que sufriera alucinaciones. En este sentido, hay que recordar que, durante la
convalecencia de su gravísima enfermedad, Goya hizo unos cuadros de pequeño
formato, sobre hojalata, representando a diversos personajes en estado de locura. Se trata de cuadros dantescos y en
los que está presente el infierno que el artista sufría al quedarse
irremediablemente sordo para toda su vida. Estos cuadros ponen de relieve su
estado de ánimo, turbulento y plagado de pesadillas, y son, desde luego, un
testimonio de incuestionable valor a la hora de comprender los abismos
insondables a los que la enfermedad le había conducido sin retorno.
Pero quizás donde se
revela, con mayor ímpetu y vehemencia, la influencia de la enfermedad de Goya
en su obra es en las denominadas Pinturas
Negras, realizadas tras sufrir otra crisis en 1819, crisis que, de nuevo,
le abocó a la muerte, salvándose gracias a la intervención del doctor Arrieta, a quien, en señal de
agradecimiento, le hizo un bellísimo cuadro, titulado “Goya atendido por el Dr.
Arrieta”, que se encuentra en el Museo de Arte de Illinois.
A partir de 1820, Goya
decide encerrarse en una casa a las afueras de Madrid, cerca del Manzanares,
denominada Quinta del Sordo. Aquí,
recluido con su amante, Leocadia Zorrilla –el artista había enviudado hacía
ocho años de su esposa Josefa Bayeu– y con la hija de ésta, de unos siete años
de edad, comienza a representar, tanto en la planta baja de la casa, como en la
alta, una serie de pinturas
espeluznantes, al óleo sobre un enlucido de yeso, que verdaderamente
estremecen el ánimo del espectador que las contemple, si bien, en la
actualidad, han perdido una parte de su fuerza expresiva. Goya se aísla,
huyendo de la política autoritaria y despótica del monarca Fernando VII, y se encierra en su propio desengaño y desilusiones,
lejos del mundanal ruido, de la Corte y de la política. En definitiva, lejos de
los oscuros avatares de su vida. Estas Pinturas Negras catapultan al artista
para la posteridad y le otorgan, más allá de cualquier género de duda, el
título y la calificación de artista universal, precursor de movimientos
pictóricos tan diversos como el Impresionismo, el Expresionismo y hasta el
Abstracto o no figurativo.
Es cierto que muchos
teóricos del arte han intentado polemizar acerca del significado de estas portentosas obras, pero quizás lo más
interesante, en la actualidad, sería preguntarse si el artista hubiera llevado
a cabo estas Pinturas Negras sin haber sufrido, previamente, la enfermedad que
casi le aboca a la muerte. Desde mi punto de vista, estimo que Goya hubiera
llegado a crear estas Pinturas Negras aunque no hubiera sufrido patología
alguna a lo largo de su existencia. No
creo que exista relación alguna entre enfermedad
y genialidad en este caso. El genio que era, sin duda alguna, Goya hubiera
salido a la luz tarde o temprano. Ahora bien, la temática, el contenido
propiamente dicho de estas Pinturas Negras, con los temas brujeriles, las
romerías grotescas y las escenas populares –y enigmáticas muchas– de la España
profunda y negra, son difícilmente imaginables sin que el pintor hubiera
sufrido enfermedad alguna. Tengamos en cuenta que, desde el punto de vista
técnico, las Pinturas Negras no sólo representan la cumbre de su producción
pictórica, sino que son, además, el colofón
de la pintura universal del siglo XIX.
Bibliografía
ROMERO COLOMA, M. A. y
SOTO FABBER, F. J., Influencia de la
enfermedad de Goya en su pintura. Jerez de la Frontera, EH Editores, 2011.
Autora| Aurelia
María Romero Coloma
Vía| Ver bibliografía
Imagen| Wikipedia
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