Diversos autores coinciden en la existencia de
poderosas redes de manipulación forjadas por los sectores dominantes para
construir la realidad en pos de sus intereses
Representación del control social ejercido por los sectores hegemónicos a través de los medios de comunicación |
La evolución de
las comunicaciones ha llegado a tal punto que cambió nuestra concepción del
espacio-tiempo, achicando las fronteras y permitiéndonos ser parte de un todo
global que incita a la homogeneización. Este
hecho no es ajeno a los sectores hegemónicos, quienes poseen el control de los
principales medios y se presentan como indicados para hacer la historia.
Las principales
narrativas que circundan el ámbito social se producen en espacios dominantes,
lo que está más que claro para el antropólogo norteamericano Charles L. Briggs,
quien marca que «las narrativas juegan un papel clave en las transformaciones
sociales que reconocemos como globalización». Es en este marco narrativo donde los sectores de poderbuscan constituir un
medio capaz de construir realidades para espectadores (o bien, consumidores)
meramente pasivos, alienados y, de esta manera, fáciles de manipular.
A menudo, sólo
una versión de los hechos es impuesta como verídica por sobre otras tantas
propuestas que se barren bajo la alfombra o se las ridiculiza. En su trabajo Las narrativas en los tiempos del cólera: el
color de la muerte en una epidemia venezolana, Briggs demuestra cómo se construye una versión oficial acorde a los
intereses de la hegemonía por sobre otras versiones alternativas que son
etiquetadas como falsas por los medios masivos. El autor revela en el texto
diferentes maniobras que fueron pensadas en pos de crear una narrativa que
explicase el origen de la epidemia del cólera que azotó a Latinoamérica en
1991. La versión oficial contó que todo comenzó en el Estado Delta Amacuro, en
el cual desemboca el Río Orinoco en el Océano Atlántico, cuando una cultura
indígena, los warao, consumieron ciertos cangrejos que portaban la enfermedad.
Se atribuyó la responsabilidad del hecho al supuesto desinterés de los
indígenas en cuestiones de higiene, otorgándoles cierta culpabilidad por su
incapacidad para incorporarse a la modernidad.
Si bien es
cierto que el cólera puede matar a un adulto sano en diez horas, Briggs relata
que es sumamente fácil de tratar y prevenir, si se cuenta con recursos
sanitarios básicos para ello. Así, indica que esta narrativa hegemónica se creó
con el fin de desviar la responsabilidad del hecho al Estado y su falta de
desarrollo sanitario en el delta. Diversas versiones provenientes
principalmente de la zona habitada por la comunidad warao, desarrolladas en su
mayoría por activistas ligados a los indígenas, fueron silenciadas por la
prensa dominante. Dichos relatos alegaban que era cierto que diversos grupos
indígenas consumían cangrejos, pero negaban rotundamente esta actividad entre
los warao, señalando al gobierno venezolano como único culpable de la expansión
de la epidemia.
No es difícil
pensar que la estereotipación de las comunidades indígenas favoreció notablemente
la difusión y aceptación de la narrativa oficial, dejando radicalmente de lado
otras alternativas. Se deduce entonces la habilidad de los grupos de poder para
hacerse de estrategias convenientes a fin de elaborar el relato oficial, el cual se busca que sea medianamente convincente y genere
consumidores «satisfechos» con la información. A partir de este punto, se
dará vital importancia al rechazo de posibles narrativas amenazantes a la
hegemónica.
La veracidad de
la versión oficial de los hechos está íntimamente ligada con el prestigio del
ente productor. Cuanto más sea el
reconocimiento del ente a nivel mundial o local, mayor serán las posibilidades
de establecimiento de una narrativa como verdad inquebrantable. El
investigador español José Luis Camacho dice al respecto que «existe una expresión
casi sagrada denominada “versión oficial de los hechos”», la cual es construida
por una organización política pública o privada y «es más realista cuanto más
importante sea la organización que expone dicha versión».
Al dar por
sentado la manipulación de los sucesos por parte de grupos hegemónicos se puede
poner en tela de juicio la historia misma, reconociendo que gran parte de lo
contado gira en torno a los intereses de dichos sectores de poder. Así, emerge
una pregunta importante de ser contestada: ¿puede existir una conspiración
global de tal índole? JL Camacho opina que sí, y argumenta que «no tenéis más que leer los libros de
historia de manera correcta para comprender que, en realidad, es la
conspiración la que ha forjado el destino del ser humano en este minúsculo
planeta».
Un arma
importante para forjar dicha conspiración parece ser la venta de
entretenimiento a través de la industria cultural. Siguiendo la línea
ideológica del trabajo Cultura de masas e
industria cultural desarrollado por Ana María Zubieta, los consumidores
culturales son moldeados por las clases hegemónicas a través de la industria
cultural, a partir de la cual «se busca disciplinar, guiar, producir deseos y
suprimir todo tipo de resistencias». La autora insiste en que aquí no se intenta respetar el derecho del
espectador a entretenerse, sino de comprender que cuando ellos se entretienen
colaboran directamente con el poder. En el seno del intercambio propuesto
por la industria cultural, el espectador recibe entretenimiento a cambio de su
rol activo dentro de la sociedad, volviéndose un consumidor pasivo y alienado.
Umberto Eco, en
concordancia, dice que «el modo de divertirse, de pensar, de imaginar de las
masas, no nace de abajo», y argumenta que las
masas en verdad son creadas por el código de la clase hegemónica transmitido a
través de las comunicaciones de masa. Al respecto, Vicente Fuentes,
conocido investigador y autor español, indica que «en un mundo en el que el
presidente de los Estados Unidos fue tiroteado fríamente delante de su propio
pueblo (1), con dictaduras que hacen y deshacen a su antojo y una población
pegada a su programa del corazón favorito en el que hablan de la nada más
absoluta, los servicios de desinformación lo tienen más fácil que nunca».
Se puede ver que
numerosos autores coinciden en la existencia de una conspiración a nivel global
basada en la construcción de realidades acordes a los intereses de ciertos
grupos de poder. Quizá comenzar a
cuestionar lo mostrado en los medios y plantearse la posibilidad de que la
historia entera se construye en favor de unos pocos sea el comienzo del
resurgir de una sociedad que aparenta estar, a nivel global, acorralada.
Notas: (1) Vicente
Fuentes alude a la posible conspiración que desencadenó, el 22 de noviembre del
1963, el asesinato del por entonces presidente de los Estados Unidos, John
Fitzgerald Kennedy.
Autor| Martín del
Rosario
Vía| JL Camacho, Vicente Fuentes, Briggs,
Eco,
Zubieta
Imagen| Blog de Economía y Sociedad
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