Garabatos
tricolor y medio pardos, marinos y terrestres, nacionales y extranjeros, pero
todos de color rojo sangre
Por causa de la guerra. Manuel García García, 1937 |
Con una aberración
enfermiza hacia la libertad plural, el franquismo español se caracterizó por la
brutal represión que siguió al conflicto. Nunca antes se había perseguido al
vencido de una manera tan sañosa y con un fin tan claro, evitar el perdón a toda costa. No había posibilidad de zanjar el
asunto siguiendo las leyes liberales, sino que se trataba de una purga militar
de la oposición a modo de castigo ejemplar. Todo aludiendo a una supuesta marea
de violencia republicana que habría desencadenado y legitimado la sublevación
nacional de 1936.
¿El resultado? Una transposición de términos que llevó a acusar de revolucionarios a los que fueron elegidos de forma democrática mientras que los verdaderos alborotadores eran legitimados en el poder, según algunos, por no aceptar tal victoria.
¿El resultado? Una transposición de términos que llevó a acusar de revolucionarios a los que fueron elegidos de forma democrática mientras que los verdaderos alborotadores eran legitimados en el poder, según algunos, por no aceptar tal victoria.
600.000 muertos en España
Muchos muertos en la
Guerra Civil, como en todas, pero miles
de ellos durante la represión, como en pocas. No había más amenaza
comunista que la que se formaba en las cabezas de los responsables del golpe de
Estado del 18 de julio de 1936. Los amagos republicanos no fueron tales, e
incluso el número de asesinados fue mayor en esa izquierda.
Pero la cifra que
podría poner cara al número total de fallecidos está sujeta al propio vaivén de
una guerra. Entre otros, Paul Preston
establece que los que pasaron a mejor vida fueron unos 600.000, la mitad
soldados de ambos bandos que perecieron en acto de servicio. Los otros 300.000 habrían
perdido el aliento fuera del campo de batalla, aceptándose por este autor unos 150.000
muertos por la represión, 20.000 de ellos fusilados. Hablamos de muertes en sí,
no de políticas o ideologías finiquitadas, esto es, nos referimos a muertos de
España, sin más.
Y tan importante como
dar los buenos días es no perder de vista el parón de la natalidad que se produjo tras la Guerra Civil y que
algunos cifran en más de medio millón de pérdidas.
Uno de los barcos leales. Agustín Iraberri, 1937 |
Visión que el niño tiene de la guerra. Plácido Ruiz, 1937 |
Viva España. Escuela de niños. Carmen Aparicio, 1937 |
Rojo sangre
Entre todos, los niños,
que en cualquier término representan el candor más fresco y el madero moldeable
por antonomasia donde clavar escarpias del color que sea. Los de la Guerra
Civil nacieron como todos y tuvieron los mismos hábitos, entre ellos, el de
dibujar, eso sí, en concordancia con la maduración
forzosa que trae una guerra.
A este respecto, hay
dibujos tricolor y medio pardos, marinos y terrestres, nacionales y extranjeros,
pero todos llevan, en mayor o menor medida, el color rojo, no el político, sino el de la sangre que sus
cuidadores derramaban sobre la tierra y también sobre su forma de pensar.
Por mencionar las
molduras ideológicas más significativas, diremos, por ejemplo, que el régimen
franquista no permitía a los niños no
bautizados o fruto de padres solteros ir a visitar a sus progenitores a la
cárcel, la caja cerrada en la que el hacinamiento pulmonar alcanzó cotas
intolerables. Respirando allí también los menores de tres años que convivían con
sus madres tras las ventanas enrejadas. Después de esa edad debían abandonar el
calor materno, muchas veces ya con otro apellido y vendidos a familias que nada
tenían que ver con la que dejaban en el presidio.
Así es que en la Guerra
Civil española, y sin que sirva de excepción a la regla, la vida de los niños
podría ser definida con tres palabras: destinos
ideológicamente impuestos, algo que se ve perfectamente claro en sus
dibujos.
Bombardeo. Salvador Sánchez, Desamparados, 1938 |
Escena de guerra. Esteban López, 1937 |
Luchando por el ideal. José Hidalgo, 1938 |
Viva Rusia. Mario Pastrana, 1937 |
Bibliografía
PRESTON,
P., El holocausto español. Barcelona,
Debate, 2016.
Autora| Virginia MotaSan Máximo
Vía| Diario
de León, BNE
y ver bibliografía
Imágenes| BNE
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