Una vida esperpéntica digna de mención, llena de fiestas y
derroches
Pintura de Jorge IV (detalle) |
El 12 de agosto de 1762 nacía el vigésimo primer príncipe de
Gales, Jorge IV. De este extravagante personaje, del cual en principio se pensó
que se trataba de una niña, sólo podía esperarse que heredara los problemas
mentales de su padre, Jorge III. Jorge IV siempre vivió en un mundo de
fantasía, especialmente tras su coronación en 1821. Deprimido por la evidencia
de su incapacidad para ser un buen monarca, se abandonó a los vicios y la
buena vida de palacio. En cualquier caso, es cierto que durante los años de
regencia (1811-1820) ya pasaba los días bebiendo, haciendo fiestas y montando a
caballo en su residencia de Brighton, donde se creía que el clima marino
mitigaría su enfermedad mental.
Los caprichos hechos edificios
Ya a mediados de 1780 el rey decidió establecerse en Brighton,
como ya he mencionado anteriormente. Pero la casa en la que residía no le
parecía lo suficientemente buena, de modo que encargó su remodelación a Henry
Holland, que la convirtió en la Marine Pavilion. Pronto salieron a la luz las
preferencias artísticas de Jorge IV; el neoclasicismo y el gótico francés,
mezclado con un marcado carácter oriental, manifestado en motivos y mobiliario
de estilo chinesco. Pero a la altura de 1815, el rey aún no estaba satisfecho
con la apariencia de este lugar, de modo que contrató al arquitecto John Nash
para que lo transformara en lo que hoy se conoce como Royal Pavilion.
Ahora no era sólo el interior, sino también el exterior del
palacio el que tenía apariencia oriental; torres, minaretes, cúpulas y arcos
que emulaban el arte indio fueron el carísimo capricho del monarca.
Además, desde luego, continuó decorando las estancias con objetos y menaje
exótico. Todo era posible teniendo en cuenta que, debido a su estatus de rey,
no encontró límite a la financiación.
Pero no fue sólo Brighton la ciudad que se vio arruinada por
estos desvaríos arquitectónicos. También sufrieron lo propio el palacio de
Buckingham, el castillo de Windsor y la casa Carlton (demolida por orden del
rey en 1826). Parece ser que este ansia por el construir sin pausa ni
razonamiento se debía a su necesidad de verse por encima del gran enemigo de su
tiempo, Napoleón Bonaparte. Además, también buscaba escandalizar a sus
padres y llevar la contraria a los valores de Jorge III.
Pintura de Jorge IV |
Los amores y los desamores del rey loco
A las costumbres palaciegas del monarca, consistentes en
disfrazarse, beber y gastar dinero, hay que añadir también una fuerte obsesión
por el sexo femenino. Su romance más conocido fue con Maria Fitzherbert,
católica y dos veces viuda, con la cual llegó a casarse en una ceremonia ilegal
en 1785. Sin embargo, en 1794 la rechazaría para tener un idilio con la Condesa
de Jersey, si bien en 1800 Maria volvió a estar en el corazón del rey, para ser
de nuevo abandonada una década después. Entre estas idas y venidas, Jorge IV
debió aceptar un matrimonio forzado con la princesa Carolina de
Brunswick, en 1795.
Los ataques entre ambos eran continuos, muy seguramente debido a
que el alcoholismo y los otros vicios del rey no se vieron detenidos ni
siquiera por el nacimiento de una hija, que moriría muy pequeña. Jorge IV,
convencido de que tenía a su esposa en contra, se inventó en más de una ocasión
que ella le había atacado de una u otra manera. Su histrionismo se volvió un
problema de tal gravedad que el matrimonio colapsaría en 1820. Este divorcio
sólo sirvió para la nación entera se volviera contra él, convirtiendo al
monarca (nefasto marido, gobernante y padre), en la diana de todas las sátiras
diarias.
Podría decirse, a modo de conclusión, que todas sus
excentricidades radicaban en un desesperado intento por llamar la atención.
Sin duda, nadie olvidaría jamás a uno de los monarcas más desequilibrados que
haya dado la historia europea moderna.
Autora|
Ariadna Muriel Humanes
Vía| BBC,
Brighton
Museums
Imagen| Wikipedia
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