La persistencia de la Memoria es
una de las obras más conocidas del artista surrealista Salvador Dalí
Imagen de ‘La persistencia de la memoria’ |
Aprovechamos
que estos días Salvador Dalí vuelve
a ser noticia, ya que un juez ha
decretado la exhumación de su cuerpo para atender a una demanda de paternidad
para analizar una de sus obras, que forma parte ya del inconsciente colectivo.
Dalí nace el 11 de mayo de 1904 en
Figueres, Girona. Su padre, que es notario, decide inscribir a Dalí en el
colegio hispano francés de la Inmaculada Concepción, después estudia Bellas
Artes en Madrid. En 1921 fallece su madre. Al poco tiempo, Dalí se casa con el amor de su vida, Gala.
Integrado
en la corriente del surrealismo,
Dalí cuenta con un estilo propio que
convierte sus obras en perfectamente identificables. En 1931 realiza su primera
exposición individual en la Galería Pierre Colle de París, aquí se puede ver
por primera vez la obra que analizaremos ahora.
La persistencia de la memoria
La persistencia de la memoria es un cuadro que Salvador Dalí pinta en 1931, encuadrado
dentro de la corriente surrealista
figurativa, podemos verlo en el Museo
de Arte Moderno de Nueva York.
Se
trata de un óleo sobre lienzo, en el
que observamos cuatro relojes, uno
es de bolsillo, los otros tres parecen blandos y están deformados, como si
estuviesen hechos de queso fundido. Uno cuelga de una rama de un árbol ya seco.
Otro, situado más al centro de la composición descansa sobre lo que pueden ser
una nariz y una lengua, es una especie de cara
durmiente, en la que algunos han querido ver una caricatura de Dalí, pues una imagen similar se aprecia en su obra “El Gran Masturbador”.
En
el lado izquierdo hay otro reloj que
se desliza por una pared, sobre él
hay una mosca y sobre el de bolsillo
apreciamos muchas hormigas. El fondo
es una especie de paisaje de playa,
al fondode un gran acantilado el mar y el cielo, en el medio plano, la arena.
Los
objetos se representan con un gran
realismo, son perfectamente reconocibles, pero están totalmente deformados. Los colores que dominan son fríos,
azules, grises y blancos que contrastan
con ocres y amarillos. La luz es
también una protagonista, dividendo
el cuadro en dos mitades una más oscura y la otra con una muy clara que ilumina
los objetos.
El
cuadro es una metáfora, su título lo deja claro, nuestra visión del tiempo se deforma en nuestra memoria, a medida
que pasa, sin embargo el avance del tiempo es inexorable. Por eso, aunque
nuestro recuerdo se deforme, los relojes
siguen en marcha. El tiempo, como el queso fundido, puede expandirse o
menguarse, en función de nuestro estado de ánimo.
Sin
embargo, en el cuadro cada reloj marca
horas diferentes, puede hacer alusión a distintos momentos que se quedan
grabados en la memoria, o quizás a distintas realidades, pues aunque nos
esforcemos en ver el mundo como algo estable, este no lo es, como también la realidad es diferente para cada persona.
Las moscas pueden aludir a la frase “el tiempo vuela”, las hormigas podrían hacer referencia a la muerte, ya que son símbolo de
putrefacción. El cuadro nos recuerda a una imagen
onírica y todos sabemos que el tiempo de los sueños nada tiene que ver con
el tiempo de la vigilia.
La Teoría de la Relatividad, formulada por Einstein en 1905
había dejado profunda huella en Dalí a ella puede hacer alusión también este
cuadro.
Sea
como sea disfrutemos de la vida, del tiempo y por supuesto, del arte.
Autora| Ana Rebón Fernández
Vía| Ana Rebón Fernández
Imagen| Flirck
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