Las civilizaciones
sumeria, babilonia y asiria han dejado signos de sus épocas de mayor esplendor
que han marcado hitos para la historia del arte
Efigie de Gudea |
Continuando con la entrada anterior, las ciudades
estado de Sumer en la segunda mitad del tercer milenio fueron
arrasadas por el poderío de Sargón de Akkad. Su linaje amplió el territorio que
dominaban hasta la zona del Kurdinstan. La
estela de Naram-Sim es un ejemplo de una de las campañas militares que
conmemora la victoria de este rey gracias a la protección de los astros. Se
trata de una estela triangular que adapta la representación a esta forma.
La reacción de los neosumerios no se hizo esperar,
llevando a la construcción de los zigurats,
una arquitectura realizada con ladrillos que se cocían o dejaban secar al sol.
Se trata de construcciones que se elevan en forma de terrazas superpuestas. En
el periodo acadio se encuentran las efigies
de Gudea, señor de Lagash, son efigies realizadas en diorita pulimentada, material caro que sirve como recordatorio del
poder del representado. Eran imágenes de tipo
votivo, según se desprende de las inscripciones que las acompañan. Son
esculturas de bulto redondo, aunque
de concepción frontal, cerradas en sí mismas y carentes de todo movimiento, la
musculatura está marcada. Son estatuas que en sí mismas recuerdan a una oración
perpetua.
La clave de la cultura babilónica la encontramos en El Código de Hammurabi, rey de
Babilonia, está labrado en basalto negro,
una piedra muy dura, hoy podemos verlo en el Museo de Louvre. Data del 1692
a.C. y fijó la primera colección legislativa de la historia del derecho de
la que se tiene constancia. Se trataba de homogeneizar la ley para todo el
pueblo, es una fuente indispensable para conocer muchos aspectos de la cultura
y la sociedad babilónica.
Asiria
Los asirios eran un pueblo de fuerte tendencia
guerrera y conquistadora, lo que les llevó a la construcción de ciudades
fuertemente fortificadas. Destacaba especialmente la decoración escultórica que
le daban a sus palacios, se trataba de esculturas exentas que representaban
animales fantásticos, como los toros
alados de rostro humano del Palacio de Jorsabad.
Su periodo de mayor esplendor terminó con la caída de la ciudad de Nínive en el 612 a.C. El Palacio de Sargón II en esta ciudad
cuenta con muros revestidos de alabastro
en los que se han tallado bajorrelieves que narran las batallas llevadas a
cabo por el rey. Destacan también los que se encuentran en el palacio de Asurbanipal, en Nínive por su hieratismo,
se ve ya un intento de representar la perspectiva a base de superponer escenas
y del uso de líneas diagonales.
En Ninru encontramos relieves de caza del siglo II a.C. y que se caracterizan por el
movimiento. La leona herida es una
de las obras más sobresalientes de la historia del arte, por su rigidez,
dinamismo y la representación del sufrimiento. Para los asirios la caza de
leones era una manera de simbolizar la fuerza.
El imperio asirio
cayó ante una coalición de medos,
escitas y babilonios que hicieron surgir una nueva Edad de Oro para
Babilonia, en el siglo VI Nabuconasar y
Nabucodonosor reconstruyen la ciudad sobre el rio Eufrates, de manera que
era una especie de canal interior de la ciudad. 100 puertas se abrieron en sus
imponentes murallas si hiciéramos caso a Herodoto. Destaca especialmente la
llamada puerta de Ishtar, que era la
más cercana al palacio y que hoy en día podemos ver reconstruida en Berlín.
Está decorada con cerámica vidriada y policromada, abría la vía de las
procesiones.
Por encima de las altas murallas de Babilonia podía apreciarse un verdor que sorprendía a todos los
viajeros, eran los míticos Jardines
Flotantes de Babilonia, que
Nabucodonosor mandó construir para la reina Amiotis, hija del rey de los medos.
Es considerada una de las 7 maravillas del mundo antiguo. Babilonia era una
ciudad plural y cosmopolita relativamente abierta y que sorprendía por ello a
todos los viajeros.
Ciro de Persia entró en la ciudad en el 539 terminando con su hegemonía.
Comenzando el arte persa. Los palacios
(apadanas) de Persépolis y Susa en Irán asociados a los reyes Darío y Jerjes señalan el final de este imperio
que sucumbiría ante la llegada del gran Alejandro
Magno, vencedor de Dario III, y que moriría en la ciudad de Babilonia.
Autor| Ana Rebón Fernández
Vía| Ana Rebón Fernández
Imagen| Wikipedia
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