Arrimar el hombro y
remar codo con codo en una misma dirección, hasta que todo vaya viento en popa
Chusma de galeras durante la boga y cómitre castigando a un forzado |
En castellano, para
referirse a situaciones difíciles que requieren la composición de un gran
equipo de apoyo mutuo de cara a la consecución de un fin, se suele emplear
expresiones como “trabajar codo con codo” y “arrimar el hombro”. Siempre en el sentido de un esfuerzo compartido para
salir de situaciones apuradas, hasta
alcanzar circunstancias más favorables por ir todo “viento en popa”, haciendo
que la urgencia desaparezca y se restablezca la normalidad.
Estas construcciones lingüísticas
tienen en galeras su origen, buques en los que los
remeros, a falta de viento, eran los auténticos propulsores del buque. Los cómitres
al sonido de su silbato y el restallido del látigo dirigían la boga de los
remeros, haciendo que la palamenta fuera tan conjuntada, que la acción de más
de doscientos hombres pareciera como si una sola persona la ejecutara.
El
remo, de aproximadamente unos trece metros, era compartido por varios remeros
que recibían un nombre concreto en función del lugar que ocupaban en el barco. Al primero de ellos se le denominó
“bogavante” -boga adelante-, mientras el “cuarterol” era el último en el caso
de las galeras más pequeñas, en tanto el “espalder” era el que bogaba de
espaldas a la popa y de cara a los demás, a quienes daba la boga.En torno al
remo se desarrollaba la vida de esclavos y condenados a galeras. Aferrados a la cadena que discurría a sus
pies, compartieron el poco espacio disponible, en el que debían comer, dormir y
hacer sus necesidades, siempre sujetos al ramal. Desde su entrada a la
embarcación, la primera impresión del remero novato debió centrarse en el gran
gentío que poblaba el buque. Tal como Barras de la Penne escribía a principios
del siglo XVIII, cuando describía la sorpresa que les causaba “de ver tanta
gente [...] ver tantos hombres situados en tan pequeño espacio”, pues “cuando
cada uno está en su puesto, no ve más que cabezas de popa a proa”.
En cuanto a la boga, ésta se realizaba
básicamente en tres fases: durante la primera, todos los remeros se ponían en
pie sobre la banqueta,
al tiempo que empuñaban el remo y tendían los brazos y el cuerpo hacia popa. Durante la segunda, se debía empujar el
remo hacia la popa de la galera, para sacar en esta secuencia la pala del agua
y orientarla hacia proa. Aquí, el bogavante daba un paso adelante poniendo
el pie derecho sobre un peldaño, en tanto el otro quedaba apoyado en el banco.
En este movimiento alargaba su cuerpo y brazos hacia popa, mientras los otros
remeros de su banco daban el mismo paso, dependiendo su extensión de su
proximidad al bogavante. A continuación,
todos los remeros caían sobre el banco manteniendo tensos sus brazos, describiendo
con el remo un círculo, al tiempo que hundían la pala en el mar, para presionar
con este giro el agua e impulsar la galera. Por último, echaban el cuerpo hacia
delante hasta que el guión del remo llegaba a su límite. Al siguiente
silbido, los galeotes volvían a iniciar el proceso de boga.
Junto
a todos estos estilos de boga, existieron otras maniobras en función de
circunstancias especiales. Una de ellas, quizá la más agotadora, aparte de
cuando se entraba en combate o había de huir de un buque enemigo, fue la
llamada “bogar sobre hierro”, realizada durante los temporales, cuando la
galera se refugiaba y anclaba en un abrigo de la costa. Entonces, sometida la nave a los embates del viento, se bogaba
denodadamente contra éste para evitar la ruptura del cable del ancla e impedir
que la embarcación acabara embarrancada o estrellada contra las rocas.
Una
buena boga sólo se podía lograr mediante un entrenamiento adecuado al resguardo del interior de un
puerto, pero también de una adecuada coacción por parte del cómitre y del temor
de que la nave se hundiera y arrastrara a todos hasta el fondo. La conjunción
de todos estos factores favoreció una labor de equipo,
por lo que la distribución del trabajo
en galeras no distinguió entre esclavos y forzados. Ambos grupos se
distribuyeron al remo en función de su fuerza física y no por su status. Remaron codo con codo sin distinciones en la
alimentación, vestido y cuidado sanitario.
Bibliografía
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, M., Los forzados de Marina en la España del siglo XVIII (1700-1775). Editorial Universitaria de Almería, Almería, 2013.
Autor| Manuel Martínez Martínez
Vía| Ver bibliografía
Imagen| Adonay
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