Alrededor, el público esperando el desenlace,
un final que llenaría sus bolsillos o los vaciaría un poco más
Los rat-catcher o cazadores de ratas obtenían grandes beneficios a cambio de sus roedores |
Siguió practicándose a pesar de que la ley prohibió en su momento el
maltrato de animales. En realidad, los pozos de ratas se consideraban un juego de apuestas, por lo que no fue
susceptible de encuadrarse dentro de ese veto legal. Así es que Inglaterra, y
especialmente Londres, continuó dale que te pego con este entretenimiento hasta
1912.
Un pozo lleno de ratas y un perro. Alrededor, el público esperando el desenlace, un final que llenaría sus bolsillos o los vaciaría un poco más. En este juego ganaba aquel perro que hubiese matado más roedores en menos tiempo. Esa era la condición, que la rata estuviese muerta del todo. Herida no valía para nada.
Las
estrellas del momento
De cuatro patas, el más famoso de
Londres fue Billy. Este bull terrier fue el terror de las ratas y, en el
ambiente en el que nos movemos, también el arquetipo del perro londinense por ostentar
la mejor marca histórica que se había conseguido en uno de estos rat-pits: 60 ratas muertas en algo más de dos minutos
y medio.
Con dos patas, Jack Black es considerado el figurín de la época. Además de
por el ingenio y por la plaga, como la frecuencia de estos juegos demandaba una
nada desdeñable cantidad de carnaza, apareció en Inglaterra una nueva
especialidad profesional, los rat-catcher o cazadores de ratas.
Jack se hizo a conciencia con este mercado asegurando
que las suyas no transmitían enfermedades a los perros, un mal común. Y como
buen empresario y mejor publicista, el cazador más famoso de Inglaterra se
remangaba y ofrecía su brazo desnudo a
uno de sus roedores, que mordía y mordía a su dueño. Esta puesta escena
reportó a Jack el privilegio de ser el elegido por la reina Victoria, muy aficionada
también a estos animales.
Autora| Virginia
Mota San Máximo
Vía| The Mongrol
Hoard
Imagen| The Mongrol
Hoard
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