El refugio antiaéreo de Mariana Pineda en Santander

Durante la Guerra Civil Española se construyeron miles de refugios para proteger a la población civil de los ataques de la población, el de Mariana Pineda puede visitarse en Santander

Bajo la plaza de Mariana de Pineda (hoy Plaza del Príncipe), los santanderinos construyeron en la primavera de 1937 un refugio para protegerse de los bombardeos de la aviación
Un grupo de niños está jugando con una rudimentaria pelota en la Plaza de Mariana Pineda en Santander (hoy Plaza del Príncipe), de repente un ruido que proviene del cielo les hace detenerse y levantar la vista, el ruido se acerca hasta permitirles divisar una formación de aviones. En los arrabales de la ciudad, los aviones van dejando caer una andanada de bombas que estallan levantando tierra y provocando destrozos.

Es la primera vez que los niños, y la mayoría de lo adultos ven un avión, lo consideran todo un espectáculo y realmente nadie es consciente del peligro que implican las bombas. Estamos en el año 1936, España está comenzando una cruenta guerra civil que la dividiría en dos bandos llevándose por delante millones de vidas y hundiendo al país en la miseria.

Entre julio de 1936 y agosto de 1937, Santander sufriría 34 ataques aéreos por parte de la aviación rebelde. El 27 de diciembre de 1936, la Legión Cóndor alemana, que apoyaba a las tropas sublevadas, dejó caer sus bombas en un barrio obrero humilde, provocando la mayor parte de los 64 muertos que los bombardeos dejaron en la ciudad.

Tanto las autoridades como la población fueron entonces haciéndose realmente conscientes del peligro, así se construyeron unos 114 refugios, antes de terminar el año, con la finalidad de proteger a los lugareños. Las sirenas empezaban a sonar en cuanto se divisaba la aviación enemiga. En un principio, en la Plaza de Mariana Pineda se construyó un pequeño refugio, con capacidad para unas 70 personas, destinado a los mandos militares que se alojan en un hotel de la propia plaza, pero posteriormente hubo de abrirse a la población en general.

Los niños saben que cuando suenan las sirenas deben acudir corriendo al refugio, también lo hacen los adultos. Bajando unas escaleras protegidas por una estructura se llega a la puerta de acceso, una vez en el interior encontramos las normativas de convivencia dentro del refugio, nadie las lee con los nervios y las prisas, pero todos las conocen porque han sido publicadas en la prensa.

El de Mariana Pineda no es un refugio profundo, está solo a 50 cm. bajo el suelo de la plaza, no se podía escavar más en terrenos ganados al mar. Sus gruesos muros de hormigón configuran varias estancias separadas por el encofrado formando arcos de medio punto, que permiten desalojar mejor la fuerza ejercida por el estallido de una bomba. La parte superior de los arcos está abierta para favorecer la circulación del poco aire que consiguen entrar.

Una vez dentro, los niños se colocan en el centro de la estancia que es el lugar donde el aire es menos insano, solo los ancianos que hayan traído sus propias sillas de casa pueden sentarse, el resto del mundo ha de permanecer en pie y en silencio en medio de la penumbra y el ambiente asfixiante por la falta de aire, el calor y la humedad.

 El sonido de la aviación y del caer de las bombas hace temblar el suelo, entre 20 minutos y una hora suelen durar los bombardeos, que se hacen eternos al que está dentro haciendo frente a la inquietud de saber si seguirán vivos, cuando salga al exterior, el resto de sus seres queridos y su casa en pie.

En 1941, la ciudad de Santander sufrió un gran incendio que hizo desaparecer la mayor parte de los edificios de la ciudad y también los refugios antiaéreos, poco a poco el silencio y las ganas de dejar atrás la guerrahicieron que se “olvidara” la existencia de estos espacios.

Ya en el siglo XXI, unas obras en la actual Plaza del Príncipe dejaron al descubierto la entrada del refugio que se había conservado intacto. Respetando totalmente la estructurase han instalado unas pantallas de televisión que consiguen que la visita guiada, que de modo gratuito se puede hacer, sea una experiencia en la que casi consigamos recrear la sensación de los que se veían obligados a usarlo hace tan solo 80 años.

Nos recuerda el amable guía que en muchos puntos de nuestro planeta ahora mismo hay muchas personas viviendo esa misma situación angustiosa. Un grupo de niños está jugando

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