Y sin el Mediterráneo, porque Sörgel
construiría una presa en el Estrecho de Gibraltar para desecar el mar y poner
fin así a la crisis de los años 20
Más de 600 mil nuevos kilómetros cuadrados conformarían un nuevo continente, Atlantropa |
Aunque habían dejado atrás los desastres propios de una Gran Guerra, los años 20 arrastraron
las consecuencias de aquel conflicto: desempleo, una población masiva en
determinadas zonas y el fantasma de la crisis energética pululando por Europa.
Algo nos suena casi un siglo después.
Hubo un tiempo en el que por el Estrecho de Gibraltar no pasaba ni gota
de agua desde el Atlántico. Hace poco más de 5,3 millones de años, el Mediterráneo se evaporó sin remedio
al no recibir aporte ni del Atlántico ni de los ríos que lo drenaban. Fue la
Crisis salina del Messinense.
Las carestías agudizan el ingenio
La de los años 20, entre otras, afiló el de Herman Sörgel, un arquitecto
alemán desencantado con las soluciones planteadas desde la esfera política que
decidió elaborar un proyecto propio para terminar de raíz con los males que se
extendían por el Viejo Continente. Nació así la Atlantropa, una idea que pasaba
por reproducir de forma artificial la
Crisis salina del Messinense, es decir, rebajar el nivel del Mediterráneo
para ganar así terreno cultivable y lo que viniese.
Lo primero, una presa en el
Estrecho de Gibraltar que debiese alcanzar los 15 kilómetros de largo y en
torno a los 300 de alto. El freno del cauce del Atlántico produciría un
descenso del nivel del mar de hasta 200 metros, según la zona, recuperándose
más de 600 mil kilómetros cuadrados de terreno. España tiene algo más de 500
mil.
Para Sörgel y sus seguidores todo eran ventajas. La tierra pondría freno
al paro y al hambre, la presa del Estrecho, cuya construcción emplearía a miles
de personas, mejoraría la situación energética al producir 50 mil megavatios de
electricidad. Por último, el megaproyecto de Sörgel también haría desaparecer
el fantasma de la guerra: cuando todos dependen de algo, y ese algo es
fundamental, parece más fácil controlar la insurrección, al menos de momento.
Es la magia de estar interconexionados,
dejando aparte, claro está, la práctica y la Historia.
Lo que pasase con los africanos ya no era cosa suya. Lo que importaba en
Atlantropa era ganar también terreno al Sahara levantando otra presa en el río
Congo para crear allí un embalse de reserva. África parecía ser para Sörgel un justo sacrificio por cuanto el
blanco, blanco era.
Así es que estos más de 600 mil nuevos kilómetros cuadrados conformarían
un nuevo continente, Atlantropa, con todos los ingredientes necesarios,
incluidas nuevas ciudades y una capital.
Aquí, las discrepancias: ¿Cartago, Basilea, algún territorio nuevo?
Aunque fueron muchos los partidarios del proyecto del arquitecto alemán,
y a pesar de que Sörgel acudió incluso a
Hitler, olvidó que parte de su equipo era judío y que el nacionalsocialismo
jugaba solo. Por eso, Atlantropa quedó esperando hasta hoy en el Deutsches
Museum, Munich.
Autora| Virginia
Mota San Máximo
Imagen| Ireneu
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