El
concepto tradicional y convencionalmente aceptado de «sociedad» es revisado por
distintos trabajos en el área de la antropología social
La
organización de la vida social del hombre primitivo ha sido el foco de atención
de no pocos estudiosos de áreas afines a la antropología. Durante años el estudio
de un presunto «sistema salvaje» pasó desapercibido en el ámbito de la ciencia
y la sociedad en general, confiando en que en verdad los salvajes no tenían
nada para transmitir en sus métodos a una sociedad refinada y avanzada como lo
era la europea.
Sin embargo, este paradigma se
modificó con la introducción del estudio antropológico, a tal punto que profesionales vigentes siguen discutiendo
sobre el sistema de sociedad impuesto por una gran cantidad de sociedades
primitivas dispersas a lo largo y ancho del planeta. Quizá el hecho de que
el número de pueblos salvajes que implementan formas de sociedades muy
similares sin haber entrado nunca en contacto unos con otros sea por demás curioso,
pero esa discusión queda fuera de estas líneas y para otra ocasión.
El reconocido antropólogo y
catedrático Tim Ingold se encargó de estudiar la existencia de estructuras
sociales dentro de las bandas cazadoras y recolectoras en el texto adjunto a la
Encyclopedia Cambridge of Hunter and
Gatherers titulado Sobre las
relaciones sociales de la banda cazadora y recolectora. Su principal incentivo para realizar dicho
trabajo devino al preguntarse si realmente los cazadores-recolectores viven en
sociedades propiamente dichas, considerando que el término «sociedad»
connota un dominio de regulación externa identificado con el Estado, orientado
principalmente a regular la vida de las personas en pos de la justicia y la
armonía.
La principal discrepancia analizada
por Ingold entre lo considerado como una sociedad y la conducta adoptada por los grupos cazadores-recolectores se manifiesta
tanto en la ausencia de una división de clases y la falta de jerarquías en la
organización social y política como también en la carencia de un sacerdocio
formal y la inexistencia de la propiedad privada. Tomando conciencia de la
necesidad de diferenciación de rangos entre los hombres que toda sociedad
conlleva, ya que ésta debe tener reglas que la regulen y a su vez dichas reglas
deben hacerse cumplir a través de personas que las implementen y las sancionen,
lo que imposibilita una igualdad de condiciones tajante, el autor marca como
poco probable la existencia de sociedades sin estructuras.
Los principios en que se basan las bandas
cazadoras-recolectoras, en las cuales las personas son iguales entre sí, tienen
su propia autonomía y un rígido ideal que los impulsa a compartir todo,
dificultan la posibilidad de establecer a estos pueblos dentro del rango de
«sociedades». Ingold se aventura simplemente a concluir que las bandas cazadoras-recolectoras poseen
una socialidad distinta e incompatible con el concepto de «sociedad» occidental
y moderno.
Uno de los
planteos que abarca el estudio antropológico de los pueblos cazadores implica
la siguiente pregunta: ¿pueden existir
sociedades sin Estado? En este marco, Pierre Clastres considera que sí, de
hecho denomina a las sociedades primitivas como «sociedades sin Estado» y las
contrapone a las «sociedades con Estado». En su trabajo La sociedad contra el Estado señala
que la economía de mercado es la principal causa del surgimiento del Estado, ya
que este suceso conlleva a la producción de excedentes, lo cual, a su vez, deriva
en una división de clases y en la aparición de la propiedad privada.
La visión occidental del modelo de sociedad está tan
arraigada en el inconsciente colectivo que sería incluso tarea titánica sólo
imaginar un modelo distinto. Las variadas
instituciones que abarcan importantes aspectos de la vida del hombre en
Occidente tienen como fin último su sociabilización. Como bien había mencionado
Durkheim, la educación es excluyente al moldear la consciencia de un niño y
convertirlo en un ser social, pero con una socialidad occidental, acatando las
normas y las convenciones establecidas. Quizá en el seno de otros pueblos
puedan hallarse modelos más convenientes para el bienestar general, a merced de
que un cambio global y rotundo en los tiempos que corren suena más a utopía que
a una posibilidad latente.
Autor| Martín del Rosario
Imagen| Pixabay
Comentarios