Por ricos, los Farnesio
vestían la mesa con oro macizo. Platos, cubiertos y demás, estaban fabricados
con este material. Hasta ahí, nada que pueda escaparse a la costumbre de un
adinerado
Pablo III con Alejandro y Octavio Farnesio. Tiziano |
Parece ser que, a pesar
de lucir la etiqueta de noble en su posición social, los Farnesio no estaban
marcados con esa misma categoría en lo que a moral se refiere. De hecho, uno de
sus miembros más conocidos a nivel mundial, Pablo III, llegó a Papa después de
haber sido ordenado cardenal sin ser si
quiera sacerdote. El dedo mágico fue el de Alejandro VI de Borgia, quien
gozaba de los favores de Julia Farnesio, la hermana de Pablo.
Benjamin Blech y Roy Doliner cuentan en Los secretos de la Capilla Sixtina, que
después de que Pablo fuese ordenado Papa, «le llegaba el turno a la familia
Farnesio de disfrutar del papado y de los cofres
de oro del Vaticano». Y debió de ser grande el gozo a juzgar por alguna de
las costumbres que tenía esta familia de nobles acaudalados.
Los invitados, con la boca abierta
Era en el salón de la última planta del espectacular
Palacio Farnesio donde la familia acostumbraba a ofrecer algunos de los
banquetes más excéntricos que ha conocido Roma.
Por ricos, los Farnesio vestían la mesa con oro macizo.
Platos, cubiertos y demás, estaban fabricados con este material. Hasta ahí,
nada que pueda escaparse a la costumbre de un adinerado. Lo que ya no es tan
común, es que al terminar estas comilonas se
tiren por la ventana los utensilios con los que uno ha disfrutado de los
manjares.
Eso precisamente era lo que acostumbraba a hacer esta
familia de nobles. Todo el oro de la mesa era lanzado por la ventana trasera
del Palacio hasta caer en las orillas o
en el mismo Tíber. Los invitados, no es para menos, con la boca abierta.
Pero no servía más que para aparentar, y la mayor
gloria de este derroche no era para los Farnesio, sino para los criados que
bajaban hasta la orilla del río armados
con redes a recoger el preciado oro.
Aquí la mente puede echar a volar, si bien Blech y
Doliner aseguran que los trabajadores de palacio hacían la repesca de los
utensilios «para poder ser reutilizados
en el siguiente banquete», es decir, que los Farnesio gustaban de figurar
como los amos del derroche en Roma por llevar los bolsillos hasta arriba de
dinero. Nada más.
Bibliografía
BLECH, Benjamin y DOLINER, Roy, Los secretos de la Capilla Sixtina. Aguilar, 2009
Autora| Virginia
Mota San Máximo
Vía| Ver en bibliografía
Imagen| Wikimedia
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