Sobre los grandes
descubridores del siglo XVIII
James Cook toma de posesión de Nueva Gales del Sur (1770), artista desconocido, del siglo XVIII |
La
Enciclopedia define a los exploradores como «hombres ilustrados, valientes y
audaces, que han realizado por mar nuevos descubrimientos; gracias a ellos la
mar se convierte en un lugar de contacto entre todos los pueblos de la tierra.
(...) llevan a todos los lugares los adelantos y la abundancia». Sus trabajos -libros de
viaje, diarios y cartas- recorren Europa y marcan una diferencia respecto a
siglos anteriores: los descubrimientos dejan de rodearse de secretismo y se
difunde el conocimiento. Una conscuencia es el respeto hacia ellos por parte de
los estados, aún siendo rivales: el rey francés ordena a su flota el libre paso
a Cook en su ruta; Bouganville libera a Sir Samuel Herane, ya que este ha
realizado numerosos descubrimientos por el Ártico. Afortunadamente la
mentalidad europea está más de acuerdo en compartir con el enemigo que no en
hundirlo. La ciencia contrasta y verifica hipótesis, teorías y mitos frente a
la realidad descubierta, muestra sus errores y amplia lo conocido. La crítica
culmina el empuje científico de las expediciones. Esta competencia
científica, tal y como señala el príncipe de Nassau-Siegen resulta: «importante
para acercar los conocimientos al público, publicando los libros sobre las
expediciones a partir de los diarios».
Los navegantes franceses
En
1736 Bouger, La Comdamine y Joseph Jussieu viajan hacia
América del Sur. Con anterioridad otros les han precedido, pero aquí se señala
el punto en el que se organiza una expedición de carácter multidisciplinaria
científica. Su objetivo es recogido por Maupertis: «Si no se dispone de las
distancias exactas entre los distintos lugares: ¿a qué peligros se expondrían
los que van en busca de estos lugares a través de los mares?». Estas palabras
muestran un profundo cambio de miras en la mentalidad francesa. Para Colbert el
mar es importante, pero la voluntad del monarca esa otra; por ello que el
primer ministro diga: «cuando el fuego está en casa, no puede uno ocuparse de
las caballerizas». Poco a poco las exploraciones van abriéndose camino en
Francia, hasta que a medianos de siglo se encuentra esta nueva mentalidad.
En
la expedición de Bounganville cabe destacar la igualdad de los móviles;
en las instrucciones se mezclan propuestas científicas con órdenes militares y
económicas. Es por ello el que hay cierto revisionismo sobre la expedición,
puesto que las órdenes figuran por encima la voluntad de Bouganville. Este goza
del favor de madame de Pomapadour, y es a través de ella que Choiseul se siente
atraído por su proyecto: establecer un asentamiento en las Malvinas que sirva
como compensación a la pérdida de Canadá, a la vez que como base de salto hacia
el mítico continente austral. El primer ministro financia el viaje a
cambio de que el navegante realize una misión diplomática -devolver las
Malvinas a los españoles en vistas a una búsqueda de aliados contra Gran
Bretaña- y que tome posesión de las tierras australes para Luís XIV. Para la
expedición cuenta con anteojos, relojes y cronómetros, termómetros y barómetros
para tal de probarlos y perfeccionarlos sobre la marcha. Los científicos que
lo acompañan son expertos en astronomía -Pierre-Antoine Verón-, cartografía
-Romainville-, etnografía -Vierés- e historia natural -Philibert de
Commerson-.
Sin
embargo Bouganville topa con dos inconvenientes: por una parte los consejeros
de los que se rodea, comerciantes sin formación académica -pero con
experiencia- y aristócratas motivados sólo por prestigio, y cuyo mal
entendimiento marca el fracaso de la expedición; además las investigaciones que
realiza no responden estrictamente a la etiqueta de ciencia, sino a los
intereses que dicta la monarquía. Así los estudios ofrecen una imagen puntual
en un determinado momento, en aras de imponer puntos de control, que no bajo el
espíritu iustrado. La repercusión de su viaje está en sus escritos, que
sirven a futuros viajantes como guía; de ahí que en futuras expedieciones
el número de la tripulación se reduzca para tener más espacio para laboratorios
e instrumental y que las escalas se alarguen para una mejor observación del
entorno.
La
expedición de Lapérouse ha de entenderse en su entorno: la Guerra de
Independencia Americana reactiva a la marina de guerra francesa; navíos,
hombres y mandos deben ponerse al día y, durante la guerra, evalúan asentar
bases en el Atlántico para irrumpir en las rutas de suministros y apoyar el
desembarco de tropas. Esto consciencia al monarca para intervenir en las
misiones científicas, aunque con objetivos militares presentes. Lapérouse es
capitán de navío, formado y ascendido en la guerra. No es un explorador novel,
pues ha realizado un viaje aunque haya resultado un fracaso. Junto a su amigo Fleurieu desarrolla
un plan: comprar pieles a los esquimales de Alaska y venderlas a los rusos,
encontrando para ello una nueva ruta alternativa al rodeo del continente
americano por el Cabo de Hornos. A las dificultades acostumbradas de una
exploración se añaden el secretismo -se infiltran en territorio enemigo-, el
clima y un conocimiento de la zona -que no se tiene- para hallar un paso a través de los hielos.
Lapérouse
prepara una nueva exploracción en 1786, tomando nota de todos los fallos,
propios y ajenos: en esta ocasión las relaciones con la tripulación y entre el
grupo de los eruditos es muy buena; todos ellos son hombres capacitados y
entregados a su labor. El objetivo que marca Luís XVI es establecer puntos
clave para la pesca de la ballena y el comercio de pieles. El viaje lleva a
Lapérouse a recorrer el Atlántico y el Pacífico y desvelar los contornos del
continente americano que quedan por esclarecer. En Alaska perfila los
cabos, golfos e islas de la costa; además obtiene plantas y minerales desconocidos
y escala montañas para visualizar la existencia de un paso hacia la Bahía de
Hudson. Al dirigirse hacia China
encuentra una nueva ruta entre América y Asia. Sus resultados, conocidos
a través de sus cartas, añaden nuevos datos sobre historia, etnología,
geografía, sociología, economía y política. Gracias a su tarea se conoce,
en la época, mucho más del mundo y las futuras exploraciones se decantan, a
partir de entonces, hacia los polos.
Los tres viajes del capitán Cook, en color rojo (primero), verde
(segundo) y azul (tercero). La línea azul discontinua marca el recorrido
posterior a su muerte
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Los navegantes ingleses
Para
Gran Bretaña el siglo XVIII es la culminación de los descubrimientos iniciados
en el Renacimiento; las incursiones de los corsarios en el monopolio de la
Monarquía Hispánica contribuyeron a descubrir nuevas tierras y rutas hacia
América. A lo largo del siglo los navegantes británicos abandonan la mira
militar ante el interés científico, debido sobretodo a la competitividad con
Francia.
El
precursor de los viajes científicos para ellos es el libro de Dampier
-uno de los últimos corsarios y gran conocedor del Pacífico- en 1697, titulado A
new voyage around the world. También el viaje de Woodes Rogers: este
corsario-explorador halla una ruta para doblar el Cabo de Hornos, según él
mismo: «que nosotros sepamos, el punto más meridional alcanzado hasta este
momento». Lo más espectacular del viaje se da al ver un fuego en una isla
deshabitada: «31 de enero de 1709. Esta mañana a las siete hemos llegado a la
isla de Juan Fernández; nuestra pinaza a su regreso trae, junto a una gran
cantidad de cangrejos de río, a un hombre vestido con pieles de cabra, que
tiene más aspecto selvático que sus primitivas propietarias». El hombre es un
escocés llamado Alexander Selkirk y a duras penas recuerda su lengua; con el
tiempo se hace entender y narra su historia. Es el segundo de a bordo del
Cinque Ports y a causa de discusiones con su capitán es abandonado en la isla.
Se le dejan fusiles, herramientas, municiones, ropas y su hamaca. Permanece
solo durante cuatro años y cuatro meses; construye una choza, domestica cabras y cultiva un
huerto. La narración de su aventura sirve de inspiración para Daniel Defoe
para escribir Robinson Crusoe.
El
viaje de Rogers sirve para que Gran Bretaña se afirme en su idea de
establecer puntos de control estratégicos a lo largo de los mares: a partir
de entonces las órdenes de la marina inglesa piden, además de destruir y
saquear ciudades y capturar barcos enemigos, localizar y ocupar lugares de
aprovisionamiento para los navíos. Según el comodoro Anson esta es la clave
para el dominio británico: «en tiempo de guerra nos haremos dueños de los
mares». Estas palabras son el germen de las expediciones de exploración e
investigación científica que culminarán con los viajes de James Cook.
A Cook
es a quien se le debe la gran labor de las exploraciones científicas. Sus dos
primeros viajes -entre 1768-71 y 1772-75- reflejan el cambio de ideología
británico hacia la ciencia y el espíritu ilustrado. Su exploración de las
costas de Canadá y Terranova -en 1758- atrae la atención del Almirantazgo y
en 1764 obtiene su primer puesto de mando: para ello fleta el Endeavour,
un antiguo buque carbonero reconvertido en el primer barco de exploración hecho
a la medida. Cook reafirma la ruta para doblar el Cabo de Hornos
descubierta por Rogers y busca el mítico continente austral. Más tarde cruza
el Círculo Polar Antártico en medio de enormes bloques de hielo.
Tras
pasar el Cabo de Hornos entra en el Atlántico Sur en dónde toma posesión de la
isla Georgia del Sur y las islas Sandwich del Sur. En su tercer viaje
-1776-1780- las órdenes piden Cook imitar a Drake, dirigiéndose a la Nueva
Albión y luego tomar rumbo norte para intentar hallar el paso hacia la Bahía de
Hudson. Cook marca los puntos más extremos de Asia y Norteamérica, a la
vez que establece un punto clave para el comercio de las pieles en el golfo de
Nutka. Tras esto el navegante se adentra en el Ártico y llega a Hawai, en dónde
muere por mano de nativos hostiles. Sus viajes son manifestaciones de las nuevas
habilidades náuticas logradas por los logros de la ciencia. Su compilación
de datos científicos y cartográficos se plasman en numerosas recopilaciones que
contribuyen a la configuración del globo y a la formación de nuevos navegantes.
George
Vancouver, compañero de Cook en sus dos primeros
viajes, sigue con la tarea para con la ciencia y la exploración. Durante cuatro
años y siete meses Vancouver realiza exhaustivos estudios sobre el litoral
de Alaska. La circumnavegación de Vancouver culmina con su llegada al
Támesis tras pasar por Monterrey, las Galápagos, Valparaíso y doblar el Cabo de
Hornos. Sus estudios concluyen con que la existencia de un paso en la Bahía
de Hudson debía hallarse inmerso entre los hielos del Ártico.
Autor| Roger Mesegué Gil
Vía| Roger Mesegué Gil
Imagen| Wikimedia
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