Desde
antaño, la ciencia se propuso explicar las similitudes culturales desarrolladas
a lo largo y ancho del planeta bajo el concepto de «progreso unilineal»
Lewis Henry Morgan, pilar del evolucionismo social |
La discutida Teoría de la Evolución
impulsada por Lamarck y adjudicada principalmente al naturalista inglés Charles
Robert Darwin propuso una sistematización biológica del medio natural en un
contexto donde el evolucionismo estaba en auge. La necesidad de la ciencia de
explicarlo todo e imponer orden donde hasta el momento reinaba el caos no sólo
se hizo eco en el naturalismo, sino además extendió
sus fronteras hacia la propia industria del ser humano.
Así, teóricos de diversas áreas y
disciplinas realizaron estudios algunos más y otros menos convincentes del
progreso del universo humano. Ronald Meek, en su libro Los orígenes de la ciencia social. El desarrollo de la teoría de los
cuatro estadios realizó un intenso trabajo donde expone que el progreso humano fue el mismo prácticamente
en todos los rincones del planeta, salvando algunas diferencias mínimas, y
que éste se basó en el traspaso de un modo de subsistencia a otro, dependiendo
de las necesidades y la evolución humana. El hombre, según el autor neozelandés,
atravesó cuatro períodos aparentemente ineludibles, los cuales se fueron
sustituyendo uno a otro de acuerdo a las necesidades y al perfeccionamiento de
las técnicas para satisfacerlas. De esta manera, el hombre se abrió paso desde
el salvajismo hacia el pastoreo, para luego descubrir la agricultura y más
tarde alcanzar el estadio del comercio, el cual se ve relacionado con el
advenimiento de la civilización europea.
El historiador de origen escocés,
William Robertson, en su destacada obra La
historia de América, asegura que la
evolución humana es unilineal, una en todas partes del mundo, y que se abre
paso desde el salvajismo hacia las sociedades refinadas. Esta noción de que el
progreso es uniforme y similar para todas las culturas no fue una idea sólo de Robertson,
sino que muchos historiadores y antropólogos se ubicaron sobre esta línea de
pensamiento. Tal es el caso de Cornelius de Pauw, quien aseguró que, ante
iguales causas, el hombre, cualquiera sea su ubicación y su contenido cultural,
actúa de manera similar.
Un
supuesto importante para el trabajo de Lewis Henry Morgan es que la historia de
la raza humana es una en su curso, unilineal, una en la experiencia y en el
progreso.
Abanderado del evolucionismo social, el célebre antropólogo norteamericano no
duda que la inteligencia humana actúa de la misma manera ante las mismas
problemáticas. En su esquema de la evolución social, el hombre debió atravesar
dos períodos antes de alcanzar la civilización, que es el estadio mayor: el más
extenso de todos, el salvajismo, y la barbarie.
Teniendo en cuenta su punto de vista
ante la evolución se puede deducir que para Morgan ninguna cultura de la Tierra
puede escapar a su esquema. Esta concepción del mundo y del progreso del hombre
parece ser irrefutable, como si de una ley establecida y comprobada se tratase.
En concordancia al trabajo de Morgan, Edward
Tylor también asume que existe una unidad psíquica en el hombre que lo hace
tomar las mismas decisiones ahí donde se encuentre, construyendo la misma
visión unilineal del progreso de esta especie.
Sin embargo, otros autores de igual
calibre discutieron esta idea uniforme y quizá un tanto aventurada de la
unilinealidad. Para el célebre antropólogo nacido a mediados del siglo XVIII,
Franz Boas, la mente humana está lejos de responder de igual manera ante las
mismas causas. Contrariamente, para Boas
no se puede decir que la incidencia de un mismo fenómeno atraiga siempre los
mismos efectos. Al recaer en explicaciones de esta índole, según el autor,
se conduce directo a una generalización fallida y desprovista de argumentos.
Es quizá Charles Berlitz, autor muy
acudido del siglo XX, quien atentó contra la idea del progreso unilineal con
mayor vigor. En su libro El misterio de
la Atlántida expone la imposibilidad de tal proceso haciéndose eco de las
palabras del escritor estadounidense Ignatious Donnelly: "Si en ambas
orillas del Atlántico encontramos precisamente las mismas artes, ciencias,
creencias religiosas, hábitos, costumbres y tradiciones, resulta absurdo decir que los pueblos de los dos continentes alcanzaron
en forma separada y siguiendo exactamente los mismos pasos, justamente los
mismos fines."
Tanto al este como al oeste del
Atlántico, desde Australia hacia las costas del Mar Báltico, en cada rincón
ínfimo donde el hombre se haya establecido, encontramos objetos, costumbres,
ritos, creencias, mitos y demás hábitos o capacidades adquiridas por el hombre en
sociedad que son similares entre sí. Fue Boas quien expuso que el problema más
difícil de resolver para la antropología es encontrar una explicación a estas
similitudes culturales en sociedades que jamás pudieron entrar en contacto unas
con otras. Aún hoy, con los avances científicos y las tecnologías más
sofisticadas, esta problemática parece estar lejos de ser resuelta. Quizá sea hora de otorgar crédito a otras
miradas, si no será difícil vencer a las ideas unilineales que parecen
dominar y perdurar en el tiempo.
Autor|
Martín del Rosario
Imagen| Wikipedia
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