Los antiguos canarios observaron que
cierto espectáculo de luces y de sombras se repetía, cíclicamente, en los
mismos lugares de la isla, durante los mismos días y a las mismas horas, una
vez al año
Interior
de 'Risco Caído', en Gran Canaria
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La arqueoastronomía, como sabemos, es la ciencia que estudia los conocimientos astronómicos que tuvieron
las civilizaciones y los pueblos antiguos. El empleo de esta ciencia, como
veremos, es fundamental para el entendimiento de ciertos restos arqueológicos
de las Islas Canarias y, en este caso concreto, de la isla de Gran Canaria.
Hoy en día, gracias al calendario,
contamos con conjunto de reglas o de normas que tratan de hacer coincidir
el año civil con el año trópico. Podemos calcular, de forma sistematizada, el transcurso
del tiempo y organizar cronológicamente nuestras actividades cotidianas a lo
largo del año. Pero no siempre, ni
en todas las sociedades, se ha contado
con este instrumento medidor del tiempo.
Los antiguos canarios construyeron
una serie de instalaciones que situaron en puntos estratégicos, normalmente
en las montañas, para controlar el paso de las estaciones. Para ellos, el control
de los movimientos astrales y de los ciclos naturales era fundamental para el
desarrollo de ciertas actividades como la agricultura.
En Gran Canaria, ciertos días del año, el
sol incide de manera especial en sus cumbres y sus grietas, y su luz dibuja
caminos y penetra en lugares recónditos que son alumbrados sólo por unas horas.
La penumbra que normalmente invade algunos rincones es quebrada, durante
ciertos lapsos temporales, y se ilumina como por arte de magia.
Interior
de la 'Cueva de Cuatro Puertas', en Gran Canaria
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Según los arqueoastrónomos, los canarios de antaño observaron que este espectáculo de luces y de sombras se
repetía, cíclicamente, en los mismos lugares de la isla, durante los mismos
días y a las mismas horas, una vez al año. Además, se percataron de que estas excepciones
lumínicas se producían en fechas tan marcadas como los equinoccios y los solsticios. Y, asimismo, que estos eventos
astronómicos señalaban la llegada de las estaciones, de los ciclos de las lluvias,
del calor, del escaso tiempo de frío y del acortamiento de los días.
No es de extrañar, con todo, que el hombre antiguo haya querido, desde
siempre, tener cierto control del paso
tiempo. Más aún cuando la vida de la comunidad depende de lo que la tierra
proporciona. Los canarios, cada año, debían controlar los espacios temporales
en los que debían abrir los surcos en los bancales, comenzar a sembrar las
semillas en la tierra negra, limpiar acequias para el riego, traer el agua a
los campos para llenarlos de vida y, por fin, recoger el fruto de muchos los meses de trabajo. Este tiempo
cíclico, como tal, debía repetirse cada año y debían estar seguros de ello.
A los arqueoastrónomos no se les ha pasado por alto que, en otros tiempos, existió
una relación indiscutible entre los
restos arqueológicos que dejaron los canarii, como se conoció a los
antiguos pobladores grancanarios, y los movimientos de los astros. Y, además,
se han percatado de que las montañas pudieron tener un significado espiritual y
simbólico que sobrepasaba lo meramente geográfico.
De entre todos, destacan por su importancia cinco ‘marcadores solares’ relacionados directamente con estos fenómenos
astronómicos que anuncian la llegada de las estaciones del año: el Risco Caído,
la Cueva de Cuatro Puertas, el Túmulo de La Guancha, el Almogarén del Bentayga
y la Necrópolis de Arteara. Pero, ¿por qué la arqueoastronomía ha denominado a
estos lugares como posibles ‘marcadores solares’? Lo analizaremos en la
siguiente entrada.
Autor| José Antonio Cabezas Vigara
Vía| Gran Canaria
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