Nadie
podía suponer que el complejo funerario oculto se extendiera por varios
kilómetros
El ejército chino de terracota |
Durante
miles de años, la figura del Primer Emperador de la China, Qin Shi Huang Di,
fue denigrada por la historia oficial china. Se presentaba a la persona del
soberano, de finales del siglo III a. C., casi como un chiflado. Sin embargo,
hay que analizar lo que hizo, que tiene un enorme valor. Cierto es que oprimió
duramente a su pueblo, y miles y miles de trabajadores forzados murieron. Por
lo tanto, parece bastante lógico que a su muerte hubiera estallado una rebelión
que destruyó la capital y el palacio. Pero fue el primer unificador de
China, realizó reformas importantísimas, entre ella la construcción de parte de
la Gran Muralla.
¿Por
qué hablamos de este personaje para rescatar su obra? Porque en 1972 un historiador
chino, Hong Shidi, publicó una biografía sobre el soberano elogiándolo. Vendió
1.850.000 ejemplares en menos de un año. Esto despertó la curiosidad por el
túmulo funerario que se ubicaba en las afueras de Xi’an. En sus alrededores,
las granjas colectivas siguieron con su trabajo de buscar agua, para aumentar
la producción de sus cosechas.
De tanto en tanto, en la zona aparecían fragmentos
de manos de terracota o puntas de flechas. Los nativos los consideraban como
mensajes de los espíritus.
La
simpatía de Mao por el primer emperador era tal que firmó un decreto en 1961
para proteger la zona, pero esta disposición era para el túmulo visible. Nadie
podía suponer que el complejo funerario oculto se extendiera por varios
kilómetros. Desde fuera, solo
parecía una simple pirámide cubierta de vegetación.
El primer Emperador de la China, Qin Shi Huang Di |
Llega el descubrimiento
En
1974 un grupo de campesinos comenzó a taladrar para hacer un pozo y se chocaron
con una capa de tierra durísima. Sin quererlo, acababan de encontrarse con uno
de los muros que separan los corredores donde se alinean los guerreros del
emperador. Siguieron excavando y extrajeron un cuerpo entero.
Avisaron a las autoridades, y el país entero quedó asombrado (y después lo
estuvo el mundo entero).
El gran historiador del siglo II a. C.,
Sima Qian, había descripto en detalle la disposición de la cámara funeraria del
Emperador, enterrada bajo el túmulo. Pero cuando la dinastía cayó y
todo quedó destruido por haber ardido la capital hasta los cimientos, quedaron
arrasados también los edificios del gigantesco mausoleo.
Sin
embargo, la construcción, a
poco más de un kilómetro de distancia, de 20.000 metros cuadrados de
corredores subterráneos que se alinean alrededor de 8000 soldados de
terracota de tamaño natural, caballos y carros de combate, había pasado
totalmente desapercibida.
El
mundo seguía el descubrimiento y aún en la actualidad el seguimiento se sigue produciendo
de forma creciente. ¡No te pierda la segunda parte de este artículo!
Autora| Estela
Passaglia
Vía| Revistas
y publicaciones, investigación propia (ver bibliografía en la parte II)
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