Diego Corriente, el ‘Bandido Generoso’ de Andalucía

Por disputar justicia, los restos de Diego Corriente fueron repartidos por los caminos y las cañadas andaluzas, y su cabeza exhibida en una jaula

La vida de Corriente valía menos que la de los caballos que robaba
Con el sentimiento de justicia a flor de piel y con la defensa del humilde frente a quien tiene los bolsillos llenos, Diego Corriente, de sobra conocido por tierras andaluzas, pasó sus años como bandolero. Pero no uno cualquiera: Corriente no tiene en su haber ni un delito de sangre.

El utrerano pasó a la Historia como El bandido generoso. «De dos varas de cuerpo, blanco, rubio, ojos pardos, grandes patillas de pelo, algo picado de viruelas y una señal de corte en el lado derecho de la nariz» —Santos Torres, 1987—, siempre peleó del lado del jornalero andaluz. Corriente recorrió los campos de estas tierras levantándose del lado del campesino, a menudo, y por débil, vilipendiado por aquellos que se pensaban garantes de un hipotético derecho de superioridad. Y el del campo, en su medida, devolvía el favor ofreciendo al bandolero la protección que necesitaba en los momentos más delicados.

De aquellos vilipendios, el Regente de Sevilla

Francisco de Bruna y Diego Corriente fueron las pesas en la balanza de aquella historia, las dos caras de la Sevilla social del siglo XVIII. Por contrarios, ninguno quería saber del otro.

Precisamente fue por la orden del Regente de Bruna por la que al bandolero se le terminó la vida tan solo cinco años después de comenzar su lucha particular. Muchos fueron los encontronazos entre ambos. Uno de ellos, en un puente a orillas de Utrera.

Allí se cruzaron los dos. Corriente, que conocía muy bien las debilidades del rico, se acercó hasta el carruaje que transportaba a la autoridad. Allí obligó al regente a atarle los cordones de su bota. Humillado hasta la médula, de Bruna dictó el típico edicto con recompensa para apresar o matar al bandolero.

Y al contrario de lo que se pudiese pensar, Corriente se entregó. Lo curioso del tema es que el Señor del Gran Poder, como era conocido De Bruna, no lo supo hasta que el bandolero, que había acudido al despacho del gobernante bajo un disfraz, salió de allí con los dineros que se ofrecían por su recompensa. Aquella fue una muesca más en el orgullo del Regente de Sevilla.

Entonces el bandolero fue capturado en Olivenza, Portugal. Por disputar justicia, Diego Corriente fue ahorcado en Sevilla el 30 de marzo de 1781. Por perseverar en la llanura social, el bandolero fue descuartizado. Por levantarse contra la ofensa de base clasista, los restos de Diego Corriente fueron repartidos por los caminos y las cañadas andaluzas, y su cabeza exhibida en una jaula.

Para algunos estudiosos —caso de Jean- François Botrel, fue la literatura, sobre todo a partir del drama de Gutiérrez de Alba en 1848Diego Corrientes o el bandido generoso, lo que confirió a Diego Corriente su fama de bandolero generoso. Esto es así porque se carece de fuentes escritas. También porque en las loas literarias a este personaje no habla el bandolero en primera persona, sino el escritor.

Bandido fue, y andaluz. El mito es solo eso, la personificación de los deseos de una parte social, en este caso, la maltrecha de la época.

Imagen| ABC

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