El hombre salvaje es postulado por algunos
teóricos como el verdadero estado natural humano, basado en la libertad y la
igualdad
Robinson Crusoe y su compañero, el 'salvaje' Viernes |
Desde las primeras apariciones
de la especie hasta nuestros tiempos, el hombre atravesó diversos estadios
hasta alcanzar el grado de civilización. El período del salvajismo, que se
inicia desde la misma infancia del ser humano, fue, sin duda, el más extenso.
Apenas un mínimo porcentaje atravesó, hasta el momento, en su estado
civilizado, y apenas un poco más en su período intermedio, la barbarie.
Entendiendo esto es fácil afirmar que, si
bien en la actualidad el mundo se encuentra bajo la sombra del régimen
capitalista, la humanidad en la noche de los tiempos se desenvolvió dentro
de un sistema igualitario.
En el pasado más remoto,
aunque pueda parecer inconcebible para los tiempos que corren, existió una
sociedad opulenta, capaz de realzar la igualdad desinteresada entre los
individuos. Marshall Sahlins, en su libro Economía de la Edad de Piedra,
indicó que la sociedad alcanza la opulencia cuando se satisfacen con facilidad
todas las necesidades materiales de aquellos que la componen.
Sin embargo, muchos autores
han derramado litros de tinta meditando sobre la extrema pobreza que amedrentaba a los salvajes en sus largos e
intensos días en el medio natural. Éstos afirman, a su vez, que las comunidades
en dicho período a menudo se veían acechadas por la falta de alimento a causa
de su falta de interés hacia el porvenir.
Dichas conjeturas intentan
poner en jaque la imagen creada por distintos teóricos del buen salvaje.
Este concepto, impulsado por humanistas y libertinos y expuesto por Jean-Jacques
Rousseau en su discurso titulado Discurso sobre el origen de la desigualdadentre
los hombres, supone la supremacía
del hombre salvaje y una idea negativa sobre el progreso.
Retrato de Jean-Jacques Rousseau, el pionero en la teoría del buen salvaje |
Que por ley natural todos los hombres son iguales entre sí es el
postulado máximo del trabajo de Rousseau. Así, la noción del buen
salvaje describe a nuestros ancestros como seres ociosos, cuyo goce se basa en
el libre albedrío. Ellos no responden a nadie; no pertenecen a nadie ni nadie
les pertenece. Errando por el medio natural, no tienen la necesidad de
asociarse, y por ende, tampoco requieren de un lenguaje para la comunicación.
El simple instinto es suficiente para su desarrollo. Al no tener establecida
una noción de propiedad, de justicia y al estar desposeídos de todo sentimiento
vanidoso, sus pleitos no degeneran, por lo general, en enfrentamientos
sangrientos. Sin embargo, dice Rousseau, el potencial estado de
perfeccionamiento es lo que conducirá a este salvaje libre hacia la miseria,
poniendo fin a su felicidad y virtud.
Dos opiniones opuestas se desprenden acerca del hombre primitivo y el
progreso. Unas veces se lo describe como un ser amoral, desprovisto de
historia, solitario y portador de una mísera vida donde el hambre y los
peligros rigen su existencia. Esta perspectiva realza la figura del hombre
moderno, civilizado, y hace alarde del beneficio que el progreso trajo a los
hombres. Por otro lado, se contrapone la mirada de quienes envidian al salvaje
por su libertad, ya que según ellos en el medio natural viven sin leyes, sin
propiedad, sin compromisos y sin necesidad de satisfacer nada más allá de sus
necesidades físicas. La visión del buen salvaje va a realzar la figura del
hombre primitivo como estado ideal del ser humano, concibiendo al progreso como
una degeneración del estado natural.
Malthus le otorga al progreso humano un carácter burgués, indicando
que del mismo sólo se ven beneficiados los que triunfan en la lucha por la
subsistencia, es decir, los ricos. A su vez, en sus estudios demográficos,
desprende una concepción negativa de la humanidad, en la cual reina la
supervivencia del más apto. Para Rousseau esto es consecuencia de la opresión
social, que reivindica el dominio de los
poderosos sobre los más débiles.
Pese a los extensos postulados
que parecen ir en contra del salvaje, adjudicándole una vida penosa y un nivel
inferior de criterios e inteligencia, el
desarrollo de la sociedad parece demostrar que el camino tomado por nuestros
ancestros condujo a la especie humana hacia la debacle espiritual.
La complejización del sistema social provocó grandes miserias y convirtió al
hombre en esclavo de otro, en un ser tímido y servil. Como relata Rousseau, «el
ciudadano suda, se agita, se atormenta sin cesar, trabaja hasta la muerte,
obsequia a los grandes que odia y a los ricos que aborrece». Queda establecido
así un manto de desigualdad inexorable.
El hombre social pierde su libre albedrío al abandonar su estado
natural y se pone él mismo el grillete que lo opresará durante toda su vida. El
investigador José Luis Camacho se refiere a esta problemática, aludiendo: «[…]
estoy seguro de que usted no desearía madrugar por la mañana, desplazarse a su
trabajo y dedicar ocho horas, como poco, a una labor más o menos ingrata. Estoy
convencido de que no desearía tener que comer rápido, pagar sus numerosas
deudas o créditos, cortar el césped de su casa o planchar las camisas.
Constantemente usted hace cosas que van en contra de su libre albedrío».
La noción de una temporalidad,
a su vez, se introdujo como método de control, atentando contra la ociosidad y
la libertad. Con respecto al estado ocioso del salvaje, el autor español
asegura que «hace 100.000 años,
aproximadamente, el hombre le dedicaba, a lo sumo, tres o cuatro horas al
día a hacer cosas que no quería hacer», hasta que «alguien inventó
el reloj y lo colocó en nuestra muñeca como quien coloca un grillete a un
esclavo. Así consiguió que nuestra vida estuviese siempre bajo presión. Nos
marcó unos plazos, horarios o tempos para cada acto […]».
El progreso en relación a una
presunta pérdida de libertad ha sido objeto de las más diversas observaciones.
Sin embargo, la evolución del hombre a
través de los distintos estadios hasta alcanzar la civilización dejó un déficit
notorio respecto a las máximas de libertad e igualdad de los individuos, hasta
tal punto que incluso los más fervientes adeptos a la idea del predominio del
hombre civilizado no pueden negar estos fallos en el sistema.
Autor| Martín del Rosario
Vía| Rousseau, Duchet, Sahlins, J. L. Camacho
Imagen| Wikipedia
Comentarios
Entre otras cuestiones, habria que resignificar conceptos como "natural", " libertad" e "igualdad" y dado su caräcter relativo intentar la reconstrucciôn subjetiva de los tiempos paleolìticos para saber como y cuanto pudo o no estar presente en una existencia que reciën comenzaba a interrogar sobre el ser. En fin muy bueno y oportuno el planteamiento del tema y para plantearnos varias dudas mas acerca de nosotros mismos.
Entre otras cuestiones, habria que resignificar conceptos como "natural", " libertad" e "igualdad" y dado su caräcter relativo intentar la reconstrucciôn subjetiva de los tiempos paleolìticos para saber como y cuanto pudo o no estar presente en una existencia que reciën comenzaba a interrogar sobre el ser. En fin muy bueno y oportuno el planteamiento del tema y para plantearnos varias dudas mas acerca de nosotros mismos.