En el siglo XII aparece este literario concepto, que lejos de
su popular sentido romántico, llevaba el adulterio como seña de identidad
El amor cortés |
A principios
del siglo XII, en el sur de Francia, más
concretamente en la región de Aquitania, surge el concepto de “Amor cortés”, aunque el término no fue acuñado hasta
1883 por Gaston Paris.
Este movimiento del amor cortés, nace del resurgimiento de los placeres que
acompaña a esta época y tiene por objetivo ensalzar e idealizar la belleza de
una mujer, que es el objeto de deseo del caballero enamorado.
Para entender las características y las normas que rigen el
amor cortés y a petición de la hija de Luis VII de Francia, Andreas Capellanus
escribe “De Amore”, una obra en la que codifica los principios, actitudes y
técnicas del amor cortés. La obra, dividida en tres libros, comienza con una
introducción al amor:
“Hemos de ver primero qué es el amor, de dónde le viene el nombre, los efectos del amor, entre qué personas puede haber amor, cómo se adquiere, se mantiene, aumenta, disminuye y se extingue; qué señales muestran que es un amor compartido y qué ha de hacer un amante ante la infidelidad del otro.”
Posteriormente, el Capellán explica los efectos del amor,
que llevan al enamorado a ser complaciente y servicial, dirigiendo su atención
exclusivamente a su amada. Pero el amor cortés no es posible para todas las
personas, se reserva a aquellos del mismo sexo y con una relación social
desigual, de forma que ella pertenezca a la nobleza y él esté en un estrato
inferior. Ella, inmersa en un matrimonio concertado y, por tanto, sin amor, es
cortejada por el caballero de bajo rango, quedando abocada a la infidelidad,
pues el fin último del amor cortés no es otro que consumar el acto natural,
poniendo el autor especial ahínco en la importancia de disfrutar del placer del
amor a lo largo de toda la obra. Pero no
solo al rango y el sexo se limitan las restricciones, también las mujeres poco
agraciadas quedan fuera del alcance de tan elegante cortejo, así como los
hombres ciegos de nacimiento por no poder apreciar la belleza y los lujuriosos,
pues el deseo desmedido puede llevarles a la infidelidad para con su amada.
Para llegar a este deseado triángulo amoroso, el autor
explica en su obra las tres características necesarias para conquistar a su
amante: la belleza de la mujer (siempre natural), la sobriedad del hombre y su
integridad. Una vez que ya se ha establecido el vínculo afectivo entre ambos,
el autor aconseja mantener el amor en secreto, pues divulgarlo puede llevarlo a
morir, y complacer en todo momento y con exactitud las apetencias sexuales de
la amada. Pero no sólo puede mantenerse el amor sino que también puede
aumentarse al encontrar dificultades para verse o mediante enfados y celos. El
amor llega a su punto álgido si, además, los progenitores de los amantes les
causan sufrimientos.
Pero el amor, que es una delicada flor, puede verse
resentido si, como explica en el segundo libro, se da un alejamiento de la fe católica, una infidelidad o si los amantes llegan al matrimonio, pues el amor
en este caso se empieza a desvanecer.
Por último, y
para dejar claro en qué consiste exactamente la infidelidad dentro del amor cortés, el autor le
dedica un apartado en el que expone que si el hombre se siente atraído por otra
mujer debe ser repudiado, a no ser, lógicamente, que sea incitado por la
sensualidad y el acto no sea reiterado, desmesurado o con varias mujeres. En el
caso de la mujer, si tras la infidelidad vuelve al primer amante, este debe
rechazarla sin contemplaciones.
Autora| Maya Jiménez Vado
Vía| Bibliotecaunirioja
Imagen| 2bp
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