Los exégetas indagan en doce fuentes literarias fundamentales
para conocer mejor la vida histórica de Jesús de Nazaret
En mi entrada anterior estudiamos las seis primeras fuentes
literarias fundamentales en las que se basan los exégetas para indagar en la
vida de Jesús de Nazaret. A continuación vamos a analizar, del 7 al 12, seis
textos importantes más:
7. La
Didache,
o Doctrina de los Apóstoles, son
numerosas epístolas del siglo I, semejantes a las de Pablo, que explican a las
distintas comunidades cristianas cómo deben comportarse. Es una norma
colectiva, u ordenamiento eclesiástico, que nos revela realmente cómo vive uno
de los grupos cristianos primitivos y, sobre todo, cómo debe adaptarse a la
comunidad el pagano recién convertido. Aunque se escribe durante la segunda
mitad del siglo I, no es descubierta hasta el año 1873 en un códice del siglo
XI conservado en un monasterio griego de Constantinopla. Su importancia radica
en que el documento comienza con una pequeña serie de dichos de Jesús de
contenido sumamente radical.
8. La
obra crítica del historiador Flavio
Josefo, entre la que destacan los libros de La guerra de los judíos,
Antigüedades de los judíos y
Autobiografía. Sus textos, que se escriben por los años 90, aportan muchos
datos del contexto histórico de la Palestina del siglo I y de la región de
Galilea. Josefo menciona dos veces a Jesús. Una vez al hablar de la lapidación
de Santiago en Jerusalén, en el año 62, cuando dice que es “hermano de Jesús,
llamado Cristo”. Otra vez, una vez suprimidos los retoques añadidos por
copistas cristianos de la Edad Media, cuando escribe que “En aquel tiempo
apareció Jesús, un hombre sabio. Fue autor de hechos asombrosos, maestro de
gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de
origen griego. Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los hombres
principales de entre nosotros, lo condenó a la cruz, los que antes lo habían
amado no dejaron de hacerlo. Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos,
llamados así a causa de él, no ha desaparecido” (Antigüedades de los judíos 18,3,3).
9. El
testimonio neutral de escritores romanos
como Tácito (50-120 d.C.), Suetonio (hacia el 120 d.C.) o Plinio el Joven
(61-120 d.C.). Ofrecen una imagen de un Jesús que es oriundo de Judea, que es
ejecutado en tiempos de Tiberio por el gobernador Poncio Pilato y que, en el
momento en el que escriben, es venerado “como un dios” por sus seguidores.
10. Los
manuscritos de Qumrán que, aunque no
son bíblicos, arrojan mucha luz sobre la riqueza y variedad del mundo judío en
tiempos de Jesús. Destacan, entre las obras de los esenios, la Regla de la Congregación (100-75 a.C.),
el Rollo de la guerra (37-4 a.C.) y
los Himnos. A pesar de las
especulaciones, no existe ningún argumento serio para pensar que Jesús formara
parte de este grupo de esenios de Qumrán.
11. La
hostil literatura rabínica, como el
Talmud, habla de Jesús como Yeshú o,
despectivamente, como Ben Pantera, el
hijo de Pantera, un soldado romano que supuestamente violó a María. Ofrece,
además, una imagen despectiva del nazareno ya que lo muestra como un personaje
que “practica la brujería”, que se burla
de la palabra de los “sabios”, que expone las Escrituras como los fariseos, que
tiene cinco discípulos, que “desvía a Israel” de su camino y que “es colgado”
por falso profeta y seductor en la víspera de una fiesta de Pascua. Sin
embargo, como vemos, esta imagen hostil encaja en lo esencial con los datos de
los evangelios.
12. El
interés por los evangelios apócrifos
se acrecienta, principalmente, en 1945 cuando se descubren los códices de Nag
Hammadi en el Alto Egipto. En estos textos, para algunos estudiosos, se muestra
la vida y el mensaje de Jesús en estado puro, incluso antes de ser sometidos al
control dogmático de la Iglesia. Según su naturaleza pueden narrar la infancia
o juventud de Jesús (Protoevangelio de
Santiago, Evangelio del Pseudo-Mateo,
El nacimiento de María, La historia de José el carpintero, etc.)
o la pasión y resurrección del nazareno (Evangelio
de Pedro, Evangelio de Nicodemo o
Actas de Pilato, etc.). El Evangelio de Pedro, de estos últimos, es
el más parecido a los relatos sinópticos de la pasión. De forma muy
fragmentaria, conocemos también otros textos apócrifos de ambiente
judeo-cristiano como el Evangelio de los
nazarenos, el Evangelio de los
ebionitas o los Evangelios de los
hebreos. Aunque son los más antiguos, no aportan nada nuevo. Existe, por
último, otro grupo de evangelios apócrifos escritos por algunos grupos
marginales, la mayoría de ambientes gnósticos, como el Diálogo del Salvador, el Evangelio
de María, el Evangelio de Felipe
o la Pistis Sophia.
Para concluir, algunos
investigadores más optimistas, como J. D. Crossan y algunos autores de la
órbita del Jesus Seminar, creen que los evangelios apócrifos pueden aportar
alguna información provechosa sobre la vida de Jesús. Sin embargo, otros
autores más pesimistas, como J. P. Meier, piensan que estos textos no ofrecen ninguna
información fiable nueva ni contienen tampoco dichos auténticos diferentes a
los conocidos del Nuevo Testamento.
Autor| José Antonio Cabezas Vigara
Vía| PAGOLA, J. A., Jesús. Aproximación histórica. Madrid,
PPC, 2008
Imagen| Decorar con Arte
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