La
Guerra Fría, que se originó sobre el año 1947, fue la consecuencia de las tensiones
acumuladas después de la Segunda Guerra Mundial
Representación de la desintegración de la URSS |
“Desde
Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el
continente una cortina de hierro”,
Winston Churchill.
Desde la época en la que
Churchill pronunció esta frase, en una conferencia en Estados Unidos, y durante
todo el tiempo que duró la Guerra Fría, el mundo permaneció dividido en dos
bloques antagónicos. El símbolo más
palpable de la frontera entre ambas partes fue el muro de Berlín, que
dividió físicamente a esta ciudad en los lados capitalista y comunista desde el
13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989, cuando se produjo su
derribo. ¿Por qué se llegó a esta tensa situación?
La
Guerra Fría, que se originó
sobre el año 1947, fue la consecuencia
de las tensiones acumuladas después de la Segunda Guerra Mundial entre los países
del bloque occidental (capitalista), liderado por Estados Unidos, y del bloque oriental
(comunista), encabezado por la Unión Soviética. Se trató de un enfrentamiento
político, económico, social, militar, informativo e, incluso, deportivo que duró hasta la disolución de la Unión
Soviética en 1991. ¿Cómo se logró la distensión entre los bloques?
La
URSS, a partir de
1982, estuvo dirigida sucesivamente por
una serie de líderes, unos viejos “dinosaurios”, que se fueron sucediendo en el poder, unos a otros, por el fallecimiento de su antecesor. Breznev,
el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS)
durante dieciocho años, murió en 1982 y fue sustituido por el reformista Yuri
Andropov. Al poco, en 1984, falleció Andropov y se hizo con el poder el
conservador Konstantín Chernenko, más partidario de continuar con la vieja política
de Breznev. Poco después, en 1985, Chernenko murió y, ese mismo año, fue
elegido presidente Mijaíl Gorbachov.
Gorbachov, precisamente, fue el gran artífice de la distensión de los bloques. Llegó al poder
con la idea de reorganizar una economía soviética que llevaba estancada y
contaminada desde los años setenta. Se topó con el atasco de los
racionamientos, el crecimiento del mercado negro, la decadencia de la producción
y de la productividad, la escasez de viviendas y el gran retraso tecnológico
con respecto a Occidente. Tuvo que poner
en marcha una serie de reformas internas profundas para encauzar el país hacia unas
aguas corrientes más potables.
En seguida Gorbachov se
percató de que las fuentes de
contaminación del sistema soviético estaban esencialmente en la economía
planificada y en la falta de transparencia informativa del país. En sus cinco
años de mandato, se preocupó por realizar algunos cambios económicos hacia el
capitalismo y políticos hacia la democracia. Con ese fin implantó dos medidas fundamentales que se conocieron como la
perestroika y la glasnost. ¿En qué consistían?
La perestroika, por un lado, era la reforma que se le practicó al viejo
sistema soviético para desarrollar una nueva estructura económica interna. La
finalidad era la de salir del estancamiento económico, social y tecnológico que
padecía la URSS desde 1973. La glasnost,
o transparencia informativa, por otro lado, fue el procedimiento que se empleó para
luchar contra los casos de corrupción que impedían el desarrollo político del
país.
La
Perestroika se desarrolló en el contexto del duodécimo plan quinquenal, en el que se atisbaba ya cierta
descentralización de la economía planificada. Con este plan se permitió la
creación de algunos servicios privados, como restaurantes o taxis; se dio libertad
a los koljoses, para que ellos mismos comercializasen la totalidad de su propia
producción; y se inició la supresión de la excesiva burocratización de la administración
con el fin, junto con la glasnost, de erradicar la corrupción del país. Sin
embargo, el plan fracasó en el ámbito económico,
ya que no significó la salida de la crisis sino, más bien, la continuación de
la situación anterior.
Sin embargo, la glasnost fue un logro, como se pudo
apreciar en los sucesos de la central nuclear de Chernobyl en 1986. Tras tres
días de absoluto silencio, se tuvo que reconocer finalmente el desastre del accidente,
aunque se hiciera en parte por las presiones de los países colindantes.
El
camino político aperturista seguido por Gorbachov tuvo otros efectos
significativos. En el
ámbito nacional, originó un proceso de
democratización, sin precedentes en el interior de la URSS, que desembocó
en el final del monopolio del PCUS, en 1989, y en la llegada del pluripartidismo.
En el plano internacional, logró poner fin
a la Guerra Fría debido, en cierta medida, a las necesidades económicas, ya
que los gastos armamentísticos eran enormes e impedían el desarrollo de otros
sectores de la economía soviética. Así, Gorbachov firmó ciertos acuerdos de desarme
y de desmantelamiento de armas nucleares con el presidente estadounidense
Ronald Reagan. Además, se puso fin a
lo que popularmente se denominó la
Guerra de las Galaxias, es decir, a la escalada armamentística de ambas superpotencias
por colocar bases militares fuera de la Tierra para amenazar al adversario.
El aperturismo, sin
embargo, desencadenó el renacimiento de
los viejos nacionalismos que habían permanecido reprimidos durante los años
de la dictadura soviética. Los nacionalismos se mostraron como una fuerza
incontenible que acabaron fragmentando el país y que, finalmente, llevaron a la
descomposición de la URSS. Asimismo, se produjo la liberación de los países comunistas de la Europa Oriental que,
durante mucho tiempo, habían permanecido como estados satélites de la Unión
Soviética. Un acontecimiento clave en este proceso fue la caída del muro de Berlín, que se convirtió en el símbolo de todo el
proceso. Los países liberados del yugo soviético, antes o después, iniciaron una
nueva etapa que les llevó a la democracia.
En los años sucesivos,
los regímenes comunistas de Centroeuropa fueron cayendo hasta que sólo se mantuvo
el modelo socialista real europeo en la Unión Soviética. De hecho, en agosto de
1991, hubo en la URSS un último intento,
a la desesperada, por mantener el sistema soviético vivo. En la víspera de
la firma del nuevo Tratado de la Unión, que modificaría la estructura de la
URSS, los duros del partido, entre ellos el vicepresidente Yanaev, el primer
ministro Paulov, el ministro del Interior Pugo, el jefe del K.G.B. Kriuchkov,
aislaron a Gorbachov en Crimea, formaron un Comité de Emergencia y suspendieron
todas las libertades propiciadas por la Perestroika. Puede que esperaran una
aceptación popular pasiva, como ya había ocurrido con la destitución de
Kruschev en 1964, pero el presidente ruso Yeltsin llamó a la desobediencia
civil y el parlamento ruso se convirtió en un reducto de resistencia. La
incertidumbre hizo que el resto del mundo contuviera la respiración durante las
60 horas que duró el golpe. Se temía el regreso al antiguo régimen totalitario
y a la tensión de la Guerra Fría. Sin embargo, el golpe fue desarticulado y se inició una revolución de signo inverso.
El fracaso del golpe llevó
a un proceso revolucionario de signo democrático con dos consecuencias
trascendentales. Una fue el fin del
comunismo y la otra la desintegración
de la Unión Soviética. El 25 de diciembre del 1991, Gorbachov dimitió de su
cargo de presidente de un Estado que ya no existía y declaró la disolución de
la URSS.
Para concluir, tras la
desaparición de la Unión Soviética, se
creó una Federación Rusa que siguió siendo, a pesar de todo, la primera
potencia de la zona. Ocupó el lugar de la URSS en el Consejo de Seguridad
de la ONU, conservó la mayor parte del ejército y del armamento nuclear
soviéticos y, curiosamente, se comenzó a implantar un capitalismo salvaje controlado
en ciertos sectores económicos por la delincuencia organizada.
Autor| José Antonio Cabezas Vigara
Imagen| Taringa
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