En el campo de la arqueología, los nazis tuvieron que llevar a cabo una serie de excavaciones para demostrar “científicamente” la existencia de la gran Germania
Excavaciones nazis en Ucrania en busca de los restos de la gran Germania |
Hitler, en algún
momento, se lamentó afirmando: “carecemos de pasado”. Lo cierto era que se
desesperaba al ver que los arqueólogos de las SS se empeñaban en excavar en los
bosques de Germania y que sólo conseguían exhumar algunas pobres vasijas, nada
comparable al esplendor de las excavaciones que se realizaban de restos griegos
o romanos. Por tanto, había que buscar
el pasado de la raza, el que debía de llenar de orgullo a los alemanes, en
territorios influenciados por estas culturas. Y con esa finalidad, el proyecto
nazi no dudó no sólo en dominar el presente y el futuro, sino también en reescribir e instrumentalizar el pasado.
En este sentido,
el concepto de Germania fue diseñado por la estratégica megalomanía de la propaganda nazi. El discurso de Hitler tenía que
ser legitimado por un territorio, un pueblo y una raza superiores que, en
realidad, no eran más que una entelequia. Así, para cristalizar ese ideario
irreal, el nazismo tuvo que buscar un material
y una documentación pseudocientífica que respaldase la existencia la
existencia de Germania y toda la mitología que la rodeaba.
En el campo de la
arqueología, como no pudo ser de otra forma, hubo que llevar a cabo una serie
de excavaciones para demostrar “científicamente” la existencia de esa gran Germania.
Para ello, no se vaciló en crear una serie de falsos hallazgos arqueológicos que legitimaran el mito germánico,
que demostraran la supuesta supremacía de la Alemania nazi y legitimara las
pretensiones anexionistas del régimen. Así, en los tiempos del
nacionalsocialismo, los arqueólogos se pusieron al servicio de la política y se
vieron forzados a presentar una serie de pruebas científicas que amparasen las ideas
de una civilización germánica superior y del extenso territorio que ocupaba.
Arqueólogos y
pseudocientíficos, desde el año 1939, se movieron por los territorios
conquistados por el ejército de Hitler para
buscar restos arqueológicos que se pudieran atribuir a la civilización
germánica. Se valieron, incluso, de trabajadores forzados y de presos sacados
de los campos de concentración para ayudar en las labores. En la zona del este
de Europa, los arqueólogos nazis saquearon los museos y quitaron de sus cargos correspondientes
a los expertos locales. Asimismo, en los territorios del norte y del occidente
trataron de buscar colaboración entre los especialistas para la búsqueda del supuesto
pasado común.
Sin embargo,
ciertamente, el término Germania fue
usado por los romanos para nombrar a los pueblos que ocupaban el margen
derecho del Rin. Destaca la obra de Tácito titulada De origine et situ Germanorum (“Sobre el origen y territorio de los
germanos”), conocida también como Germania,
donde describe a los germanos y su país. Para su escrito, que data de los
tiempos del emperador Trajano, se valió de fuentes como César o de las narraciones
orales que debió recopilar de soldados, mercaderes y viajeros que regresaban
del otro lado del Rin, ya que él nunca estuvo en Germania.
En su obra, Tácito realizó un estudio general de los
germanos, analizando su geografía física, instituciones, aspectos militares,
vida cotidiana, etc. Se encarga, más detalladamente, de describir las
peculiaridades de cada una de las etnias por separado. Además, expone su visión
personal de los habitantes de Germania y los
compara con los romanos de la época, para mostrar cómo entre los bárbaros se
seguía cultivando ciertas virtudes que antaño imperaron en Roma. Reconoció en
ellos valores como la austeridad, la dignidad y la bravura militar, que en otro
tiempo poseyeron los romanos y que estaban en decadencia.
Obras de este tipo
debieron ser usadas por la corriente nazi para crear el mito de Germania, que sirvió
para argumentar simbólicamente el
concepto de la raza aria superior y para legitimar los crímenes cometidos
por el Tercer Reich. De la misma forma, inventado todo un contexto histórico
incluso con objetos arqueológicos, se difundió todo el artificio de maneras tan
diversas como elaborando murales escolares, distintivos y cromos con los que se
pretendía adoctrinar a los niños. La noción
de Germania era omnipresente, tanto en el colegio como en el tiempo de
asueto.
Para los adultos
existió toda una gama de películas, programas
de radio, libros, carteles, revistas y fotografías que recordaba a la gente
de la época que Germania era una civilización muy desarrollada e, incluso, superior
a Grecia y a Roma.
Cada “descubrimiento”
arqueológico era usado por los nazis para la propaganda de su idea imperial,
como se hizo con una urna de 1400 años
de antigüedad con una cruz gamada, proveniente del cementerio de
Bremen-Mahndorf, que fue muy difundida por la prensa nazi y la revista
científica populista “Germanen-Erbe” (“Herencia germánica”).
En la actualidad
sabemos que el régimen nazi sacó sus
propias conclusiones de la mayor parte de los análisis arqueológicos y
filológicos clásicos que hicieron, y que transformaron esos estudios en una
pura falacia científica, asentada en los discursos académicos oficiales,
canónicos y predominantes que se venían repitiendo ya de principios del siglo
XIX, sobre todo del seno de las células académicas alemanas.
Johann Chapoutot,
profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Grenoble, ha analizado
detalladamente la profunda relación existente entre la ideología nazi y las justificaciones discursivas que se buscaron
en la historia antigua y, concretamente, en Grecia y Roma. Resalta la dualidad,
casi esquizofrénica, del discurso cultural alemán entre la exaltación de la
antigua Germania y su búsqueda de conexión constante con el mundo clásico
grecorromano.
En este sentido, se
produjo un gran choque entre una Germania
rica moralmente pero pobre en lo material y un mundo clásico muy rico tanto
en lo filológico como en lo material. Hitler, en su Mein Kampf, resaltaba que los ancestros de los alemanes eran los
griegos, aunque aclaraba en favor de su ideología nacionalista que los propios griegos eran germanos, ya
que procedían de una migración prehistórica indogermánica/aria desde Urheimat,
su patria originaria en el Norte de Alemania, hasta tierras helenas.
Gustaf Kossinna |
Este ilusorio discurso
nazi de alabanza del mundo clásico en favor del mito de la gran Germania estuvo
apoyado, en el campo de la arqueología, por “especialistas” como Gustaf Kossinna. Este lingüista alemán, y
profesor de Arqueología de la Universidad de Berlín, defendió la teoría de las migraciones indoeuropeas
fundamentándose en el recorrido dejado por el fósil guía de la cerámica cordada
calcolítica y sus elementos asociados. Kossinna abogó porque el comienzo de
esta expansión estuvo originariamente en el norte de Alemania y en el sur de
Escandinavia y, de ahí, se expandió hacia el sur y el este.
Kossinna, entre
otros arqueólogos, defendió un modelo en
el que la evolución cultural se transmitía “de los pueblos más avanzados a
los menos avanzados con los que entraba en contacto”. Además destacaba que la superioridad de esos pueblos era de carácter
racial, era “el don especial de los nórdicos,
de los pueblos de Alemania”.
Kossinna, por
último, mostraba al pueblo germánico como de una etnia más avanzada, cuya
historia estaba encaminada a la creación de una Alemania superior al Imperio romano.
Autor| José Antonio Cabezas Vigara
Vía|
Johann Chapoutot, El nacionalsocialismo y
la Antigüedad Clásica. Abada editores, España, 2013
Imagen|
Wikipedia,
Independent
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